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Adolfo Domínguez, del éxito insoportable al ERE continuo
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Adolfo Domínguez, del éxito insoportable al ERE continuo

Con más tiendas que trabajadores, la sangría de despidos en la multinacional gallega Adolfo Domínguez ha sido continúa en los últimos cinco años, así como las pérdidas

Foto: El diseñador Adolfo Domínguez conversa con el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo. (EFE)
El diseñador Adolfo Domínguez conversa con el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo. (EFE)

Adolfo Domínguez tiene más tiendas repartidas por el mundo para vender la ropa que cose que empleados para coserla. Son 579 repartidas entre 27 países y 459 las personas que aún trabajan en la fábrica de confección del polígono de San Cibrao das Viñas, con cuatro naves en las afueras de Ourense. La sangría de despidos ha sido continúa en los últimos cinco años, así como las pérdidas.

En 2012 activó un ERE que cayó como un hachazo sobre la plantilla que pasó de 845 (2011) a 623 (2013). Un año después despidió a 70 y en marzo liquidó a otras 30 personas porque las pérdidas habían escalado hasta los 11 millones, un 7,5% más que en2013, que ya había sido un año malo en ventas. Ahora, la firma textil enraizada en Galicia, que no ha parado de adelgazar su plantel, había planteado un ERE extintivo para 144 empleados después de echar el candado a una docena de tiendas en el último año y medio.

Después de varios días de negociaciones maratonianas en la planta, la dirección y los sindicatos -CCOO y UGT- cerraron este viernes un preacuerdo que pasa por suprimir 105 puestos en Ourense -39 menos de los que inicialmente planteó la marca- con el compromiso de que no habrá más despidos en los próximos dos años, el tiempo que la dirección estima que tardará en volver a la senda de los beneficios. La presión de la parte social logró elevar de 25 a 35 días la indemnización por año trabajado, pero no frena el traslado de la línea joven U a Madrid.

“Paramos el goteo de despidos, pero se lleva el planchado, el etiquetado y los arreglos al país de origen (India y China) y su empeño en cerrar el ERE sin acotar los traslados nos lleva a pensar que la idea de la nueva dirección es llevarse la empresa de Ourense”, lamentan a fuentes sindicales.

Adolfo Domínguez SA es una marca en horas bajas para la que pintan bastos, y donde el hombre que le da nombre a la marca pinta cada vez menos.El Consejo de Administración respalda al director general, Estanislao Carpio, que desembarcó de Camper en septiembre de 2012 para enderezar una firma que se iba a pique.

Hace un lustro que este imperio de aguja e hilo que levantó un hombre menudo de 75 años a partir de la mítica sastrería 'El Faro' de su padres, Adolfo y Fina, se descosía en pérdidas. Su marca, que en los ochenta deslumbró como alta costura, y aspiraba a ser un pequeño Inditex selecto al sureste de Galicia, no levanta cabeza. Los números van en picado desde 2010, cuando acumuló 5 millones en número rojos y comenzó a cerrar las líneas de producción -la última fue niños- que habían eclosionado como setas (novias, marroquinería, perfumes, bodas, hogar...) en poco tiempo y naufragaron en la crisis con un plan de expansión internacional muy ambicioso que abría tiendas, tanto franquicias como de gestión directa, por todo el mundo. Sumando el personal de los puntos de ventas al que trabaja en las fábricas, la firma emplea a 1.600 personas.

A Adolfo Domíngez Fernández (Trives, Ourense, 1950), al que apodaban 'el Duende', le persiguen dos frases: 'La arruga es bella' y su enardecida defensa del despido libre en 2010 “sin trabas administrativas ni judiciales”. Lo dijo un hombre que proponía congelar los salarios a sus trabajadores durante cuatro años mientras empotraba en la cúpula directiva de su empresa a su mujer Elena, y sus tres hijas: Adriana, Valeria y Tiziana, además de otros familiares.

“Creemos que quieren un cambio de negocio para la marca, tipo taller premium: colecciones a precios elevados con menos ventas pero más beneficios”, explica Celia Martínez, presidenta del comité de empresa. Aunque la empresa “jura y perjura” que no se moverá de Ourense, la plantilla no termina de creérselo y lo interpretan como un ataque a la identidad de una firma que nació y creció en Galicia.

Al sentarse a negociar el ERE, se exigió a la dirección y ejecutivos que se bajaran el sueldo un 25% mientras hubiese números rojos. Se negaron al instante

“Dicen que los diseñadores no quieren venir aquí, que no hay tanto talento pero nosotros vemos que a otras marcas les va de maravilla”, lamentan desde el comité. Cuentan que el equipo directivo de Carpio ya se ha trasladado a Madrid. “Estuvieron por aquí un año a piñón y luego ya dejaron de venir, o cada vez menos”, cuentan los sindicatos. El que sigue a pie de obra es el propio Adolfo: “Pega gritos por la fábrica pero parece que ya no le tienen muy en cuenta”, expone otra trabajadora veterana.

Y mientras la rama de AD se seca, otra parte del mismo árbol familiar florece. Es Sociedad Textil Lonia (STL), la firma que acuñaron sus tres hermanos: Josefina, Javier y Jesús, que se 'divorciaron' de la marca de Adolfo para alumbrar otra dinastía textil galaica que empezó a caminar discretamente y creció hasta ser un gigante rodando sobre el pelotazo que ha pegado Bimba&Lola, la marca de sus sobrinas María y Uxía -hijas de Jesús y sobrinas de Adolfo-, además de Purificación García o la línea CH de Carolina Herrera.

Al sentarse a negociar el ERE, la parte social exigió a la dirección y a los ejecutivos de AD que se bajen el sueldo un 25% mientras la compañía marcase números rojos pero dicen que se negaron al instante, explican desde la Federación de Industria de CCOO en Galicia. La CIG (Confederación Intersindical Galega) rechazó el principio de acuerdo que sí firmaron CCOO y UGT y que dependen de la aprobación de la plantilla, este lunes 15, en asamblea.

Adolfo Domínguez tiene más tiendas repartidas por el mundo para vender la ropa que cose que empleados para coserla. Son 579 repartidas entre 27 países y 459 las personas que aún trabajan en la fábrica de confección del polígono de San Cibrao das Viñas, con cuatro naves en las afueras de Ourense. La sangría de despidos ha sido continúa en los últimos cinco años, así como las pérdidas.

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