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La presión del BCE forzó la mano de Ana Botín para ampliar capital en el Santander
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no quiere bancos grandes por debajo del 10%

La presión del BCE forzó la mano de Ana Botín para ampliar capital en el Santander

El detonante de la macroampliación de capital del Santander no ha sido ni la intención de irse de compras, ni la de aprovechar el crecimiento económico.

Foto: La presidente del Banco Santander, Ana Patricia Botín (Reuters)
La presidente del Banco Santander, Ana Patricia Botín (Reuters)

El detonante de la macroampliación de capital anunciada el jueves por el Santander –la segunda mayor jamás realizada por un banco europeo– no ha sido ni la intención de irse de compras, ni la de aprovechar el crecimiento económico (la versión oficial), ni la presión de los mercados. El detonante tiene nombre y apellidos: Danièle Nouy, la presidenta del Mecanismo Único de Supervisión (MUS), el brazo del BCE encargado de vigilar a los mayores bancos de la región desde noviembre. Nouy ha iniciado su mandato con una firmeza mucho mayor que la del Banco de España, y no le gustaba nada que uno de los más grandes tuviera un capital por debajo del 10%. Y al final Ana Patricia Botín ha tenido que ceder.

El primer aviso del nuevo supervisor tuvo lugar en septiembre, como informó entonces El Confidencial, cuando el BCE puso en duda la contabilización de provisiones con vistas a los test de estrés, algo que habría puesto al Santander (ver cotización) al borde del suspenso. La entidad logró convencer a Fráncfort de que sus cuentas eran correctas y aprobó el ejercicio en mitad de la tabla. Pero la advertencia estaba clara y en Boadilla tomaron nota. Con la entrada en vigor del MUS, el mensaje generalizado fue que los bancos deben reforzar su solvencia todo lo posible, más allá de lo exigido por los test. Pero para el Santander hubo recado específico: no era un banco de mitad de la tabla, sino sistémico, y tenía que estar a la cabeza como sus pares.

"Nouy no quería a uno de los grandes por debajo del 10%", señala una fuente del sector. Se refiere al ratio de Basilea III llamado fully loaded, es decir, incluyendo ya todas las deducciones que deben practicarse en 2019 de los conceptos que no son capital 'de verdad', que es el estándar del mercado. El Santander ni siquiera publicaba esta cifra, y la única referencia era un objetivo del 8,5% para fin de 2014. Demasiado bajo para el MUS. El banco español había insistido en que, sólo con la generación de beneficios, alcanzaría de sobra ese nivel mucho antes de la fecha tope de 2019. Pero Nouy no sólo quería más capital, sino que lo quería ya. De ahí que la ampliación lleve esta ratio del Santander justo hasta el 10%. Con el objetivo de alcanzar el 11% en 2016.

Otras entidades españolas ya han probado en sus carnes la dureza de Nouy. Es el caso de Liberbank, que contaba con las bendiciones del Banco de España para devolver los 124 millones del préstamo del FROB (en forma de CoCos). Pero no pudo hacerlo en septiembre porque el MUS le sometió a un nuevo examen pese a que su ampliación de capital borraba el suspenso de los test de estrés. Finalmente, lo autorizó en vísperas de Nochebuena. Otro ejemplo es CaixaBank, al que amenaza con quitar la consideración de conglomerado, lo que incrementaría sus necesidades de capital para el negocio asegurador en un importe máximo de 3.000 millones (la entidad catalana puede tomar otras medidas que reduzcan esa cifra).

Su segunda de a bordo, Sabine Lautenschläger, avisó a los bancos con niveles de capital no demasiado boyantes en un discurso del 18 de noviembre: "Hemos tomado buena nota de aquellas entidades que estaban muy cerca del listón, aunque por encima de él. También hicimos los cálculos de las ratios de capital CET1 fully loaded y los usaremos en nuestra labor supervisora". Asimismo, recordaba que "los supervisores tienen poder para imponer una amplia gama de medidas, incluyendo requisitos adicionales de capital y liquidez, y cambios en la gestión de riesgos".

El giro de 180 grados de Ana Patricia

La exigencia de Nouy coincide plenamente con las dos grandes críticas de los analistas e inversores institucionales desde hace años hacia el primer banco español. Pero la resistencia a ampliar capital y el empecinamiento a mantener un dividendo que ha llegado a superar el beneficio del grupo en los peores años de la crisis fueron dos señas de identidad de la última época de Emilio Botín al frente del Santander, con el fin de mantener contentos a los grandes fondos presentes en su capital y que estos no cuestionaran el control familiar de la entidad (incluyendo el relevo por su hija). Ahora, Ana Patricia ha decidido correr ese riesgo a cambio de consolidar su solvencia.

De hecho, la necesidad de tomar estas medidas fue uno de los principales motivos de enfrentamiento entre Ana Patricia y el consejero delegado que heredó de su padre, Javier Marín, que desembocaron en la destitución de este último en noviembre. La principal tarea que debía acometer su sustituto, José Antonio Álvarez (que no en vano era el director financiero), era reparar la debilidad de capital del Santander, algo que se cumple ahora... y que tampoco viene mal a la presidenta, porque así puede decir que su mandato empieza de cero.

Los grandes inversores, contentos; los pequeños, perjudicados

Precisamente, los inversores profesionales están en general muy satisfechos con la operación, puesto que creen que por fin resuelve las grandes debilidades del banco. No obstante, los analistas están rebajando de forma generalizada el precio objetivo del valor para reflejar la enorme dilución que implica (el mismo beneficio se divide entre muchas más acciones) y la reducción del dividendo (la rentabilidad por este concepto pasa de niveles del 7%-8% al 2,5%).

Otra cosa distinta son los pequeños accionistas, que se llevan un verdadero 'palo' por dos lados: el primero es la citada reducción del dividendo en un 66%, que no se compensa ni de lejos con el aumento del porcentaje en efectivo; y el segundo es la exclusión del derecho de suscripción preferente en la ampliación, lo que les diluye a la fuerza y les impide comprar acciones con el descuento que finalmente obtengan los institucionales. Precisamente, la mayor preocupación de estos es "cómo se lo va a tomar el retail", en palabras de un gestor, ya que temen una venta masiva de pequeños accionistas desencantados.

El detonante de la macroampliación de capital anunciada el jueves por el Santander –la segunda mayor jamás realizada por un banco europeo– no ha sido ni la intención de irse de compras, ni la de aprovechar el crecimiento económico (la versión oficial), ni la presión de los mercados. El detonante tiene nombre y apellidos: Danièle Nouy, la presidenta del Mecanismo Único de Supervisión (MUS), el brazo del BCE encargado de vigilar a los mayores bancos de la región desde noviembre. Nouy ha iniciado su mandato con una firmeza mucho mayor que la del Banco de España, y no le gustaba nada que uno de los más grandes tuviera un capital por debajo del 10%. Y al final Ana Patricia Botín ha tenido que ceder.

Ana Patricia Botín José Antonio Álvarez Ampliación de capital Banco Central Europeo (BCE)
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