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El 'fantasma' de Sacyr planea sobre el futuro de Pescanova: FG no perdona a Carceller
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Viejas heridas deL ASALTO de LUIS rivero al BBVA

El 'fantasma' de Sacyr planea sobre el futuro de Pescanova: FG no perdona a Carceller

El dueño de Damm y socio de referencia en Pescanova apoyó como vicepresidente de Sacyr el asalto de Luis del Rivero al BBVA hace diez años

Foto: El presidente de Damm, Demetrio Carceller.
El presidente de Damm, Demetrio Carceller.

El equipo gestor que encabeza Juan Manuel Urgoiti como presidente de Pescanova junto a su administrador concursal, Senén Touza, ha apurado con más pena que gloria las negociaciones con los bancos del G-6 formado por el BBVA, La Caixa, Sabadell, Popular, Novagalicia y el UBI italiano. Al final, tanto el máximo responsable institucional del grupo pesquero como sus principales valedores, la cervecera catalana Damm y el fondo luxemburgués Luxempart, se han visto obligados a claudicar ante sus distinguidos acreedores financieros. El factótum de Pescanova en los últimos meses, Demetrio Carceller, ha tirado la toalla aceptando incluso su dimisión como consejero. Todo ello en el bien entendido de que las entidades de crédito garanticen la supervivencia de Pescanova, cuyo límite para superar la suspensión de pagos finaliza el próximo martes, día 29.

La tensión vivida en el seno de Pescanova estalló el pasado lunes cuando el sindicato bancario requirió a los representantes de la compañía para reclamar oficialmente la renuncia de la cervecera catalana Damm como socio de referencia del grupo pesquero. La salida de los actuales socios de referencia implica que los bancos pasarán a convertirse ahora en los primeros accionistas de la multinacional gallega. La propuesta fue asumida como un claro ultimátum y cualquier negativa se entendió como el preludio de una liquidación irreversible a una semana vista del plazo concedido por los tribunales para cerrar un pacto.

El motivo real de fondo que subyace detrás del conflicto y el único que, a la postre, permite entender la situación creada tiene su origen en el incidente provocado hace ya casi diez años por el antiguo titular de Sacyr, Luis del Rivero, en su pretendido asalto al BBVA. Francisco González se enrocó en la torre de Azca haciendo valer su condición plenipotenciaria al frente de la entidad y repelió felizmente para sus intereses el golpe que había lanzado la constructora con la inestimable colaboración de Miguel Sebastián, encumbrado por aquel entonces como zar económico de Zapatero.

Infructuosas gestiones del Gobierno y la Xunta de Galicia

El episodio debería estar ya enterrado en los archivos del BBVA pero su presidente tiene demasiada buena memoria como para olvidar que las ambiciones de Luis del Rivero no sólo estaban amparadas por el Gobierno socialista de la época, sino que también contaban con el respaldo de un consejo de administración en el que relucía la figura de Demetrio Carceller. El dueño de Damm y principal socio de referencia de Pescanova era y es vicepresidente de Sacyr, una circunstancia que ahora no favorece precisamente sus relaciones de negocio con el BBVA.

Francisco González.Ni tan siquiera el fuerte ascendente de Urgoiti como consejero delegado del antiguo Banco Bilbao Vizcaya ha servido para aliviar las tensiones con FG. Más allá de la mera relación de cortesía que se supone en las altas esferas del mundo de los negocios, las gestiones de Pescanova ante el presidente del BBVA han sido decepcionantes y lo mismo puede decirse de las que, directa o indirectamente, han sido efectuadas también a instancias del Gobierno y de la Xunta de Galicia.

FG no ha perdonado a Carceller su pasado histórico en Sacyr por mucho tiempo y avatares que hayan transcurrido desde el suceso de marras, incluyendo la caída en desgracia y consiguiente dimisión de Luis del Rivero como presidente de la propia constructora. El silencio del segundo banco español ante los gritos de socorro procedentes del grupo gallego ha sido demasiado elocuente y además el BBVA no estaba solo en su papel de negociador inflexible. Tanto el Banco Sabadell como también el Banco Popular se han mostrado igualmente muy reacios ante el convenio de acreedores presentado por la empresa.

El barco a la deriva de Pescanova parece haber encallado de forma irremisible con el nudo gordiano de una deuda de 3.600 millones, reconocida después de ímprobos esfuerzos de auditoría e investigación interna. Alcanzado el acuerdo preliminar sobre la cuantía real del agujero, lo verdaderamente difícil ahora será saber quién paga los platos rotos para hacer borrón y cuenta nueva hasta asegurar la supervivencia de una empresa que se supone emblemática para la imagen de la marca España.

placeholder Sede central de Pescanova en Chapela. (Efe)

Desconfianza generalizada y líneas rojas

El consejo de la compañía, liderado por Damm y el fondo luxemburgués Luxempart, había situado sus líneas rojas en un plan de empresa que reducía el pasivo exigible a un máximo de 700 millones de euros, obligando a una quita que los bancos no estaban dispuestos a soportar. Las entidades de crédito consideran por el contrario que la empresa debe asumir el reembolso de un mínimo de 1.000 millones de euros. El plan de viabilidad de Pescanova será ahora ajustado a los deseos del célebre G-6 y la compañía tendrá que asumir un lastre que los actuales timoneles de Pescanova consideran excesivo para evitar el hundimiento del grupo pesquero.

Los administradores salientes de la multinacional se muestran convencidos de que la mayoría de los activos son viables, pero casi con la misma certeza temen que los bancos prefieran en el fondo una liquidación ordenada antes de un rescate forzado. No en vano, el G-6 dispone de avales y garantías personales sobre las filiales de Pescanova que aseguran una cierta cobertura de sus riesgos. Otra cosa muy diferente es la indefensión de los pequeños acreedores y bonistas de la empresa, que acumulan una deuda de casi 800 millones de euros. La desconfianza existente en los últimos meses se ha acentuado además gravemente después de que la empresa se precipitara por su cuenta y riesgo al juzgado con un convenio de acreedores presentado sin previo acuerdo.

Los bancos aceptaron el órdago, convencidos de que Pescanova barajaba sus cartas en un escenario político, tratando de poner en jaque la reputación de los acreedores como responsables últimos del hundimiento de una compañía que representa cerca del 3% del PIB de Galicia. Las entidades de crédito han ganado en principio la partida al estimar que Damm jugaba de farol porque, a fin de cuentas, el destino de la empresa viene marcado a fuego por el genio de su creador, Manuel Fernández Sousa. A partir de la suspensión de pagos presentada hace un año todos los reproches serán en vano y si el tiempo obliga a un fatal desenlace cualquier imputación de culpabilidad deberá sustanciarse con un epitafio genérico: “Pescanova, entre todos la mataron y ella sola se murió”.

El equipo gestor que encabeza Juan Manuel Urgoiti como presidente de Pescanova junto a su administrador concursal, Senén Touza, ha apurado con más pena que gloria las negociaciones con los bancos del G-6 formado por el BBVA, La Caixa, Sabadell, Popular, Novagalicia y el UBI italiano. Al final, tanto el máximo responsable institucional del grupo pesquero como sus principales valedores, la cervecera catalana Damm y el fondo luxemburgués Luxempart, se han visto obligados a claudicar ante sus distinguidos acreedores financieros. El factótum de Pescanova en los últimos meses, Demetrio Carceller, ha tirado la toalla aceptando incluso su dimisión como consejero. Todo ello en el bien entendido de que las entidades de crédito garanticen la supervivencia de Pescanova, cuyo límite para superar la suspensión de pagos finaliza el próximo martes, día 29.

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