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Un PSOE indignado con Iglesias avisa a Podemos de que no romperá su pacto con C's
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EL PARTIDO, TRAS LA FALLIDA INVESTIDURA

Un PSOE indignado con Iglesias avisa a Podemos de que no romperá su pacto con C's

Sánchez y la bancada socialista se irritan por la actitud de la formación morada, y cunde una cierta "desesperanza" porque creen que busca elecciones. El líder queda "reforzado" pese a la derrota

Foto: La bancada socialista, en pie, aplaude a Pedro Sánchez tras ser rechazada su investidura en segunda votación, este 4 de marzo en el Congreso. (EFE)
La bancada socialista, en pie, aplaude a Pedro Sánchez tras ser rechazada su investidura en segunda votación, este 4 de marzo en el Congreso. (EFE)

"Esto no pasaría si Pedro Sánchez hubiera sido investido". Lo contaba con cierta retranca un diputado socialista a la salida del pleno. En Madrid, en el patio del Congreso, jarreaba. No era el único que atribuía el enfado meteorológico al fracaso de la elección del secretario general del PSOE como presidente del Gobierno. Había que intentar digerir el profundo revés, el que marcó un hito en la historia de la democracia española, la primera investidura fallida. Un bofetón esperado que para el partido tenía un único culpable: Pablo Iglesias. Contra él se dirigió la ira de los parlamentarios, de la cúpula y del propio Sánchez. Él había hecho naufragar el Ejecutivo "del cambio" y el que mantenía a Mariano Rajoy pegado a la silla de La Moncloa. Y las esperanzas de que pegue un giro a su posición se debilitan dentro del PSOE: muchos creen que Podemos buscar ir a nuevas elecciones. Sólo las impedirá, estiman, si ve que la calculadora no le da los números y el tan ansiado 'sorpasso' no está tan al alcance de la mano. Aun así, los socialistas seguirán "trabajando" por el acuerdo, como dijo el líder. Siempre, eso sí, que no suponga resquebrajar la entente labrada con Albert Rivera.

Sánchez saboreó la hiel de la derrota a las 20:51 horas del viernes. Patxi López, el presidente del Congreso, solemnizaba lo que todos preveían y el PSOE había interiorizado. No a la investidura. El propio candidato, en su último 'speech' a la Cámara, en su último intento de persudir a los diputados de Podemos, ya daba por hecho, con un punto de amargura, que no conseguiría las llaves de La Moncloa. O al menos, no por ahora. En otra sesión de vapuleo dialéctico, sólo pudo sentir la caricia de Ana Oramas, la portavoz de Coalición Canaria, que anunció por sorpresa su cambio de posición: de la abstención del miércoles al sí. Ese punto no cambiaba la situación. 219 noes, 131 síes. El candidato necesitaba la mayoría simple, y se quedó a kilómetros de ella. Sólo cosechó el respaldo de su grupo (89 diputados, más el representante de Nueva Canarias, formación con la que el PSOE acudió en alianza en las generales), de los 40 diputados de Ciudadanos y el voto de CC.

En el segundo intento de investidura, el candidato recibe 219 noes y 131 síes. Un apoyo más gracias al respaldo de última hora de la diputada de CC

La sesión fue percibida, a ojos de los socialistas, como un "circo". Otra vez. Sánchez cubrió el expediente y, en sus 15 minutos de intervención [aquí en PDF], hizo lo que se esperaba: el último grito a Podemos. "No esperemos más, voten sí al cambio", concluía su alocución, tras defender su proyecto de "Gobierno del bien común", cimentado en pactos "transversales" y con su alianza con Ciudadanos como piedra matriz, como "única alternativa a la España de la injusticia y de la desigualdad".

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Cruces por la "corrupción"

Mensaje a Podemos. Pero también a Rajoy. A él le volvió a atizar por haber rechazado la propuesta del Rey de acudir a la investidura, por su "sorprendente huida" en el último momento. También por la corrupción que hace "menos ruido", la de la "utilización partidista de las instituciones en los últimos cuatro años". El presidente en funciones hiló por su parte un discurso que conectaba con su tono faltón del miércoles pasado, y aprovechando la apoyatura de la referencia a la corrupción de Sánchez, estalló: "Ha puesto las instituciones al servicio de su supervivencia", y eso, dijo, "también es corrupción". El comentario soliviantó a la bancada socialista. El portavoz, Antonio Hernando, el último en salir a la tribuna, se lo afeó y le pidió que lo retirase: "Una sesión de investidura encargada por el jefe del Estado nunca es corrupción, y usted debería saberlo".

También molestó a los socialistas el tono "frívolo" de Iglesias en la sesión, y su "banalización" del debate de investidura, aparte de los ataques del miércoles

Claro que el momento álgido fue, de nuevo, el protagonizado por Pablo Iglesias. Rebajó el tono. No se disculpó por sus palabras contra Felipe González -el expresidente tiene el "pasado manchado de cal viva", bramó el miércoles-, pero tampoco añadió más tensión. Sí "frivolidad" y "banalización" del debate de investidura, como le reprochaban a la salida varios diputados socialistas. Reaprovechó el beso en los labios que se dio con el portavoz de En Comú Podem, Xavi Domènech, en medio del hemiciclo, para emplazar a Sánchez a una nueva negociación que podría rotularse, dijo, como "el acuerdo del beso". Adobó la imagen de amor aludiendo a la popular Andrea Levy, que "bebe los vientos" por el diputado de Podemos de pelo largo, pero sin coleta, llamado Miguel Vila. Referencia que, para entenderla, necesitaba haber echado un ojo a 'El intermedio' del jueves. "Fluye el amor y la pasión en la política española. Pedro, sólo quedamos tú y yo", ironizó Iglesias ante un sorprendido y serio Sánchez. De nuevo, el efectismo. "Porque de medidas, ni una", criticaban los parlamentarios socialistas con desazón. El mensaje político del líder de Podemos fue su apuesta por el "Gobierno a la valenciana", de izquierdas, que necesitaría el concurso de los independentistas, a lo que el PSOE se niega en redondo, más tras escuchar a ERC.

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Tendieron la mano IU -"No somos enemigos, somos posibles aliados"- y Compromís, con discursos sin estridencias. Igual que el PNV. Aunque todos se mantuvieron en el no. Igual que ERC -cuyo portavoz adjunto, Gabriel Rufián, comparó a Albert Rivera con el estrafalario, conservador y xenófobo candidato republicano estadounidense Donald Trump- y Democràcia i Llibertat, que ofreció apoyo a cambio del referéndum en Cataluña.

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"Punto y aparte"

El consuelo de Sánchez fueron Rivera y Oramas. El presidente de Ciudadanos centró sus ataques en Rajoy, al que da por desahuciado e incapaz de tejer ningún tipo de acuerdo. "Sólo falta verlos en un Gobierno juntos", ironizó, cargando contra el presidente en funciones y contra Iglesias y los independentistas, porque votaron juntos los que quieren que se rompa España y quienes quieren que se "pudra". Oramas anunció el sí "como gesto" frente a quienes bloquean el país y de apoyo a quienes sí han intentado tender puentes, caso de PSOE y C's. La diputada no había prevenido de su cambio de posición al PSOE, según confirmó ella misma a este diario.

En la cúpula creen un "suicidio" que el partido se revuelva, porque Sánchez ha visto fortalecido su liderazgo en estas semanas y con la consulta

Los socialistas salieron vencidos en votos del pleno. Sánchez cargará siempre con el lastre de haber sido el primer candidato de la democracia que no logró la investidura ni en primera ni en segunda votación. Pero en el grupo parlamentario, ni obviamente en la cúpula, pervive una sensación de derrota. Varios diputados consultados llegaban a la misma conclusión: el partido y el secretario general ha escapado "reforzado". El giro, tras las semanas que siguieron a las elecciones de calvario interno, se produjo el 2 de febrero, cuando el líder recibió la encomienda del Rey. A partir de entonces se acalló el ruido de sables y comenzó la búsqueda de aliados, sin violar las líneas rojas que el comité federal se había marcado, andando con pies de plomo. Sánchez logró exposición mediática y logró demostrar, según los suyos, que es posible "acordar" y articular un programa "de cambio" para el país. El remate fue la consulta a la militancia, su órdago a los barones del que salió sobradamente airoso, con un 79% de respaldo y una más que digna participación del 51,7%.

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El Grupo Socialista, no obstante, sí chorreaba indignación contra Podemos. Cabreo que no ocultó el propio Sánchez. En los pasillos del Congreso, tras finalizar el pleno, acusó a Iglesias de haber "traicionado" a millones de votantes de la formación morada y de ser el "responsable último y único" de que Rajoy siga en La Moncloa. La segunda votación marca un "punto y aparte" en el proceso. Que seguirá, porque quedan aún 58 días, hasta el 2 de mayo, para la disolución de las Cortes, en caso de que sea imposible formar Gobierno. "A partir de mañana vamos a seguir trabajando para tener ese Gobierno y desde luego por mí no va a quedar", aseguró.

Sus primeras palabras, nada más producirse el revés de la Cámara, dan cuenta de cuáles serán los siguientes pasos. Intentar seguir negociando en este periodo de casi dos meses. Aunque no sin líneas rojas. Porque el acuerdo con Ciudadanos es "firme" y no se deshará, como advertían distintos cargos anoche. De hecho, el PSOE se ha ofrecido en los últimos días a complementar el documento suscrito con la formación naranja, pero no a desbaratarlo, con el argumento de que la mayoría de las medidas allí comprendidas reúnen a "más de 200 diputados". Este camino conjunto ha sido ratificado además este sábado tras la reunión de negociadores de la formación naranja y el Partido Socialista. Con el acuerdo como base, le tenderán la mano a las formaciones para "enriquecerlo"; eso sí, siempre que las otras fuerzas "quieran sentarse a hablar".

El lunes, reunión de la ejecutiva

Pero la dirección tampoco se va a dejar llevar por la ansiedad. El lunes 7 de marzo se reúne la comisión permanente de la ejecutiva federal, que analizará qué camino seguir. El mismo día el Rey recibirá en La Zarzuela a Patxi López. Entonces se sabrá si Felipe VI insta a los partidos a ponerse de acuerdo y sólo propondrá al candidato que reúna los apoyos necesarios o bien postula a otro aspirante.

En el núcleo duro también observan que si Podemos observa que las encuestas le dan mal, evitará la repetición de las generales. Y quedan 58 días

"Nos sentaremos, sí, pero está claro que ellos no quieren negociar. No quieren. Ellos buscan imponernos un Gobierno de coalición", comentaba una integrante de la ejecutiva muy próxima a Sánchez. El análisis era compartido: Podemos quiere tensar y tensar porque "quiere ir a elecciones", con la esperanza de poder superar, ahora sí, al PSOE. Entre los diputados abundaba una cierta sensación de "desesperanza", por la percepción de que Iglesias puede no ceder ni siquiera en el último minuto. Otro cualificado dirigente, de la entera confianza del líder, sí advertía de que no es descabellado pensar que Podemos acabe absteniéndose "si comprueba que en unas nuevas generales puede ir a peor". Es decir, que obrará por cálculo electoral. Pero, por ahora, la indignación es total y la sensación de puentes rotos, palpable. No sólo por el voto no, sino por las críticas durísimas de Iglesias o por su acometida contra Felipe González. Los socialistas echan la culpa directamente a Iglesias. A él y a su núcleo de confianza, y dicen percibir una actitud más pactista en el número dos, Íñigo Errejón.

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¿Y qué pasará en el PSOE? ¿Aguantará Sánchez? Aún es pronto para saber si los barones críticos volverán a agitar el árbol tras el fiasco de la investidura. Ese bloque ya no siquiera tan compacto, porque el extremeño Guillermo Fernández Vara se ha realineado con el secretario general. En la dirección ven al jefe "muy reforzado y consolidado", y están convencidos de que si hay nuevas elecciones, él será el candidato. "Reabrir la guerra interna sería un suicidio. El enemigo está fuera, no dentro", terciaba una dirigente de mucho peso en la ejecutiva. España se adentra en terreno desconocido, y sólo el paso de estos dos meses dará cuenta de si las certidumbres de hoy se tienen en pie.

"Esto no pasaría si Pedro Sánchez hubiera sido investido". Lo contaba con cierta retranca un diputado socialista a la salida del pleno. En Madrid, en el patio del Congreso, jarreaba. No era el único que atribuía el enfado meteorológico al fracaso de la elección del secretario general del PSOE como presidente del Gobierno. Había que intentar digerir el profundo revés, el que marcó un hito en la historia de la democracia española, la primera investidura fallida. Un bofetón esperado que para el partido tenía un único culpable: Pablo Iglesias. Contra él se dirigió la ira de los parlamentarios, de la cúpula y del propio Sánchez. Él había hecho naufragar el Ejecutivo "del cambio" y el que mantenía a Mariano Rajoy pegado a la silla de La Moncloa. Y las esperanzas de que pegue un giro a su posición se debilitan dentro del PSOE: muchos creen que Podemos buscar ir a nuevas elecciones. Sólo las impedirá, estiman, si ve que la calculadora no le da los números y el tan ansiado 'sorpasso' no está tan al alcance de la mano. Aun así, los socialistas seguirán "trabajando" por el acuerdo, como dijo el líder. Siempre, eso sí, que no suponga resquebrajar la entente labrada con Albert Rivera.

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