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Aburrido pero no decisivo: Soraya e Iglesias aciertan en un debate que pierde Sánchez
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RIVERA, DESIGUAL NO CUMPLE CON LAS EXPECTATIVAS

Aburrido pero no decisivo: Soraya e Iglesias aciertan en un debate que pierde Sánchez

A solo 12 días de las elecciones generales, la vieja y nueva política se enfrentaron en su primer debate. Los futuros pactos tras el 20-D alimentaron las estrategias de los cuatro grandes partidos

Foto: De izquierda a derecha, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Soraya Sáenz de Santamaría. (Efe)
De izquierda a derecha, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Soraya Sáenz de Santamaría. (Efe)

Estaba llamado a ser el "debate decisivo" pero, a pesar de los esfuerzos de los periodistas de Atresmedia por evitar un formato encorsetado, la vieja política se fundió inevitablemente con las nuevas estrellas emergentes en los turnos de palabra, las réplicas y algún que otro 'y tú más'. Se enfrentaron tres candidatos a la Presidencia del Gobierno: Pedro Sánchez, incapaz de convencer desde el principio, Pablo Iglesias -el único en vaqueros y sin corbata- y Albert Rivera, más nervioso de lo habitual y consultando los papeles en más de una ocasión. A la derecha del plató, Soraya Sáenz de Santamaría, cuarta contrincante y número dos de Mariano Rajoy, que vio el debate desde Doñana rodeado de su familia.

Como no podía ser de otra manera, el careo arrancó con la economía como primer plato. La representante del PP aprovechó para lanzar la retahíla de remedios con los que el Gobierno del que forma parte ha combatido estos cuatro años de crisis económica, insistiendo en que "ahora España crece y se crean 1.500 empleos al día". No faltó la frase estrella de los populares: "Evitamos el rescate", y sus rivales respondieron con firmeza echando en cara a la vicepresidenta la precariedad laboral que existe, en que la mayor parte de los contratos -se pusieron de acuerdo en algo los tres- "son temporales". Iglesias se mostró contundente: "La situación en este país es alarmante", y Pedro Sánchez, como en todos los bloques del debate, pidió el voto al afirmar que "el cambio que necesitan los españoles solo tiene un nombre y es el del Partido Socialista".

Soraya contestó entonces refiriéndose a la herencia del expresidente Zapatero. "¡Cómo se nota que no estaban ustedes aquí hace cuatro años!" y dio la puntilla con el que se convirtió en uno de sus lemas del lunes noche: "Qué fácil es hablar y qué difícil es gobernar". Albert Rivera aprovechó su primera gran incursión para recurrir al discurso de la centralidad: "El PSOE quiere derogar todo lo que ha hecho el PP, y el PP critica todo lo de los socialistas. Vamos a hacer propuestas y dar estabilidad a los españoles", insistió, tras mencionar sus recetas económicas (contrato único, complemento salarial y reforma para los autónomos).

También hubo tiempo para hablar de los impuestos, tema obligado en época electoral. Saénz de Santamaría prometió que habría una nueva rebaja si renuevan tras el 20-D mientras Pedro Sánchez advirtió: "Que nadie se crea que el PP va a bajar los impuestos", mientras aprovechaba para 'meter' a Rivera en el saco "de las derechas" comparando los programas económicos del PP y Ciudadanos. Pablo Iglesias defendió que su proyecto es el único que propone sin complejos un impuesto progresivo en función de la renta y un IVA mayor para productos de lujo. Hubo discrepancias en torno al objetivo de déficit público, las demandas de Bruselas, las pensiones... y el resto de medidas económicas con las que Soraya intentó -sin éxito- disimular los ataques de sus contrincantes por la corrupción de su partido, el segundo gran plato del debate.

La vicepresidenta se quedó corta en las explicaciones. "Los episodios de corrupción nos han indignado y avergonzado", acertó a decir. Iglesias fue el más rápido cuando, "con todo el respeto", le recordó que la Policía estuvo registrando la sede de Génova durante 20 largas horas e incluso sugirió a la popular la necesidad de que "pidieran perdón" a los españoles. Se gestó el primer rifirrafe real entre el emergente de izquierdas y la número dos de Rajoy. "Luis, sé fuerte", parafraseaba Iglesias al recordar el SMS de Bárcenas mientras Soraya contestaba fuera de turno de palabra: "Paga, señor Monedero, paga". Rivera aseguró que la corrupción era "el verdadero motivo" por el que el cuarto candidato no estuvo presente en el careo y Pedro Sánchez no perdió ripio y enumeró uno a uno los delitos por los que se investiga actualmente al PP, "fraude a las administraciones, malversación, delitos contra la Hacienda Pública...".

Pasaron de puntillas por el asunto catalán, sin aportar novedades. Los dos que defienden la unidad de España por encima de todo, el que no se moja demasiado y apuesta por constituir un Estado federal y el que quiere que Cataluña se quede, pero es partidario de celebrar un referéndum. Por fin llegó el verdadero plato fuerte de la noche, que era el que todos los espectadores esperaban: los futuros pactos tras el 20-D, cuando las mayorías absolutas pasarán a la historia.

El melón, como era de esperar, lo abrió Rivera, cuyo partido será decisivo al calor de las últimas encuestas. El líder de Ciudadanos afirmó que no apoyaría el proyecto de Rajoy ni tampoco el de Sánchez porque su objetivo es "ganar y abrir una nueva etapa política". Eso sí, lo que no aseguró es que no baraje la abstención en alguno de los escenarios. Pedro Sánchez, que también dijo aspirar a la victoria, reseñó su gran objetivo: que no haya cuatro años más de Mariano Rajoy, y advirtió, una vez más, de que "apostar por algunas opciones políticas" -en clara alusión a Ciudadanos- es "dar continuidad al Gobierno del PP". Sin embargo, Iglesias tampoco quiso dejar tranquilo al líder socialista y le acusó abiertamente de "ponerse de acuerdo con el PP en los momentos en los que se ve fuerte". El secretario general de Podemos, por cierto, lanzó varios dardos a Sánchez, cuando en más de una ocasión le dijo tener la impresión de que "no mandaba demasiado en su partido".

Y precisamente en medio de la cocina de los pactos, Soraya aprovechó la estrategia electoral de los populares insistiendo en que debe prevalecer la "buena constumbre constitucional de que gobierne la lista más votada", lanzando un recado a sus votantes y a los indecisos al confesar sin tapujos tener miedo a los tripartitos de perdedores. "Rivera no se aclara y el señor Sánchez formaría gobierno a cualquier precio", concluyó.

Los candidatos disfrutaron de un minuto final y por fin hubo consenso: todos lo dedicaron a pedir el voto el 20 de diciembre. Mientras Sánchez reiteró como "única vía" para evitar a la derecha confíar en el PSOE, Soraya apeló al "proyecto, equipo y experiencia del PP" para "hacer una España mejor" y seguir por la buena senda. Tiempo para la nueva política: Rivera optó por un llamamiento a la "nueva transición" que empezará y él quiere liderar, y Pablo Iglesias, en uno de sus grandes aciertos de la noche, pidió a los votantes "no olvidar las 'tarjetas black', los desahucios, la Gürtel y la Púnica, las preferentes..." y pidió "sonreír al 15-M, a los abuelos que se parten la espalda por estirar su pensión... Sonrían, que sí se puede". Solo faltan un cara a cara -tal vez el decisivo- y 12 días para las elecciones que lo pueden cambiar todo en España.

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Estaba llamado a ser el "debate decisivo" pero, a pesar de los esfuerzos de los periodistas de Atresmedia por evitar un formato encorsetado, la vieja política se fundió inevitablemente con las nuevas estrellas emergentes en los turnos de palabra, las réplicas y algún que otro 'y tú más'. Se enfrentaron tres candidatos a la Presidencia del Gobierno: Pedro Sánchez, incapaz de convencer desde el principio, Pablo Iglesias -el único en vaqueros y sin corbata- y Albert Rivera, más nervioso de lo habitual y consultando los papeles en más de una ocasión. A la derecha del plató, Soraya Sáenz de Santamaría, cuarta contrincante y número dos de Mariano Rajoy, que vio el debate desde Doñana rodeado de su familia.

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