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Límite 48 horas: la verdadera historia de la nacionalización de Bankia
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Límite 48 horas: la verdadera historia de la nacionalización de Bankia

Cuando Alfredo Sáenz entregó su puesto de consejero delegado del Banco Santander a Javier Marín hace ahora quince días, la primera imagen que se le vino a

Cuando Alfredo Sáenz entregó su puesto de consejero delegado del Banco Santander a Javier Marín hace ahora quince días, la primera imagen que se le vino a la cabeza fue la de Luis de Guindos.

"Roma no paga a los traidores, pero yo me veo en la calle", debió pensar.

En su memoria, el servicio prestado al ministro en aquella semana previa a la salida de Rato como presidente de Bankia y la posterior nacionalización de la suma de cajas liderada por la madrileña.

Era jueves y la situación parecía cada día más ingobernable. La gestión de todo el proceso de integración y salida a bolsa de Bankia había sido un desastre y el titular de Economía estaba decidido a dar un puñetazo encima de la mesa. Como opción ideal para no herir sensibilidades dentro del partido, el nombramiento de Goirigolzarri como CEO o segundo de la entidad, tal y como había sugerido el propio Rato. Una propuesta a la que el banquero vasco se resistía como gato panza arriba, algo que sabíael propio Guindostanto por el expresidente del FMI, cuyos intentos de convencerle habían resultado vanos, como por el propio círculo del ex-Bilbao.

Ese 3 de mayo de hace ahora un año, De Guindos decidió quemar un último cartucho apelando a los presidentes de los tres principales bancos del país, Emilio Botín, Francisco González e Isidro Fainé.

- Necesito que me desbloqueéis este tema. Si no, se va todo a la mierda, -les impelió el titular de la cartera.

- Sí, pero si Goiri no quiere no hay nada que hacer, -contestó Fainé con su habitual pragmatismo.

- Ya, joder, pero alguien habrá que le convenza, -insistió Guindos. FG miró para otro lado y Botín levantó la cabeza.

- Alfredo, -se limitó a decir-. El lo hará, -sentenció con el convencimiento de quien esta acostumbrado a que le obedezcan.

Ese mismo día, el primer ejecutivo del Santander se plantó en el despacho madrileño de José Ignacio Goirigolzarri. Era ya tarde. Vasco como él, habían construido una buena relación a principios de los 90, cuando uno era vicepresidente y el otro director general en el recién creado Banco Bilbao Vizcaya. La admiración mutua que ambos se profesan asomó inmediatamente.

- José Ignacio, traigo una propuesta para ti del ministro. A mí me parece casi un insulto, pero comprenderás que tengo que decírtela, -afirmó avergonzado.

Goiri se limitó a asentir condescendientemente.

- Me piden que aceptes lo que te propone Rodrigo, que seas su CEO. Es puro maquillaje, ya sabes, pero hay que hacerlo así. Tú mandas, eso por descontado. La situación está jodida, qué te voy a contar. O tú o el abismo, -apuró teatralmente.

- Alfredo, dame unos días para pensarlo.- Tomó un trago de agua y prosiguió, -dile al ministro que el martes tendrá una respuesta. Tengo que hablarlo en casa y ver.

Y se marchó a pasar el fin de semana a Bilbao.

Mientras en la sede del Ministerio de Economía en Madrid se producían las reuniones que han conducido a la llamada como testigos el próximo 24 de mayo de los responsables de las mayores entidades financieras de España, Goirigolzarri evocaba en Las Arenas ese paseo por las playas de Tenerife con su señora apenas unos meses antes.

- ¿Sabes? Hago muchas cosas, pero creo que realmente no estoy ayudando a que este país salga adelante, -comentó a su mujer.

- Puede, pero tú lugar está en la banca. Y a estas alturas, ¿no se te ocurrirá volver?, -le contestó esta.

Nunca hubo respuesta por su parte.

Ahora se debatía entre esa necesidad de servicio público y la complicación de gobernar una firma quebrada bajo la batuta, aunque sólo fuera formal, de alguien tan vehemente como Rato. ¡Si precisamente esa incompatibilidad había provocado su salida del BBVA! Tenía el 'no' en mente. Bajo ese esquema, no podía salir bien. Con toda seguridad. No, no sería posible.


Del rumor a la noticia, Goiri propuesto para presidente de Bankia

Sin embargo, las noticias que llegaban de Madrid durante ese sábado y ese domingo le situaban al timón de la nave, un eco que fue ganando tono amedia mañanadel lunes 7.

Descolgó el teléfono y llamó a su más leal colaborador, Pepe Sevilla.

- Pepe, ¿tú has oído algo? A mí no me ha llamado nadie, pero me lo están dando por hecho..., le apremió.

- Ni idea. Me pillas haciendo deporte.- Y prosiguió, -lo último que me contaste es que querían que trabajaras con Rato, ¿no?

- ¡Claro! Pero no, así no. Ya lo he decidido. Además, con el peso político de este no se lo pueden quitar de en medio así como así. Tengo varias llamadas perdidas suyas, pero hablé con Sáenz en que mi decisión se la trasladaría mañana. No quiero más presión, -replicó.

- Lo que hagas estará bien. Pero vamos, que estoy contigo. A este no se lo quitan ni con agua caliente...

Y siguió pedaleando por la Casa de Campo.

Sin embargo, la información era buena. Alrededor de la una y media del mediodía, Goiri recibió en su oficina de Bilbao un mensaje desesperado en su móvil de Rodrigo Rato, harto de que elpropuesto paraser su segundo no contestara sus llamadas: 'Salgo de Bankia, eres el nuevo presidente' erasu escueto mensaje. El vasco se quedó paralizado, respiró hondo y marcó el número del político reconvertido en banquero.

- Rodrigo, ¿qué es esto? Me dejas de piedra, -preguntó en estado de shock.

- Como lo ves...

- Pero, ¡si a mi no me ha llamado nadie!... -No había terminado de decir la frase cuando le entró Guindos en espera. -Espera, quees el ministro. Te cuelgo.

Luis de Guindos parecía tan atropellado como siempre, con esa forma suya tan particular de hablar, plena de adverbios terminados en '-mente'. Era la primera vez que se dirigía directamente a él en todo este proceso. Ni una sola aproximación directa hasta entonces.

- José Ignacio, no te puedes negar. Eres la única salida. Rodrigo se tenía que ir y todos están de acuerdo en que, efectivamente,el único candidato eres tú', -ametralló explícito.

- Pero ministro, esto no es tan fácil, -quiso apuntar un anonadado Goirigolzarri.

- Más de lo que parece, José Ignacio, más de lo que parece. Mira, entre que se anuncia, lo aprueba el consejo, sale Rodrigo y te instalas tú ha pasado un mes. Y ya al menos tenemos el problema en vías de solución y calmamos a los mercados. Que mira por dónde anda la jodida prima. Obviamente, no será un camino de rosas. Pero no te puedo aceptar un no.

- Ya..., -se resignó Goiri.

- Entiendo claramenteque eso es sí. Mañana vente a la hora de comer al Ministerio. Tráete un paper con lo que se te ocurra y lo rematamos. Rodrigo está dolido por lo que, evidentemente, largará cuanto pueda. Obviamente, te pido un perfil lo más bajo posible, -remató.

- Descuida, ministro, descuida, -contestó.

José Ignacio Goirigolzarri, principal candidato a futuro presidente de Bankia,colgó el teléfono. Mecanismo de protección o sentido del deber, por su mente un solo pensamiento: "Cómo tengo la espalda, y me toca cancelar el fisio de mañana. Menuda faena...'

No tardó en recuperar el sentido de la realidad, de la pesada realidad que le acababa de caer encima.

La primera llamada a su mujer ("ya sabes, el hombre propone y Dios dispone. Si ha sucedido es porque conviene") y la segunda a un estupefacto Sevilla.

- Pepe, estamos en esto. Ya te contaré los detalles. Voy a arreglar unas cosas por aquí, primero, yvolaré a Madrid a última hora de la tarde o primera de la mañana. En cualquier caso, nos vemos a las 10 en mi despacho. Como con Guindos a mediodía y necesito llevar un primer planteamiento, previo a nuestra incorporación. Pocas ideas, pero muy concretas. Sin apoyo a las mismas, no tiraremos adelante. -El plural no era ni mucho menos mayestático. Sabía que contaba con el antiguo analista de bancos. Y remató: -Necesito saber el tamaño del agujero.

- Me pongo con ello, -fue la leal respuesta de su subordinado.

La tarde fue más que intensa para los dos. La noticia había corrido como la pólvora por todo Madrid y las llamadas y mensajes se multiplicaban.

Goirigolzarri decidió desconectar en la media de lo posible y tomar distancia. A él le tocaba la orientación estratégica, la revisión de las grandes líneas de negocio y el establecimiento de las condiciones de carácter político. Ya se encargaría su antiguo director de riesgos de hacer el ajuste más o menos fino de las necesidades financieras de la entidad. No en vano, seguía reportándole como antaño los resultados trimestrales de la banca: magnitudes, credibilidad y tendencias. Buena parte del trabajo estaba adelantado.Guindos tenía razón. No eran la única, pero sí la mejor, elección.


"Si nos dan 15.000 millones, podemos sacar Bankia adelante"

Pese a ser dos personas razonablemente templadas, el ambiente en su oficina en la zona financiera de Madrid desbordaba emoción esa primaveral mañana del ocho de mayo. "Como en los viejos tiempos", debieron pensar uno y otro, sin atreverse a confesarlo mutuamente. El exconsejero delegado trató de rebajar el nivel de excitación.

- ¿Un café para arrancar?, -sugirió.

- A por él, -aceptó su subordinado mientras desplegaba papeles encima de una larga mesa.

Enseguida estuvieron de acuerdo sobre dos de las premisas esenciales. Si se quería que la cosa tuviera alguna posibilidad, aun remota, de éxito era necesario, por una parte, eliminar cualquier presencia política en los órganos de administración de la entidad y, por otra, retener los profesionales mejor cualificados que aún permanecían en su seno. De lo primero dependía la credibilidad en la profesionalización de Bankia que incorporaba su llegada. La retención del talento permitiría salvar el escollo de un periodo de transición que ninguno de los dos aventuraba cuánto podía durar. El banco debía seguir funcionando y evitar la fuga de clientes era clave para sentar las bases de cualquier proyecto.

Sin el OK a ambos puntos, no habría negociación por su parte.

A partir de ahí, el principal punto de fricción se derivaría de los números, de la verdadera dimensión de necesidades de capital y liquidez de la suma de Cajamadrid, Bancaja y otras cinco cajas menores. Lo sabían. Determinar qué coste tendría la nacionalización para el Estado y cómo se había de financiar en un entorno de primas de riesgo nacionales disparadas al alza era el núcleo gordiano de la operación que había que deshacer para que fuera factible. Y eliminar en esta parte la vis política del gabinete de economía sería imposible. Contaban también con ello. Se trataba de afinar, proponer y, sobre todo, convencer.

Repasaron las magnitudes una y otra vez. Y casi era mejor no hacerlo. Cada revisión se convertía en una suerte de suma y sigue cuando nuevos frentes de posibles pérdidas se incorporaban al análisis.

- Pepe, ¿estás seguro?, -inquirió una vez más Goirigolzarri.

- Con esa cifra no te equivocas, presidente, -le contestó este con cierta sorna.

- ¿20.000, pues?

- 20.000.

- Eso no lo compra Guindos ni de coña, -concluyó Goiri.

- Lo sé, pero tenemos margen, -respondió raudo Sevilla.

- ¿Hasta dónde?, -preguntó.

El tiempo se les echó encima sin apenas enterarse.Cuando llegó la hora de salirpara el Ministerio de Economía, sito en la Plaza de Cuzco de Madrid, apenas habían transcurrido 24 horas desde la llamada de su titular. José Ignacio Goirigolzarri era consciente de que, de esa reunión, dependía fijar las reglas de juego que condicionarían no sólo su futuro o el de la propia Bankia, sino el del conjunto del sistema financiero español. Y sabía que llevaba a Guindos un plan vulnerable en la forma y cogido con alfileres en el fondo. Pero no había habido tiempo para más. Al menos llevada en la cifra suelo que le había sugerido su hombre de confianza. Se resignó a la fuerza de lo inevitable.

- Hablamos cuando acabe, pero ten por si acaso el móvil conectado, -le dijo a su compañero de fatigas encarando la puerta de salida.

- No te preocupes, -replicó Sevilla-. Suerte.

- No sé si prefiero no tenerla, la verdad-. Sonrió tímidamente y se marchó.

Como se imaginaba, el ministro de Economía apenas puso oposición a las dos primeras condiciones, si bien dejó en el aire la forma de concretar la fidelización de los mejores activos personales del banco. "Ya habrá tiempo", pensó Goiri. "De momento, la cosa marcha pero queda lo más difícil...". Guindos le sacó de su ensoñación de manera abrupta.

- Al tema. Me interesa tu estimación del dinero necesario para evitar que esto quiebre, si no lo ha hecho ya, -le urgió.

- 20.000 millones de euros, -escupió su interlocutor sin circunloquio alguno.

El ministro tomó el papel en el que Goirigolzarri había leído la cifra, levanto la mirada hacia él y le dijo.

- No way. El techo son 15.000, dile a Pepe Sevilla que se mire los números de Goldman. Ir más allá de esa cifra no se justifica, -concluyó. Goldman Sachs acababa de realizar un informe sobre el posible agujero de Bankia que manejaba esa cifra como escenario pesimista.

- Se lo diré, pero no es una estimación agresiva, ministro, -defendió el banquero.

- Insisto, el techo son 15.000. Efectivamente, si la situación fuera mucho peor habría que mirarlo, pero obviamente eso sería porque hay otro tipo de responsabilidades, -prosiguió De Guindos aferrado a su idea preliminar.

- Ministro, ¿tengo tu palabra de que eso será así?, -preguntó francamente Goirigolzarri.

- La tienes, -contestó el miembro del gabinete de Rajoy.

- Cuenta conmigo, pues -remató extendiendo su mano. Luis de Guindos se la estrechó con una amplia sonrisa.

Se acababa de cerrar la llegada del antiguo CEO del BBVA a la presidencia de Bankia en sustitución de Rodrigo Rato.Antes de que se despidieran, De Guindos volvió a tomar la palabra.

- Oye, José Ignacio, que he estado pensando que esto cuanto antes, que lo mejor para España, los mercados, Bankia y el propio Rodrigo es que mañana mismo tomes las riendas del banco y se precipite la salida del antiguo equipo gestor, que bastante enmerdada esta la cosa..., -le apremió.

- Ya, pero ayer..., -replicó sorprendido Goirigolzarri.

- Lo sé, pero hay que hacer tabla rasa. No queda otra. Voy a preparar todo para el anuncio. Ya le pido a mi gente que organice el relevo. Tú tranquilo, que peor que hasta ahora no va a ir...

"Joer, la primera en la frente antes de empezar", caviló Goiri mientras entraba en el coche que le esperaba en el parking del Ministerio. Sin embargo, de inmediato le pudo la responsabilidad de la tarea que acababa de asumir. "¿No querías colmar tu sentido de trascendencia? Pues toma dos tazas. Ya no merece la pena darle una vuelta más. Te has comprometido. Sólo queda ponerse a trabajar..."

Llamó a José Sevilla.

- Pepe, prepárate porque a partir de ahora vas a tener poco tiempo de aburrirte. Deal done, -señaló pasándose al inglés.

- ¿Cuánto al final?, -le preguntó Sevilla, preocupado por los números.

- 15.000, tu suelo. La has vuelto a clavar.

- Sí, pero vamos justos, José Ignacio. Aún así, se puede, -concluyó.

- Se puede, sí, se puede...

Al día siguiente, miércoles 9 de mayo, se producía el relevo en la cúpula de Bankia de forma simultánea a la nacionalización de la entidad. Uno de los principales quebraderos de cabeza desde la llegada del PP al poder, y causa de buena parte del descrédito de su Gobierno allende las fronteras de España, quedaba en vías de solución. Bastaron dos días para solventar lo que nadie se había atrevido a resolver en meses. La reforma financiera del país entraba de este modo en su fase definitiva. En 48 horas, nuestro sistema financiero había quedado salvado, a la espera de Draghi y su "haré todo lo que tenga que hacer".

A Alfredo Sáenz, el 'traicionado', le vino otro recuerdo a la cabeza. Era febrero de 2002 y Angel Corcóstegui le traspasaba la batuta de mando del Grupo Santander. En el repaso de figurantes, un nombre propio: Javier Marín y un consejo de CEO a CEO: "Alfredo, no te fíes". Once años más tarde...


Cuando Alfredo Sáenz entregó su puesto de consejero delegado del Banco Santander a Javier Marín hace ahora quince días, la primera imagen que se le vino a la cabeza fue la de Luis de Guindos.