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¿Qué ocurriría si hubiera ganado Corbyn? Más industria y menos banqueros
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PROGRAMA ELECTORAL DE LOS LABORISTAS

¿Qué ocurriría si hubiera ganado Corbyn? Más industria y menos banqueros

Las encuestas predijeron bien la resurrección del líder laborista que no le ha conseguido dar la victoria frente a May. Su programa incluía nacionalizaciones y más control de la banca privada

Foto: Jeremy Corbyn, en un acto de campaña. (Reuters)
Jeremy Corbyn, en un acto de campaña. (Reuters)

El manifiesto electoral del Partido Laborista comienza con un compromiso que va mucho más allá que una declaración de principios: “Mediremos nuestro éxito económico no por el número de multimillonarios, sino por la capacidad de nuestra gente para vivir una vida mejor”. Es probable que sea pura palabrería —o no—, pero sin duda que el mensaje es lo suficientemente potente para encandilar a millones de británicos. Pero no lo suficiente, pues Theresa May ha resultado vencedora de las elecciones a pesar de no haber logrado la mayoría absoluta. Su programa era tentado entre otras cosas, como airean los laboristas, porque aunque la economía del Reino Unido lleva creciendo de forma ininterrumpida desde 2010 —España comenzó a ver la luz en 2014—, los salarios reales (descontada la inflación) son hoy inferiores a los que había antes de la crisis.

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Un argumento sólido que mira al bolsillo y que explica que Jeremy Corbyn (Chippenham, 1949) haya renacido de sus cenizas. Sin duda, por los errores groseros que ha cometido la 'premier' May durante la campaña electoral (gestión del terrorismo o creación de un impuesto mal explicado y peor ejecutado para la tercera edad), pero también porque ha sido capaz de construir un discurso contra las élites muy eficaz en términos electorales. Algo que explica que algunas encuestas hablen de empate técnico.

Corbyn, de hecho, reivindica aquello que dijo Sarkozy en los albores de la crisis, cuando habló de “refundar el capitalismo”. Pero una refundación de izquierdas —no de derechas—, lo que justifica que haya escogido a un marxista, John McDonnell, como su portavoz económico. Es verdad que marxista del siglo XXI, pero marxista al fin y al cabo.

Y que reivindica, paradójicamente, un viejo principio liberal: la igualdad de oportunidades, para lo cual Corbyn propone crear un gran fondo de inversiones públicas destinado a mejorar la vida de los sectores más desfavorecidos con una dotación de 250.000 millones de libras a ejecutar en 10 años. Y que incluye finalizar las obras del tren de alta velocidad que debe unir Londres y Leeds a través de Birmingham.

Es decir, el viejo ascensor social del laborismo desde los tiempos de Beveridge, pero sin subir los impuestos para las clases medias. En el programa laborista hay un compromiso de no elevar la presión fiscal para quienes ingresen menos de 80.000 libras al año (unos 91.500 euros), ni tampoco las cotizaciones sociales o el IVA. Es decir, que alrededor del 5% de los contribuyentes británicos pagará los aumentos del gasto público que propone Corbyn. Aunque sin excesos. El manifiesto habla de situar el déficit público británico en el 0% del PIB dentro de cinco años (en 2017 se situará, según Bruselas, en el -2,1%).

Empresas sistémicas

Hasta aquí, una socialdemocracia que puede considerarse 'clásica'. La novedad es que los laboristas se acercan a los partidarios del Brexit cuestionando la globalización. Corbyn reivindica la vieja industria británica, ahora en declive por el empuje de la economía de los servicios, en particular de los servicios financieros, centrados en Londres y en el sureste del país. Es decir, menos banqueros y más industria, el mismo mensaje con el que ganó Trump. Se propone, incluso, que en aquellas empresas consideradas sistémicas, el comprador (si se produce una fusión o una adquisición) esté obligado a respetar los derechos de los trabajadores y de los que se beneficien de algún plan de pensiones.

Una industria, en todo caso, menos contaminante. Y en este sentido, se propone garantizar que el 60% de la energía del Reino Unido proceda de fuentes renovables sin emisiones de carbono en 2030.

Y es que Corbyn se dirige, fundamentalmente, a los trabajadores de clase media, preferentemente urbanos, ahora castigados por la precariedad laboral y por los bajos salarios. De ahí que retome un viejo objetivo sindical: poner límites entre quienes más ganan y quienes menos cobran. Su propuesta es que el salario más alto en una empresa no supere en 20 veces el más bajo.

Un mensaje destinado, sobre todo, al ecosistema bancario, donde el pago de bonus ha causado repetidos escándalos. Incluso en entidades nacionalizadas. Y como Corbyn no se fía de los banqueros, lo que propone, ni más ni menos, es volver a la banca pública. Pero no para competir captando depósitos, sino que propone crear un Banco Nacional de Inversiones que se especializaría en prestar hasta 250.000 millones de libras a las pequeñas comunidades, las cooperativas y a las pequeñas y medianas empresas, como se hace, dicen los laboristas, en territorios poco sospechosos de planificación comunista, como Alemania o los países nórdicos. La banca tiene que estar al servicio de la estrategia industrial del país, sostiene Corbyn.

En el programa laborista hay un compromiso de no elevar la presión fiscal para quienes ingresen menos de 80.000 libras al año

En esa línea, se propone separar de forma nítida la banca de inversión de la minorista, con el objetivo de proteger a los consumidores, incluida la prohibición de cerrar sucursales cuando ello perjudique a una comunidad. Es decir, limitar los excesos del pasado, cuando muchos bancos, con depósitos de sus clientes, entraban en operaciones de alto riesgo.

¿Y qué hacer con un banco público como RBS, nacionalizado en plena crisis? Pues lo que se plantea es trocearlo y que cada una de las filiales se especialice en financiación de las actividades que tienen más dificultades para acceder al crédito.

El programa de Corbyn no olvida las nacionalizaciones. Y en este sentido, plantea la necesidad de que la Royal Mail, la legendaria empresa de correos, vuelva a ser pública en cuando se pueda (“fue un error histórico”, dice el documento). Como las líneas ferroviarias que se han privatizado en los últimos años o las redes de canalización del agua, que han permitido que el litro de agua se haya encarecido un 40% desde su enajenación. ¿Vuelve el laborismo?

El manifiesto electoral del Partido Laborista comienza con un compromiso que va mucho más allá que una declaración de principios: “Mediremos nuestro éxito económico no por el número de multimillonarios, sino por la capacidad de nuestra gente para vivir una vida mejor”. Es probable que sea pura palabrería —o no—, pero sin duda que el mensaje es lo suficientemente potente para encandilar a millones de británicos. Pero no lo suficiente, pues Theresa May ha resultado vencedora de las elecciones a pesar de no haber logrado la mayoría absoluta. Su programa era tentado entre otras cosas, como airean los laboristas, porque aunque la economía del Reino Unido lleva creciendo de forma ininterrumpida desde 2010 —España comenzó a ver la luz en 2014—, los salarios reales (descontada la inflación) son hoy inferiores a los que había antes de la crisis.

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