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De 17.000 euros al mes a 4€ por menú en negro: así viven los cocineros a domicilio
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una tendencia en auge

De 17.000 euros al mes a 4€ por menú en negro: así viven los cocineros a domicilio

Turistas, familias desbordadas o urbanitas sin tiempo (o sin ganas de aprender a cocinar). Son los clientes de Belén, Inés, Ismael y Natalya. Casi todos entraron en este negocio por necesidad

Foto: La mayoría de los cocineros a domicilio contactados por este periódico están en una situación precaria. (EFE)
La mayoría de los cocineros a domicilio contactados por este periódico están en una situación precaria. (EFE)

Están todo el día trabajando, no tienen tiempo para cocinar o echan de menos la comida casera que su familia les preparaba cuando eran pequeños. Así son los clientes de Polita, un ama de casa de 63 años reconvertida en cocinera a domicilio en Mallorca. “Ya soy mayor, nadie me contrata como vendedora y no tengo ayudas públicas. Me busco la vida como puedo”, explica. La edad de sus comensales varía, pero hay un denominador común: todos están demasiado ocupados como para ponerse a preparar un plato de cuchara.

Polita cobra 10 euros por día de trabajo (una comida), aunque hace descuentos a las familias que cuentan con ella de lunes a sábado. “Se lo dejo en 50 euros. Eso sí, los ingredientes y los materiales los ponen ellos”. Y cada vez recibe más llamadas, tanto de locales como de turistas. Esos mismos turistas contactaron con Belén, una argentina afincada también en Mallorca cuyo máximo deseo es conseguir los papeles para poder quedarse en España. “He preparado desayunos, comidas y cenas a tres familias de británicos en verano. Una de ellas me pagó una propina equivalente a mi sueldo por 15 días (800 euros). Todo en negro, eso sí”, cuenta a este periódico.

Pero la temporada alta se esfumó y su cuenta corriente comenzó a resentirse. “No sé cuánto tiempo aguantaré en España. El invierno ha sido una agonía para mí”, lamenta esta cocinera profesional. No todos los chefs a domicilio contactados por este periódico tienen problemas para llegar a fin de mes, o si no que se lo pregunten a Ismael y su novio. La especialidad de esta pareja es la comida venezolana, y su zona de trabajo es la Costa del Sol. “Todo empezó con una cena que preparamos a unos señores mayores. Les gustó tanto que corrieron la voz” por las urbanizaciones de los alrededores.

Hoy, ambos cuentan con una cartera fija de 30 clientes que les pagan unos 400 euros cada vez que organizan una multitudinaria comida familiar, aunque las recomendaciones han llegado a oídos de los cientos de turistas que inundan las costas españolas cada verano. A sus 21 años, Ismael dice facturar entre 15.000 y 17.000 euros en los mejores meses. Su público es sobre todo británico, latino y español, de todas las edades.

Cocinero de día, ‘youtuber’ de noche

Ismael está dado de alta como autónomo tanto para su profesión de cocinero por horas como para su actividad como ‘youtuber’. “No quiero problemas con Hacienda. Jamás trabajo sin contrato”, asegura. Otros como Natalya no están registrados en la Seguridad Social porque sus ‘jefes’ no están dispuestos a regularizar su situación. “En Chiclana [Cádiz] no hay trabajo. Pongo anuncios para sobrevivir”, relata esta ucraniana que compatibiliza su nuevo oficio con el de modista. No es cocinera profesional, pero le encanta. “Y se me da bien”.

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Sus clientes son gente sin tiempo para cocinar, familias desbordadas con hijos o parejas que se pasan todo el día trabajando, un perfil idéntico al dibujado por el presidente de la Real Academia de Gastronomía, Rafael Anson. “Contratar a camareros y/o cocineros por horas se está poniendo de moda, y no solo para ocasiones especiales. Es una tendencia en auge”, sostiene en declaraciones a El Confidencial. Así lo corroboran fuentes de Cocineroadomicilio.es, un portal que pone en contacto a clientes con chefs.

“En solo tres horas, cocinamos el menú familiar para toda una semana (…) Come en casa sano, rico y ahorra un dinerito”, anuncian en su web. La tarifa es de un mínimo de 15 euros por hora, muy inferior a la de otro portal más especializado en eventos como cumpleaños, grandes comidas familiares, comuniones o cenas románticas (uno de los servicios más demandados). Urban Chefs cobra entre 45 y 90 euros por comensal y aplica filtros a sus cocineros: todos deben estar dados de alta como autónomos y contar con un título formativo. No valen ‘amateurs’, explican fuentes de esta plataforma.

Uno de los grandes retos de este tipo de negocio es la (falta de) confianza. “¿A quién voy a meter en mi casa?”. Y cómo no, el desconocimiento. “Pero a la gente ya le empieza a sonar. Este último año se ha notado el repunte de la demanda” sobre todo en los núcleos urbanos de Madrid y Barcelona. En Urban Chefs se ponen serios con los ‘chanchullos’. Nada de pagos en B.

Pero la realidad de la calle es muy distinta. Solo uno de los siete contactados por este periódico tiene los papeles en regla. A Polita, por ejemplo, no le compensa darse de alta como autónoma porque no factura lo suficiente. Otros lo dicen abiertamente en su anuncio, aunque declinan hablar con este periódico: “Soy cocinero profesional asturiano con extensa trayectoria (…) preferible SIN contrato”.

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Margarita trabajó durante casi tres años para “gente que no le gusta cocinar ni quiere aprender”, como una familia griega que se enamoró de las lentejas o los pimientos rellenos que les preparaba esta catalana de 57 años por unos 90 euros a la semana. Dejó de ser chef a domicilio cuando encontró un puesto a tiempo parcial en un restaurante, aunque sus ingresos apenas han mejorado. Tampoco remontan los de Inés, una granadina que decidió tirar los precios (cuatro euros por menú) para atraer clientes. No ha tenido suerte. “En un año, no me ha llamado nadie, y los que llaman me vienen con proposiciones indecentes”.

La competencia y las exigencias de los clientes van en aumento. "La gente pretende que le prepares el sábado la comida de toda la semana. ¡Y lo quieren en dos horas para ahorrarse un pico! Eso es imposible. Yo me niego", zanja Margarita. Otros muchos sí están dispuestos a rascar de donde sea para complementar sus bajos ingresos o buscar una alternativa al desempleo.

Están todo el día trabajando, no tienen tiempo para cocinar o echan de menos la comida casera que su familia les preparaba cuando eran pequeños. Así son los clientes de Polita, un ama de casa de 63 años reconvertida en cocinera a domicilio en Mallorca. “Ya soy mayor, nadie me contrata como vendedora y no tengo ayudas públicas. Me busco la vida como puedo”, explica. La edad de sus comensales varía, pero hay un denominador común: todos están demasiado ocupados como para ponerse a preparar un plato de cuchara.

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