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Muere José Ángel Sánchez Asiaín, un banquero en el país de las maravillas
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a los 87 años

Muere José Ángel Sánchez Asiaín, un banquero en el país de las maravillas

Pionero en la introducción de las tarjetas de crédito en España, fue presidente del Banco Bilbao Vizcaya tras su fusión en 1988. También presidió el Patronato del Prado y la Fundación Cotec

Foto: Sánchez Asiaín, junto a la reina Sofía, en junio de 2009. (EFE)
Sánchez Asiaín, junto a la reina Sofía, en junio de 2009. (EFE)

Solía decir José Ángel Sánchez Asiaín —que falleció el pasado 31 de diciembre en Madrid a los 87 años— que la materia prima de la banca no es, como se suele creer, el dinero, sino la información. Una información, por supuesto, asimétrica. El banquero siempre tiene más información de la que posee el cliente que va a pedir un préstamo, y esto le hace imbatible.

A partir de esta concepción, lo que desarrolló Asiaín fue un formidable modelo de banca construido sobre la innovación tecnológica para tener, precisamente, más información, lo que llevó al Bilbao a ser el banco que introdujo en España, en 1971, la tarjeta de crédito, algo desconocido en la inmensa mayoría de los países europeos.

Lo importante era adelantarse a su tiempo, y eso justifica que durante muchos años el viejo Banco Bilbao fuera claramente el más avanzado del sistema financiero español. Entre otras cosas, como sostuvo en su discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas, porque la desregulación bancaria conducía inexorablemente a la globalización, y eso explica su decidido apoyo a las fusiones. En particular, con el Vizcaya, su viejo enemigo en aquellos tiempos en que los industriales vascos se paseaban por el mundo.

Asiaín, sin embargo, chocó con algo que no estaba en los manuales de la banca, pero sí en 'Alicia en el País de las Maravillas', el libro de Lewis Carroll al que dedicó muchas horas de estudio hasta convertirse en una obsesión intelectual. El libro de Carroll tiene que ver mucho con la naturaleza del poder, y eso explica que la fusión con el Vizcaya tropezara desde un primer día con algo que no está en las máquinas, la condición humana, lo que obligó al ministro Solchaga a imponer un presidente del nuevo banco, el BBV, tras la prematura muerte de Pedro Toledo.

Asiaín no solo chocó con la ambición (dos consejos de administración divididos al 50%), sino también contra los nuevos forajidos de la banca que pretendían asaltar al poder en una España —la del pelotazo— a la que no iba a reconocer ni la madre que la parió, en célebre frase de Alfonso Guerra.

Cuando antes de la fusión con el Vizcaya Asiaín lanzó una operación contra el decrépito Banesto de los ochenta, lo que consiguió, en realidad, fue empujar hacia el olimpo financiero a un joven abogado del Estado llamado Mario Conde, que con la ‘pasta’ ganada en la venta de antibióticos presumía de ser un ‘caballero blanco’. Pero no para salvar al viejo Pablo Garnica, hundido de tanta incompetencia, sino para quedarse con el banco, lo que consiguió.

Era un tiempo de taimados personajes más propios de un casino ambulante del Misisipi que de banqueros preocupados mínimamente por la decencia del sistema financiero. Y en este contexto, un personaje como Asiaín, más preocupado por cuestiones intelectuales y de análisis del sector financiero, no tenía nada que hacer. Ni siquiera cuando los viejos banqueros del posfranquismo se reunían una vez al mes para almorzar —y repartirse el mercado— en el viejo Central de Escámez. Asiaín, de hecho, junto a su viejo amigo Solchaga, hizo todo lo posible para romper ese 'statu quo' poniendo en marcha el baile de las fusiones que ha dado origen al actual sistema financiero.

Esa actitud lejana al mundo de las intrigas explica que se refugiara en los últimos años de su vida en la Fundación BBVA (tras la fusión con Argentaria), donde solía recibir a últimas horas de la tarde para aprender de los demás, como él mismo reconocía. Justo en el viejo palacete de Recoletos donde el marqués de Salamanca hacía de las suyas a costa del erario público.

El empresario, banquero y economista español, pionero en la introducción de las tarjetas de crédito en España, nació en Barakaldo (Bilbao), se licenció en Derecho por la Universidad de Deusto, doctorándose posteriormente en Economía en 1958 por la Universidad Central de Madrid. Una vez terminados sus estudios, fue profesor en Deusto, momento en que empezó a trabajar en el Banco de Bilbao.

Entre sus actividades fuera del mundo de la banca destaca la de presidente del Patronato del Museo del Prado entre 1990 y 1993. También presidió la Fundación Cotec —dedicada al fomento de la innovación tecnológica en la empresa y en la sociedad española— desde su fundación en 1990 hasta 2012.

Durante su vida, Sánchez Asiaín recibió varios galardones, entre ellos, la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio y la Gran Cruz del Infante Don Enrique de Portugal. Además, fue miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, de la Real Academia de Historia y de la Real Academia de Ciencias Económicas, Sociales y Financieras de Barcelona. En 1987 recibió el premio Juan Lladó por su apoyo a la cultura y la investigación

Solía decir José Ángel Sánchez Asiaín —que falleció el pasado 31 de diciembre en Madrid a los 87 años— que la materia prima de la banca no es, como se suele creer, el dinero, sino la información. Una información, por supuesto, asimétrica. El banquero siempre tiene más información de la que posee el cliente que va a pedir un préstamo, y esto le hace imbatible.

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