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“El mejor ministro de Economía de la democracia ha sido Miguel Boyer”
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ENTREVISTA CON EL ECONOMISTA ÁNGEL LABORDA

“El mejor ministro de Economía de la democracia ha sido Miguel Boyer”

El economista Ángel Laborda se ha jubilado. Considerado un referente en el análisis macroeconómico, es hoy escéptico sobre la economía si no se hacen reformas

Foto: El economista Ángel Laborda. (EC)
El economista Ángel Laborda. (EC)

El economista Ángel Laborda (Añón de Moncayo, Zaragoza, 1949) se ha jubilado. La noticia no tendría nada de particular -al fin y al cabo, este año lo van a hacer unos 76.685 españoles- si no fuera porque pocos economistas como Laborda representan a una profesión. Durante bastantes años al frente de la división de previsión y coyuntura del Ministerio de Economía y Hacienda, y, posteriormente, desde la dirección de Funcas, una institución a la que ha convertido en referente del análisis macroeconómico.

Laborda -tras aprobar unas oposiciones de técnico de Administración Civil del Estado (TAC)- llegó al Ministerio de Economía a finales de los años setenta, y, desde entonces, ha visto pasar periodos de estancamiento con altas tasas de inflación; de fuerte expansión económica; nuevamente de recesión y, finalmente, una larga crisis que aún no ha terminado y que se ha llevado por delante millones de empleos.

Ahora, sin embargo, no volverá a escribir de economía (al menos por el momento). Quiere recuperar su vieja pasión por la literatura, la filosofía o la historia clásica. Por el latín y el griego que estudió en el bachillerato, y que ahora han sido despreciados por una cultura más técnica y menos humanística, lo cual choca, precisamente, con el carácter social de la ciencia económica.

“La economía”, sostiene, “nace de la filosofía, como toda la ciencia y la cultura. Nace de preguntarse por qué funcionan las cosas. Adam Smith era, de hecho, un filósofo al que le preocupaba la ética. En el siglo XVIII, la economía era una rama de la filosofía moral que analizaba la conducta social. Pero hoy no se entendería la economía sin las matemáticas, que nos ayuda a entender aquellas cosas que no somos capaces de observar. Los modelos econométricos nos ayudan a entender la sociedad”.

Pregunta. Muchos piensan que los economistas no supieron ver la dimensión de la crisis, ni siquiera su naturaleza…

Respuesta. Es posible que muchos ciudadanos que no entienden qué es la economía piensen eso. Pero no sería justo. La economía no consiste en prever lo que va a pasar. Ninguna ciencia lo permite. Algunas pueden acercarse a corto plazo. Pero el futuro es el futuro, y depende de los seres humanos, y eso ninguna ciencia lo puede prever. Aunque, dicho esto, yo sería capaz de citar a muchos economistas españoles y no españoles que decíamos que el camino que llevaba la economía española desde 2002 en adelante era completamente inviable. Que nos llevaba a un callejón sin salida por la cantidad de desequilibrios que habíamos acumulado. Y en economía, cuando se generan desequilibrios, acaban por estallar, como en la física cuando chocan las capas tectónicas.

P. Cómo está la profesión de economista en España. Ningún premio Nobel…

R. Son iguales, ni mejores ni peores que el resto. España no está retrasada en ningún ámbito de las ciencias. Y tampoco en economía, aunque no nos den el Nobel. En los últimos años, muchos economistas se han formado en las mejores universidades y ahora trabajan aquí.

P. Otra cosa es la contaminación política a la hora de hacer los análisis…

R. Claro que está contaminada por la política, como lo está todo. Todo lo que tenga que ver con la dimensión social del hombre es política. Y también la economía. Ahora bien, habría que distinguir la economía teórica de la aplicada, que es la que intenta solucionar problemas de la economía real a partir de los conocimientos que proporciona la primera. Otras ramas también se entrecruzan. Nadie diría que la sanidad es política, pero sí que lo es cuando se habla de política sanitaria, y eso influye en el trabajo de un médico. Cualquier disciplina que habla del mundo real está contaminada por la política.

Otra cosa es la existencia de una contaminación muy negativa, que se produce cuando los grandes grupos de poder económico financiero tienen a su servicio una pléyade de economistas haciendo investigación. No es que les den directrices concretas para que sus análisis sean favorables para sus intereses, sino que esos economistas tienen un sesgo, y eso es así. Eso ocurre en todos los ámbitos, también en los medios de comunicación. Es evidente que hay grandes 'think tanks' que trabajan en una línea defendiendo unos intereses, y eso para mí es contaminación. Cuando alguien dice algo, hay que saber desde dónde habla y qué intereses puede tener. Por eso, muchas veces discrepamos tanto los economistas.

Hay grandes 'think tanks' que trabajan en una línea defendiendo unos intereses, y eso es contaminación

P. ¿Quién ha sido el mejor ministro de Economía desde la recuperación de la democracia?

R. Yo les pondría a todos un notable alto. En este país tendemos muchos a criticar por mediocre a nuestra clase política y a los dirigentes. Y no digo yo que, en muchos casos, a la vista está, sea justificada la crítica. Pero si lo examinamos con perspectiva, habría que ver cómo era este país hace 40 años. Lo que hacen los gobernantes no es tan importante como muchas veces se cree. La economía está llena de pequeñas decisiones de millones de personas que conforman al final el desarrollo de una economía. Este país ha tenido suerte.

P. No me ha contestado. ¿Quién ha sido el ministro más determinante?

R. Ya que ha pasado mucho tiempo, diría que el mejor ha sido Miguel Boyer. La gente ya no se acuerda de cómo estaba España en aquellos años. Si ahora España está atravesando una crisis, hay que recordar que entonces llevábamos una década en negro. Las dos crisis del petróleo dejaron el modelo y la estructura productiva completamente obsoletos. Los cambios se hicieron con valentía y se afrontaron las bases de lo que es hoy la economía española.

El mejor ha sido Boyer. La gente ya no se acuerda de cómo estaba España. Si ahora está atravesando una crisis, entonces llevábamos una década en negro

P. Y el mayor error ha sido no ver la crisis...

R. Creo que el gran error fue habernos lanzado a la piscina del euro sin saber nadar o, por lo menos, teniendo flotadores. Los españoles, creo, tenemos un problema, y es que no somos reflexivos. Nos lanzamos rápidamente, pero sin pensar ni ver las consecuencias.

P. Para lo bueno y para lo malo. Eso nos hace más intuitivos y con mayor capacidad de adaptación...

R. Sí. Pero yo prefiero otros comportamientos. Los ingleses, por el contrario, son demasiado reflexivos. Todavía están pensando si hicieron bien entrando en la UE hace más de 30 años. Ellos hacen estudios sesudos, mientras que los españoles nos lanzamos al euro pensando que era lo mismo que formar parte de la Unión Europea. Esto fue una gran decisión, pero para pertenecer a la unión monetaria tenemos que tener instituciones que funcionen de una determinada manera. No es lo mismo poder devaluar, que es lo que hacíamos cuando teníamos una moneda propia, que la situación actual, en que tenemos a nuestra moneda sujeta a un ancla fijo y hemos perdido nuestra soberanía monetaria.

El gran error fue lanzarnos a la piscina del euro sin saber nadar o, por lo menos, teniendo flotadores

P. Eso es lo que explica la intensidad de la crisis…

R. Sin duda. Entramos en el euro como un drogadicto al que se le da droga en forma de tipos de interés muy bajos y sin restricción para acceder al crédito. Junto a esta abundancia de capital, la inmigración proporcionó la oferta abundante y barata del otro factor necesario, la mano de obra. Así es como empezamos a endeudarnos y a provocar una burbuja inmobiliaria de dimensiones históricas.

P. Se ha dicho que la reforma laboral de los años noventa fue, precisamente, la entrada de inmigrantes con salarios más bajos…

R. Claro. Y eso contribuyó a este proceso. La limitación que pudiéramos haber obtenido por el factor trabajo se resolvió con la entrada de cinco o seis millones de inmigrantes que contribuyeron a la burbuja inmobiliaria y a un fuerte endeudamiento de todos los sectores productivos..

P. ¿Por qué no se vio algo tan evidente?

R. Muchos lo vimos. Y también vimos que no se podían subir los salarios y los precios más que Alemania sin incrementos de la productividad. Todo aumento salarial que no se vea avalado por incrementos de la productividad es inflación pura y dura. Y todos los incrementos de precios que tampoco se vean respaldados por la productividad es inflación pura y dura. Y eso es lo que nos pasó durante muchos años. Casi dos puntos de diferencia por año respecto de Alemania, que es el país ancla.

P. Supongo que los salarios, pero también los beneficios empresariales, como usted ha escrito muchas veces...

R. Claro, claro. Los salarios y los excedentes. Los precios incluyen el margen que aplican las empresas sobre los costes de producción.

"Todo aumento salarial que no se vea avalado por incrementos de la productividad es inflación"

P. ¿Cuál es ese indicador clave que le gusta mirar a Laborda para analizar la coyuntura?

R. Depende de la fase cíclica. En estos momentos hay, para mí, algunos indicadores fundamentales que hay que analizar con detalle, porque de ellos depende que prosiga la recuperación y nuestro futuro. Uno, la inversión de las empresas. Es crucial. La crisis se ha llevado por delante buena parte del capital productivo, y hay que rehacerlo para poder crear puestos de trabajo. Si esa variable se para, ¡cuidado!

La segunda variable es el empleo. Diría que hay que crear puestos de trabajo casi a cualquier precio, aunque suene exagerado. Se hace hincapié, y no quiero quitarle importancia, a que el trabajo que se está creando no es de calidad y que los salarios son bajísimos, sobre todo de los nuevos trabajadores. Pero diría que antes de eso lo más importante es crear empleo, aunque no sea de calidad. Al menos a corto plazo. Un economista me diría: "Eso que está diciendo Ángel es una barbaridad". Y yo le diría, "tienes toda la razón". A medio plazo, este modelo de creación de empleo y de patrón de crecimiento no es deseable. El modelo actual es de baja productividad y bajos salarios. Y sin productividad no pueden aumentar ni los salarios ni los beneficios. A medio plazo, este modelo no es el que necesita este país.Pero en estos momentos hay que absorber cuanto antes la enorme tasa de paro. Además, pensemos que hay muchos parados con baja cualificación y también para ellos hay que crear empleo.

"El Gobierno debería haber aprobado medidas de choque contra la pobreza. No es de recibo que se esté mendigando por conseguir 400 euros"

P. Hablar de corto plazo en España en términos de empleo es peligroso. En 1984, se dijo que los contratos temporales nacían como medida de choque para crear puestos de trabajo, y hoy la temporalidad inunda el mercado laboral…

R. Eso es verdad. Es un tema sin resolver. La economía es confrontación de intereses. Un economista ortodoxo te diría que el mercado de trabajo debería ser flexible para que las empresas puedan utilizar de mejor manera el factor trabajo. Esto daría lugar a que hubiera menos paro, aunque con más poder de decisión de los empresarios. Este conflicto siempre ha estado presente -los marxistas lo llamarían lucha de clases-, y en España está sin solucionar, como ahora en Francia.

En algunos países se ha resuelto con el concepto nórdico de 'flexiseguridad'. Aquí se han hecho reformas laborales que han ido hacia la parte 'flexi', pero se han olvidado de la 'seguridad' para el trabajador. Los sindicatos suelen entender que esta seguridad pasa por poner altos los costes de despido, pero los nórdicos se refieren a que un trabajador tenga la oportunidad de encontrar trabajo de forma rápida, en apenas tres o cuatro meses.

El trabajador en paro debe tener todo el apoyo de las instituciones del Estado, no solo con cobertura de desempleo o mediante políticas activas que le permitan encontrar rápidamente un puesto de trabajo. En España no se ha hecho así. La última reforma laboral solo se preocupó de la 'flexi', mientras que en los países nórdicos los gobiernos se gastan un pastón en políticas de formación o en ayudar a los parados a buscar un empleo. La mayor seguridad es que un trabajador pueda volver a encontrar un empleo.

P. Con el consiguiente aumento de la desigualdad…

R. Esta crisis ha dejado en la cuneta a muchas familias, y el Gobierno debería haber aprobado medidas de choque contra la pobreza. No es de recibo que se esté mendigando por conseguir 400 euros, lo cual, además, lleva unos enormes costes de gestión.

P. ¿Cuántos parados hay en España? ¿Un 21%?

R. En sentido estricto, es decir, un trabajador que no haga nada, es probable que esa tasa de paro sea bastante alta. Hay mucha gente que hace chapuzas por las que recibe una remuneración. Ahora, aunque eso sea así, ese tipo de empleo no dice que una persona esté ocupada. Hay un subempleo muy elevado con ocupaciones que no son dignas de tal nombre. Lo mismo me da un paro del 21% u otro del 15% si se contabilizan esas chapuzas. Esa discusión no tiene sentido.

P. ¿Es sostenible la deuda pública?

R. La deuda, sea alta o baja, es sostenible en función de dos consideraciones. La primera es saber para qué nos estamos endeudando. Y la segunda es ver si hay quien nos la financia y bajo qué condiciones. Debemos preguntarnos en qué no hemos gastado esa deuda (más de 60 puntos del PIB). Si en mejorar el aparato productivo o en financiar la formación de los trabajadores o en educación en general. Y yo diría que, más bien, poco dinero ha ido a esos objetivos. La deuda se ha ido a financiar la brutal caída de ingresos que se produjo con la crisis: 70.000 millones de euros.

En todo caso, lo que tenemos que tener en cuenta es que quien te presta el dinero te va a exigir un comportamiento económico actual y futuro riguroso. Si se rompe la confianza, malo. Japón tiene una deuda de más del 200% del PIB y tiene intereses negativos. De los EEUU, con una deuda similar a la de España, nadie piensa que sea insostenible. Pero en España sí hay todavía cierta desconfianza, y eso explica que la prima de riesgo siga en el entorno de los 140 puntos básicos y que nuestro país sufra cuando los mercados financieros se ponen inquietos.

P. No es de extrañar, con el problema de envejecimiento que tenemos a largo plazo y que afecta a la Seguridad Social.

R. No somos conscientes de que la Seguridad Social tuvo el año pasado un déficit de más de 18.000 millones de euros. Y que eso no es coyuntural o cíclico, como dice el presidente del Gobierno. Esos 18.000 millones van a estar ahí durante muchos años, como dice la Autoridad Fiscal, y no solo es cuestión de empleo.

El economista Ángel Laborda (Añón de Moncayo, Zaragoza, 1949) se ha jubilado. La noticia no tendría nada de particular -al fin y al cabo, este año lo van a hacer unos 76.685 españoles- si no fuera porque pocos economistas como Laborda representan a una profesión. Durante bastantes años al frente de la división de previsión y coyuntura del Ministerio de Economía y Hacienda, y, posteriormente, desde la dirección de Funcas, una institución a la que ha convertido en referente del análisis macroeconómico.

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