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La ‘burbuja’ Draghi echa a andar: 600.000 millones para huir de la deflación
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EL BCE PONE A TRABAJAR LA MAQUINA DE HACER BILLETES

La ‘burbuja’ Draghi echa a andar: 600.000 millones para huir de la deflación

Mario Draghi pasa por fin de las musas al teatro (seis años después de que lo hiciera por primera vez la Reserva Federal). Hoy aprobara su expansión monetaria.

Mario Draghi pasa por fin de las musas al teatro (seis años después de que lo hiciera por primera vez la Reserva Federal). Hasta ahora, el presidente del BCE ha actuado siguiendo la estela de la persuasión dialéctica en la que era un maestro Alan Greenspan. Y sin duda que le ha bastado la liturgia de las palabras (“haré todo lo necesario para salvar al euro”) para convertir su credo en una especie de metadona o de efecto placebo para calmar a los mercados.

Su discurso ha sido suficiente para aplanar la curva de tipos de interés, estrechar los diferenciales de prima de riesgo y eliminar prácticamente la volatilidad haciendo desaparecer la aversión al riesgo. Pero ahora el presidente del Banco Central Europeo (BCE) tiene que sacar la chequera para encarar una batalla (o una guerra) que, según algunos, está perdida sin reformas económicas estructurales. Sin embargo, ya no bastan las palabras para medir la potencia de fuego del BCE.

La economía europea –muy cerca del estancamiento– se asoma a la deflación (el IPC interanual se ha desplomado hasta el -0,2%) y la transmisión de la política monetaria sigue rota pese a la puesta en marcha de programas liquidez (impresión pura y dura de billetes posteriormente esterilizados) que apenas han servido para revertir la situación.

Ahora, sin embargo, el BCE tiene que jugarse el dinero de los contribuyentes comprando deuda pública, y eso es lo que explica el estado de shock que viven no sólo los mercados, sino, también, las cancillerías europeas. No es para menos teniendo en cuenta que en última instancia los garantes son los propios presupuestos nacionales que deberían cubrir las pérdidas que pudieran derivarse de la operación.

Los mercados serán los grandes beneficiados, pero una cosa es la inflación financiera (las burbujas) y otra muy distinta es la real (la que depende del ritmo de actividad económica). Y ello sin contar el efecto que tendrá sobre el gasto público el hecho de que los tesoros tienen asegurado que todas y cada una de sus emisiones serán compradas a tipos de interés cercanos a cero.

Lo que se sabe hasta el momento es que la compra de deuda en los mercados secundarios empezará muy probablemente en marzo y puede rondar los 600.000 millones de euros durante un plazo que puede durar entre uno y dos años. Por lo tanto, unos 50.000 millones de euros al mes si el plazo se limita a un año.

¿Mucho o poco? Dependerá de su eficacia siempre que la Eurozona evite caer en una especie de trampa de liquidez. Sea como sea, lo cierto es que el QE (expansión monetaria según sus siglas en inglés) tendrá un primer impacto no deseado por muchos ahorradores.

Malas noticias para los ahorradores

El euro tenderá a depreciarse (ayer cotizó en el entorno de los 1,15 dólares), y eso es lo que preocupa, entre otras muchas cosas, a los ahorradores alemanes y centroeuropeos, acostumbrados tener divisas ‘fuertes’ con suficiente capacidad para proteger a sus economías de las inclemencias monetarias poniendo a buen recaudo su poder de compra.

La historia ha demostrado que para Alemania –y las naciones volcadas a la exportación como Holanda– lo relevante es la productividad y no sólo la competitividad vía costes, por lo que sus exportadores están acostumbrados a no perder cuota de mercado pese a la apreciación del euro, como ha sucedido en los últimos años. De ahí que buena parte de la opinión pública se muestre recelosa con el camino emprendido por Draghi, y que pasa por elevar el balance del BCE hasta el entorno de los 3 billones de euros (un 50% más que ahora).

El hecho de que el BCE vaya a elevar su balance no significa, sin embargo, que se vaya a mutualizar el riesgo. Al contrario. No se conocen aún los detalles, pero lo que se ha filtrado hasta ahora es que cada banco central será responsable de la operativa (la compra de deuda), y ello supone, como muchos lo han llamado, una cierta ‘balcanización’ del BCE. O lo que es lo mismo, se ha avanzado en la unión bancaria, pero el Banco Central Europeo pisa el freno a la hora de compartir riesgos.

Por eso, no es de extrañar que ayer mismo un alto funcionario italiano citado por el FT dijera que “si el QE se realiza a través de la fragmentación no será eficaz, no va a ser coherente con una Europa verdaderamente unificada ". El ministro irlandés de Economía, Michel Noonan, se expresó en la misma dirección.

Nada de compadreos

Enfrente, sin embargo, está Alemania. Y no sólo de manera formal. El presidente del banco central alemán (Bundesbank), Jens Weidmann, se opuso en su día a la OMT, el antecedente ‘virtual’ de la QE. Fue, de hecho, el único miembro del Consejo de Gobierno del BCE que votó de forma contraria a su lanzamiento en 2012. Y luego compareció ante el Tribunal Constitucional germano para mantener esa oposición. Por lo tanto, nada de ‘compadreos’.

El problema, sin embargo, no es sólo la mutualización de riesgos. También preocupa qué tipo de activos comprará el BCE en los mercados secundarios (hacerlo en el primario sería lo mismo que monetizar el déficit y eso está taxativamente prohibido). Es decir, se trata de comprar activos de alta calidad y hacerlo de forma neutral. Por lo tanto, sin favorecer a ningún país para no levantar suspicacias. El mandato del Tribunal de Luxemburgo es nítido: las adquisiciones se deben hacer de forma proporcional al peso de cada país en el BCE.

Por el momento, se habla de la adquisición de deuda, como mínimo, triple B o más elevada, lo que permitiría sanear las tripas de muchas entidades financieras con balances inundados de emisiones públicas pero que no pueden liberar recursos para prestar dinero a sus clientes en un contexto muy exigente en cuanto a requerimiento de capital. Y lo que no es menos relevante: la estrategia del BCE pasa por hundir todavía más el rendimiento de los bonos soberanos (ya cercanos a cero en el núcleo duro del euro a un plazo de diez años).

De esta manera, argumenta el BCE, la banca podría conceder más préstamos. El problema es que los mercados se han vuelto adictos al dinero barato, y esa es una droga demasiado potente como para calmarla con 600.000 millones de euros. Puede parecer mucho, pero un país como España saldrá este año al mercado para captar casi 240.000 millones de euros. Bastante más de la tercera parte del QE. Echen las cuentas. Una nueva burbuja está a punto de nacer.

Mario Draghi pasa por fin de las musas al teatro (seis años después de que lo hiciera por primera vez la Reserva Federal). Hasta ahora, el presidente del BCE ha actuado siguiendo la estela de la persuasión dialéctica en la que era un maestro Alan Greenspan. Y sin duda que le ha bastado la liturgia de las palabras (“haré todo lo necesario para salvar al euro”) para convertir su credo en una especie de metadona o de efecto placebo para calmar a los mercados.

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