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Los ‘sobres’ de la gente de a pie
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Los ‘sobres’ de la gente de a pie

Ya sea por obligación o por necesidad, miles de personas en España cobran 'en negro' contribuyendo al fraude no empresarial en nuestro país

Foto: Marco no se ha dado de alta como autónomo para dedicarse al tatuaje
Marco no se ha dado de alta como autónomo para dedicarse al tatuaje

Marco es uno de tantos jóvenes que se han visto obligados a aceptar un empleo sin contrato. La oportunidad de ejercer su profesión –fisioterapia–, le vino de la mano del dueño de un spa hace dos meses. ¿Condiciones? Horario flexible a cambio de seis euros en mano por 60 minutos tratando a pacientes. “Me da para vivir en casa de mis padres”, afirma. El precio de mercado de este tipo de sesiones es de unos 35 euros.

“La práctica se pierde muy rápido cuando no estás trabajando. Lo acepté porque me aporta experiencia y necesito el dinero”. Su caso entra dentro del fraude no empresarial, responsable del 3% del dinero que el Estado no ingresa a causa de la economía sumergida. Así lo afirma Carlos Cruzado, presidente del Sindicatode Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha), quien cifra el total de pérdidas por economía sumergida en unos 88.000 millones de euros anuales.

“La gente cree que la economía sumergida es la del ‘con IVA o sin IVA’, pero de acuerdo con nuestros datos, ésta representa un importe menor”.

Dado que las grandes empresas y patrimonios son responsables del 72% de las pérdidas, lo lógico sería pensar que la Agencia Tributaria destina la mayoría de los recursos a investigar grandes fraudes fiscales, pero ni siquiera se invierte un 20%. ¿Cuál es la prioridad de la Administración? El cruce de datos de la gestión y el control del contribuyente a través de su nómina.

Ser o no ser… autónomo

Marco compagina su actividad profesional con una de sus pasiones: el mundo del tatuaje. Ni se ha dado de alta como autónomo ni tiene intención de hacerlo, ya que esto implicaría obligaciones de pago. “Apenas me saco 200 euros al mes. No me compensa”.

Según Antonio Fernández, doctor en Relaciones Laborales y autor del blog AFLabor, “la alternativa para Marco es tener un trabajo estable que le permita vivir o lanzar un negocio a lo grande”. Sin embargo, el joven no se atreve a emprender. “La economía no acompaña. Si tuviese algún tipo de ayuda del gobierno me lo plantearía, pero no lo ponen fácil”, se queja.

Emma trabaja en una empresa familiar sin contratoMuy distinto es el caso de Emma, una estudiante de Enfermería que trabaja en una pequeña empresa familiar dedicada a la distribución al por menor. La caída de las ventas es el principal motivo por el que esta joven no tiene contrato. “Prefiero que me llamen de vez en cuando para trabajar a que me digan que no me pueden tener en la tienda porque no hay dinero”, afirma. Aunque sabe que su actividad no le garantiza derechos laborales de ningún tipo, no está preocupada. “Soy muy joven y para mí cotizar no es una prioridad”.

El jefe de Emma comete otro fraude muy habitual entre el colectivo de autónomos: declara menos de lo que ingresa. “El beneficio sería muy poco si no se maquillasen las cifras. Además, es la única forma de poder optar a una ayuda social, y aún así nunca nos dan nada”, relata la estudiante.

Los autónomos y las pymes son los causantes del 25% de ingresos al Estado que se pierden, según Gestha. La pequeña empresa es un gran foco de economía sumergida debido a la falta de control. La agricultura, la hostelería y la empresa manufacturera son los sectores más afectados.

En contra de la concepción popular, este tipo de fraude no es exclusivo de los que apenas ganan lo necesario para sobrevivir. Alberto es un claro ejemplo: trabaja en un bufete bursátil por las mañanas y en una empresa financiera por las tardes. La primera actividad no está regularizada. “Prefiero ganar 1.200 euros sin retenciones de la Seguridad Social, frente a los 950 euros que cobraría en el bufete si tuviera contrato. No me preocupa el futuro porque tengo un plan de pensiones privado en concepto de ahorro procedente de una renta familiar”, señala el economista.

El profesor Fernández advierte que “no podemos confundir economía sumergida con ámbitos marginales. Ese tipo de trabajador es el que más voluntariamente cobra en negro. Si ya tiene un empleo regular, está cubierto en lo relativo a prestaciones sociales”.

Las dificultades de los empleados del hogar

Nati se inició en este oficio hace 14 años para adaptarse a los horarios de colegio de su hija, aunque nunca tuvo contrato. Hoy vive una situación difícil: “Comemos con apenas 400 euros al mes. Mi marido está en paro y no recibo ninguna ayuda del Estado”. El coste de un contrato laboral ahora recae sobre todo en el empleador, quien tiene que darse de alta como autónomo. Las personas para las que trabaja Nati ni siquiera consideran esta opción.

Nati, empleada del hogar, desearía poder trabajar con contrato“Si es día festivo, yo no gano paga extra. No tengo vacaciones. Si me pongo enferma, nadie me cubre”, lamenta. Este tipo de empleos se asocian a la precariedad y a la baja remuneración. “La Agencia Tributaria no huele este campo”, desvela el presidente de Gestha. Es muy complicado detectar el fenómeno del fraude en estos casos. “Estamos hablando de cantidades tan pequeñas que el empleado seguramente no tiene ni obligación de declarar”, explica.

¿Qué hacemos mal?

Carlos Cruzado es tajante: “Si queremos controlar el déficit es más necesario que nunca luchar contra el fraude”. Con un porcentaje de economía sumergida de más del 23% del PIB, “estamos diez puntos por encima de los países europeos de nuestro entorno”, señala el presidente del sindicato. Nos disputamos el segundo puesto con Italia. Grecia está a la cabeza con un 24% mientras que Alemania no llega al 13’4%, y nuestros vecinos franceses no superan el 10’8%.

España está a la cola de la OCDE en dinero destinado a la Agencia Tributaria en relación con el PIB y la población. Apenas hay un inspector por cada 1930 contribuyentes. No basta con aumentar la inversión en este campo. Habría que cotizar menos para cobrar más y no sentirse tentado a salirse de la vía legal, tal y como declara Antonio Fernández: “Si para pagar a un trabajador tienes que destinar un porcentaje tan alto al Estado, al final el salario final es irrisorio”.

No me considero defraudador, sino defraudado con el sistema. Le diría a la gente que no tiene que cabrearse conmigo por cobrar en negro, sino con la situación económica y política que yo no he causado. Hago lo que puedo para salir adelante

“Quizá hace falta un cambio de legislación para favorecer que algunas actividades no estén tan gravadas por impuestos y la gente se anime a hacerlas”.

Carlos Cruzado cree que la conciencia fiscal española es muy distinta a la de otros países. “Aquí hasta se presume de defraudar a Hacienda, mientras que si haces eso mismo en Estados Unidos tus amigos te dejan de hablar”. No es cuestión de carácter, sino de tradición democrática. “Quizá porque siempre se ha pensado que hay mucho derroche y mucha corrupción. Los gobiernos por ahora no han tenido demasiada voluntad política para combatir el fraude”, concluye.

“Está claro que estoy haciendo cosas que no se deben hacer, pero tampoco me quita el sueño. Habría que ver lo que hacen los demás en mi situación”, declara Emma. Alberto no acepta críticas: “Yo me lo busco. Cada uno hace con su vida lo que quiere”. Nati quiere regularizar su empleo: “Si me hicieran un contrato estaría encantada pero como no lo tengo, no me queda más remedio que trabajar así”. Tampoco existe alternativa para Marco:

“No me considero defraudador, sino defraudado con el sistema. Le diría a la gente que no tiene que cabrearse conmigo por cobrar «en negro», sino con la situación económica y política que yo no he causado. Hago lo que puedo para salir adelante”.

Marco es uno de tantos jóvenes que se han visto obligados a aceptar un empleo sin contrato. La oportunidad de ejercer su profesión –fisioterapia–, le vino de la mano del dueño de un spa hace dos meses. ¿Condiciones? Horario flexible a cambio de seis euros en mano por 60 minutos tratando a pacientes. “Me da para vivir en casa de mis padres”, afirma. El precio de mercado de este tipo de sesiones es de unos 35 euros.

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