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Draghi recuerda que la deuda española todavía no puede cantar victoria
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EL RENDIMIENTO DE LOS BONOS A 10 AÑOS SUBE AL 4,55%

Draghi recuerda que la deuda española todavía no puede cantar victoria

Los síntomas de complacencia comenzaban a acumularse. Procedían del Gobierno español y proclamaban que la sustancial moderación del rendimiento de la deuda y de la prima

Los síntomas de complacencia comenzaban a acumularse. Procedían del Gobierno español y proclamaban que la sustancial moderación del rendimiento de la deuda y de la prima de riesgo avalaban la política económica del Ejecutivo y eran una muestra más, junto a otras, de que lo peor había pasado. La posibilidad de que España pidiera otro rescate había pasado a la historia. Pero ha bastado que el Banco Central Europeo (BCE) no haya hecho nada en la reunión de junio para recordar lo frágil que es la confianza y, sobre todo, que es muy pronto para cantar victoria. 

La decepción generada por la inacción del BCE -que no bajó los tipos de oficiales ni los de la facilidad de depósito y tampoco anunció ninguna medida adicional- provocó que el jueves el rendimiento de los bonos españoles a 10 años saltara del 4,44 al 4,69%. A su rebufo, la prima de riesgo, que mide la diferencia entre esta rentabilidad y la de los títulos alemanes a 10 años, escaló de los 293 a los 317 puntos básicos. No se les veía tan altos desde abril. Solo la dosis de confianza transmitida al mediodía del viernes por el mercado laboral estadounidense, que da margen para que la Reserva Federal mantenga los estímulos monetarios, calmó la situación y permitió que el rendimiento y la prima, que por la mañana se tensaron hasta el 4,71% y los 321 puntos, despidieran la semana en el 4,55% y los 300 puntos, respectivamente. 

Pero esos repunten bastaron para que la semana terminara con signo negativo para la deuda española.  Y este balance se suma a otros hasta conformar una secuencia que obliga a mantener la cautela. El rendimiento de los bonos españoles lleva cinco semanas seguidas subiendo -o lo que es lo mismo, las ventas de bonos se han impuesto en las cinco últimas semanas-, la peor racha desde octubre y noviembre de 2011. En este intervalo, la rentabilidad ha repuntado en 50 puntos básicos -o 0,5 puntos porcentuales-. En el caso de la prima de riesgo, su racha no es tan mala, pero por otra causa: el incremento del rendimiento del bund alemán, que ha escalado del 1,2 al 1,55% desde finales de abril.  

Ración de recados

Por supuesto, estos niveles son mejores que los vigentes a finales de 2012, cuando el rendimiento ascendía al 5,26% y la prima estaba en los 395 puntos básicos, y mucho mejores que los vistos en julio del año pasado, cuando la rentabilidad alcanzó el 7,75% y la prima tocó los 650 puntos. Pero lo cierto es que la tendencia reciente confirma que, de fondo, los recelos persisten. Y envía otro aviso: si el BCE no actúa y los políticos no ponen de su parte, el retorno de la presión estará servido. 

Es más, el presidente del BCE, Mario Draghi, envió el jueves dos mensajes muy claros. El primero, para que nadie lo olvide, que ha sido él, en primera persona, el principal culpable de la relajación de las tensiones. Para empezar, con el histórico discurso en el que se comprometió a "hacer todo lo que sea necesario" para salvar el euro, y para terminar con el lanzamiento de la OMT en septiembre. Por eso, y para refrescar la memoria, subrayó que la OMT es "una de las medidas más exitosas de los últimos tiempos". 

En cuanto al segundo, reclamó a los políticos que se tomen en serio las reformas. Las europeas, con especial incidencia en la unión bancaria, y las internas, con las miradas centradas en las reformas estructurales para ganar competitividad y en la consolidación fiscal, a la que definió como "inevitable". En este terreno, Draghi lanzó un recado a medida de España. Le pidió valentía para adoptar la vía más difícil, esto es, para "reducir gasto público improductivo y bajar los impuestos"

El rescate sigue ahí...

Indiferentemente del caso que el Gobierno haga a estas recomendaciones, lo cierto es que la reacción posterior a la inacción y el discurso de Draghi confirma que España debe huir de la complacencia. Más que nada, porque el creciente volumen de deuda pública que está acumulando el país provoca que cualquier incremento de los costes de financiación suponga un lastre cada vez más pesado para las arcas públicas. 

Este año está previsto que la deuda pública crecerá hasta equivaler al 95% del Producto Interior Bruto (PIB), proporción que en 2014 podría aumentar hasta alcanzar el 100%, unas cifras que contrastan con las vigentes antes de la crisis, cuando esa ratio no llegaba al 40% del PIB. Como consecuencia de este incremento, la factura de los intereses se ha disparado desde los 16.000 millones de euros de 2007 hasta los casi 39.000 millones en 2013. 

Con semejante montaña de deuda, España debe hacer todo lo posible por reducir el déficit -en la medida en que no lo haga, la deuda seguirá creciendo- abaratar sus costes de financiación. De lo contrario, esa factura seguirá engordando, consumirá cada vez más recursos de las arcas públicas y, sobre todo, lanzará una invitación para que se vuelva a cuestionar la sostenibilidad de la deuda española. 

Dicho de otro modo: con la losa de la deuda acumulada, los costes de financiación actuales, pese a ser bajos en términos históricos, son altos para lo que puede soportar España. "Una prima en torno a 300 puntos es mejor que una prima a 600, pero es que España y sus empresas, las grandes y las pequeñas, no pueden permitirse esos costes adicionales. La prima debe bajar, como poco, a los 200 puntos básicos", asegura un analista de una entidad española. ¿Cómo conseguirlo? Draghi lo sugirió el jueves y un economista español, que pide no ser citado, lo dice muy claramente. "La oferta del BCE, la compra de deuda a través de la OMT a cambio de pedir el rescate, sigue sobre la mesa. El Gobierno no debe olvidarlo y debe evaluar de verdad la conveniencia de solicitar esa ayuda, al margen del coste político o de imagen que pueda sufrir", argumenta. 

Los síntomas de complacencia comenzaban a acumularse. Procedían del Gobierno español y proclamaban que la sustancial moderación del rendimiento de la deuda y de la prima de riesgo avalaban la política económica del Ejecutivo y eran una muestra más, junto a otras, de que lo peor había pasado. La posibilidad de que España pidiera otro rescate había pasado a la historia. Pero ha bastado que el Banco Central Europeo (BCE) no haya hecho nada en la reunión de junio para recordar lo frágil que es la confianza y, sobre todo, que es muy pronto para cantar victoria.