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Thomas Meyer, la victoria del empresario hippy
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EL PROPIETARIO DE DESIGUAL DISFRUTA DEL CONTROL DE LA COMPAÑÍA

Thomas Meyer, la victoria del empresario hippy

Thomas Meyer no sólo es millonario. Nadie en Barcelona recuerda a este empresario de origen helvético con corbata. El éxito de su marca, Desigual, es la

Foto: Thomas Meyer, la victoria del empresario hippy
Thomas Meyer, la victoria del empresario hippy

Thomas Meyer no sólo es millonario. Nadie en Barcelona recuerda a este empresario de origen helvético con corbata. El éxito de su marca, Desigual, es la victoria del empresario hippy, un suizo nacido en Basilea hace algo más de 60 años. Rubio, de pelo largo empezó reciclando pantalones tejanos en Ibiza en 1983. Ahora tiene un imperio que factura casi 700 millones de euros anuales, con 275 tiendas propias, presencia en más de 7.000 tiendas multimarca y 1.800 puntos de venta repartidos por todo el mundo.

Meyer está afincado en Barcelona y, como en sus tiempos en Ibiza, vive enamorado del mar. Su nueva sede, junto al hotel Vela en la capital catalana, ocupa 11.000 metros cuadrados de oficinas abiertas, sin despachos, donde todos trabajan desde cualquier sitio conectados por wi-fi, y con la entrada desde la playa. Las vistas al mediterráneo que hechizó al jefe cuando llegó a España.

Meyer comenzó con los retales. En 1983 se hizo con una partida de 3.000 pantalones vaqueros que usó para confeccionar cazadoras con la técnica del patchwork. Se las quitaron de las manos en el mercadillo. Ese fue el origen de su primera empresa en el barrio ibicenco de Barcelona. Todavía hoy el patchwork, aplicaciones de telas y retales, sigue siendo una de las señas de identidad de las prendas de Desigual.

Tras la crisis de la primera empresa que montó,  en 1988 se afincó en Barcelona. Otros hacen un brain storming, pero Meyer en 1992 cruzó el Atlántico en velero y en él conoce a Manel Adell, un directivo sin experiencia en el mundo de la moda que había trabajado en grupos como Agrolimen. Durante el viaje trazaron lo  los que sería el plan estratégico de  la  futura Desigual.

Adell comenzó como consultor externo y en 2002 se incorporó como director general. Compraron una pequeña empresa que apenas facturaba 6 millones de euros y que vendía prendas multimarca y la convirtieron en el grupo Desigual. Meyer y Adell son la pareja empresarial perfecta. El suizo es un obseso del producto y su compañero, de la gestión. Adell se hizo con el 30% de la empresa.

Ventas con más margen

El modelo está claro. Meyer no quiere vender muchas prendas, pero las vende caras. Su lema es que cualquier mujer tenga un vestido de Desigual en su armario. Sólo uno y para ocasiones especiales. Pero pagará más por él. Y lo mismo con su diversificación a bolsos y zapatos. Desigual vende menos prendas que sus competidores pero con un margen mayor.

En su evolución, el empresario textil va soltando lastre. Su hermano Christian Meyer, que llevaba el desarrollo de la red de distribución, dejó la empresa hace dos años. Ahora le ha tocado el turno a Manel Adell, que le ha vendido a Meyer el 30% de la empresa que idearon juntos por cerca de 200 millones de euros.

Meyer no tiene hijos en la dirección de la empresa. Desigual no es Mango, no es Inditex. No hay un heredero claro y a Meyer no le importa. En las promociones del grupo todavía se mantiene el espíritu hippy ibicenco: en rebajas, si acudes a una tienda desnudo sales vestido. Eso sí, con un total look Desigual.

Rumores desatados

Con el regreso de Meyer como propietario del 100% del capital, los rumores se han desatado. Que si va a dar entrada a un fondo de capital riesgo, que si va a sacar el grupo a bolsa… Pero fuentes empresariales cercanas al empresario aseguran que nada de eso tiene ninguna base, al contrario: dicen que Meyer disfrutará ahora de tener control absoluto sobre su compañía por primera vez en una década.

Ahora, aquelñ hombre que vestía sus propias cazadoras vaqueras parcheadas estará especialmente centrado en la parte creativa, en el producto. Su punto débil es la gestión financiera. Pero tiene algo de lo que ahora pocos pueden presumir. En palabras de un banquero catalán, “Thomas Meyer cuenta con algo que tiene poco gente en este momento: crédito”.

Tras la venta de Adell, Desigual dejará de funcionar de manera autofinanciada. Pero el alto nivel de su EBITDA (beneficio bruto operativo) hace que sea perfectamente sostenible. El siguiente paso: acelerar la expansión por Asia. 

Thomas Meyer no sólo es millonario. Nadie en Barcelona recuerda a este empresario de origen helvético con corbata. El éxito de su marca, Desigual, es la victoria del empresario hippy, un suizo nacido en Basilea hace algo más de 60 años. Rubio, de pelo largo empezó reciclando pantalones tejanos en Ibiza en 1983. Ahora tiene un imperio que factura casi 700 millones de euros anuales, con 275 tiendas propias, presencia en más de 7.000 tiendas multimarca y 1.800 puntos de venta repartidos por todo el mundo.