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Francisco González, el rebelde, se queda sin la corona de 'banquero del Reino'
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EL PRESIDENTE DEL BBVA RECELA DEL TRATO RECIBIDO POR EL GOBIERNO

Francisco González, el rebelde, se queda sin la corona de 'banquero del Reino'

El pasado mes de septiembre, a la vuelta del tortuoso verano en el que la música del rescate fue la banda sonora, Francisco González pisó con

Foto: Francisco González, el rebelde, se queda sin la corona de 'banquero del Reino'
Francisco González, el rebelde, se queda sin la corona de 'banquero del Reino'

El pasado mes de septiembre, a la vuelta del tortuoso verano en el que la música del rescate fue la banda sonora, Francisco González pisó con fuerza en el regreso al ruedo madrileño de los negocios. A las pocas semanas de la reentré, el presidente del BBVA ocupó el atril de un destacado foro de la capital, esos tan dados a congregar a multitud de políticos y empresarios bajo techo de salones palaciegos con cubertería de plata, para disertar sobre el futuro del sistema financiero español. Era su momento, la ocasión apropiada para congraciarse con la hoja de ruta marcada por el Gobierno y deslizar sus recomendaciones como banquero bueno.

Tras años de hostigamiento bajo el mandato del PSOE, dos legislaturas en las que su gran rival, el cántabro Emilio Botín, posicionó al Santander como banco del régimen, el financiero gallego consideró llegado su momento con la entrada del Partido Popular. Esa distinción era una aspiración natural, en su caso más que por afinidad o alineamiento político, por la coherencia demostrada durante los momentos más complicados al frente de la entidad y han sido unos cuantos (Jersey-Emilio Ybarra, Sacyr-Miguel Sebastián, BNL-Antonio Fazio o Bankia-Elena Salgado), como el propio González enumera con facilidad en voz alta a la menor ocasión.

Así había ocurrido al menos en los años de penumbra de Mariano Rajoy. Durante su travesía por el desierto de la oposición, uno de los pocos hombres fuertes del Ibex 35 que atendía y departía con el ahora presidente del Gobierno con cierta frecuencia era su paisano gallego, el banquero de Chantada, mientras otros se disputaban los minutos por flanquear a Rodríguez Zapatero. Todavía produce sonrojo recordar las multitudinarias citas monclovitas organizadas por el líder socialista, en las que el agrio FG encarnó siempre un discurso crítico y reprobatorio con la acción del Ejecutivo, todo lo contrario que el entonces cortesano Emilio Botín.

Las expectativas de coronarse simbólicamente como banquero del Reino de España quedaron en suspenso durante los primeros meses de gobernanza popular. El nombramiento de Luis de Guindos como ministro de Economía contribuyó a esa congelación de partida, dado que el mandato recibido de Rajoy para refundar el sistema financiero español omitió cualquier indicación para atender a los más allegados. De poco iban a servir los méritos, incluso los profesionales, acumulados durante años, enarbolando banderas tan impopulares como el desmantelamiento del sistema de cajas de ahorro o la negación de los voluntaristas brotes verdes.

Antes de que las relaciones entre González y Rajoy quedaran completamente enfriadas, el presidente del BBVA fue haciendo camino para llegar al trono. En el mes de marzo, la entidad que dirige se quedó con la fusión de cajas catalanas agrupadas bajo Unnim. Sin embargo, lejos de ser el paseo militar esperado, el financiero gallego necesitó de toda su astucia y capacidad para imponerse a Ibercaja, que emergió como candidato favorito animada por Economía. Al final, la operación cayó del lado bebeuve, pero sólo porque su oferta renunciaba a ayudas (EPA) que le blindaran de potenciales pérdidas que afloraran en el balance de la absorbida.

El mal trago de Bankia

El siguiente servicio a la causa, a sostener un sistema en descomposición, llegó con las flores de mayo. En esa ocasión, González volvió a estar al lado del Gobierno cuando el Ministerio de Economía requirió de su presencia, junto a Isidro Fainé y Emilio Botín, para convencer a Rodrigo Rato de que dimitiese como presidente de una Bankia a punto de ser rescatada. El gallego no dudó en formar parte del tridente a pesar de que su llegada a la cima de Argentaria y luego BBVA se produjo bajo auspicio del otrora vicepresidente económico del PP, ni porque se le negara la opción de quedarse con las viejas Caja Madrid-Bancaja, opción que sí tuvo La Caixa.

Y mientras tanto, en estos doce meses de reordenación, BBVA ha cumplido su compromiso con una pieza de caza menor como Unimm, mientras Banco Sabadell ha engullido CAM con un ventajoso programa de ayudas y La Caixa se ha quedado primero con Banca Cívica a pulmón y luego Banco de Valencia con otra generosa cobertura. Mientras tanto, los sucesivos decretos Güindous y el test de estrés de Oliver Wyman han obligado al conjunto de la banca a recapitalizar sus balances, incluido el banco presidido por FG, al que estas medidas le han supuesto un esfuerzo de más de 3.000 millones de euros, aunque el rasero haya sido algo asimétrico.

Este cúmulo de circunstancias ha desengañado al líder de BBVA. La complicidad esperada al otro lado del espejo no ha llegado. Rajoy ha seguido haciendo gala de su máxima de no mojarse por nadie, ni siquiera por un paisano aspirante a culminar su carrera como primer banquero del Reino. Ese distanciamiento quedó de manifiesto en la famosa intervención pública de septiembre. González navegó entre las aguas del elogio y el reconocimiento hasta que reclamó la conveniencia de solicitar el rescate, “cuanto antes y siempre que sea posible”. Seco, flemático, disparó un auténtico torpedo a la línea de flotación de la política gubernamental.

La irrupción de Botín

La ruptura definitiva se ha escenificado a pocos días de concluir el año. Francisco González se ha negado en rotundo a que el BBVA entrara en el capital de la Sareb, pese a los múltiples llamamientos del ministro De Guindos, urgido por la necesidad de capitalizar el ‘banco malo’ con inversores locales, dada la negativa inicial de los fondos internacionales. El desplante público ha sentado a cuerno quemado en Moncloa, que ha ignorado la argumentación oficial según la cual la entidad ha rechazado cualquier operación que pueda ser lesiva contra los intereses de sus accionistas, aunque en algún momento existió la posibilidad de lo contrario.

Apartado por voluntad propia del resto, que sí ha acudido al ruego de Economía para levantar la Sareb, los puentes entre los dos gallegos siguen tendidos, pero sin el tránsito de antaño. Y mientras este conflicto de celos y reconocimiento continúa sin resolverse, otros actores mueven ficha sin complejos, como si el pasado más reciente no existiera. Sólo así se entiende que Botín se haya erigido en máximo accionista privado del ‘banco malo’ y que además aspire a quedarse con la antigua CatalunyaCaixa, una subasta que disputará a BBVA. Los hitos para medir el poder en la corte financiera de Rajoy están marcados en el calendario.

El pasado mes de septiembre, a la vuelta del tortuoso verano en el que la música del rescate fue la banda sonora, Francisco González pisó con fuerza en el regreso al ruedo madrileño de los negocios. A las pocas semanas de la reentré, el presidente del BBVA ocupó el atril de un destacado foro de la capital, esos tan dados a congregar a multitud de políticos y empresarios bajo techo de salones palaciegos con cubertería de plata, para disertar sobre el futuro del sistema financiero español. Era su momento, la ocasión apropiada para congraciarse con la hoja de ruta marcada por el Gobierno y deslizar sus recomendaciones como banquero bueno.

Francisco González