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La ausencia de una estrategia de estímulo económico amenaza la supervivencia del euro
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LOS 82.000 MILLONES PARA FOMENTAR EL EMPLEO NO PARECEN SUFICIENTES

La ausencia de una estrategia de estímulo económico amenaza la supervivencia del euro

Europa no puede seguir remando contracorriente sin instrumentos de navegación para propulsar sus economías. Por mucho que haya tesis que proclaman que el riesgo de ruptura

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La ausencia de una estrategia de estímulo económico amenaza la supervivencia del euro

Europa no puede seguir remando contracorriente sin instrumentos de navegación para propulsar sus economías. Por mucho que haya tesis que proclaman que el riesgo de ruptura del euro ha desaparecido, como dice el ministro de Economía y Competitividad español, Luis de Guindos, en su análisis sobre el Tratado Internacional, suscrito por 25 de los 27 Estados de la Unión -todos los socios excepto Reino Unido y la República Checa-, que consagra como regla de oro el principio de la austeridad presupuestaria en el 0,5% del PIB, bajo amenaza de sanciones, y abre la puerta a una mayor coordinación económica y armonización fiscal.

Más bien al contrario. Los augurios más fiables son los que procedieron de la élite financiera que se dio cita, junto a De Guindos, en la cumbre del World Economic Forum (WEF) de Davos, y que, con más prudencia, se decantó por la supervivencia del euro […], de momento. Quizás la voz que sintetizó mejor la permanencia de esta incertidumbre fue la del presidente del BCE, Mario Draghi. “Sabemos con certeza que hemos evitado un credit-crunch en Europa”, dijo en referencia a la compra masiva de deuda del banco emisor en los meses recientes, antes de admitir, casi en paralelo y ante directivos financieros privados, que también “se ha contribuido con ello a reducir el fondo de rescate”.

La lectura subrepticia que de estas palabras hicieron los bancos fue que, como alternativa a una falta de acuerdo entre Grecia y los acreedores privados para reducir en un 70% las obligaciones de pago inmediatas del país heleno, sólo queda una quiebra brusca de sus compromisos por parte de Atenas. Los observadores políticos y los analistas del mercado coinciden en que el acta de defunción de la zona monetaria europea sigue encima de la mesa de la cancillería alemana a la espera de su presumible rúbrica. Guardada en un cajón, sí; pero a resguardo, por si fuera necesario firmarla. No por casualidad, Angela Merkel ha sido la gran instigadora de la disciplina fiscal, objetivo que ha supeditado, ni más ni menos, al plácet de acceso al fondo de rescate para países en la antesala de la suspensión de pagos de sus servicios de deuda y a las autorizaciones al BCE para adquirir parte de las nuevas emisiones de bonos de países periféricos del euro en el mercado.

La razón que esgrimen unos y otros es que la cumbre europea no ha mostrado una estrategia clara de crecimiento. Carencia que, además, ha precipitado el debate entre keynnesianos, partidarios de incentivar la economía para evitar la entrada en una Gran Depresión, y neoliberales, para quienes sin rigor no puede haber condescendencia con el gasto público. Pero más allá de estos avatares ideológicos, la reconducción de los 82.000 millones de euros de fondos aún sin gestionar del presupuesto comunitario a la creación de empleo -el único mecanismo de estímulo aprobado en la cumbre- no se ha destripado. Por mucho que se enfatice que la cifra irá, preferentemente, a frenar la elevada tasa de desempleo de los jóvenes y a naciones como España, con un paro galopante, no parece combustible suficiente para encender una economía, la europea, a punto de entrar en recesión y con nuevas amenazas latentes, como la advertencia del mercado de que Portugal podría entrar de un momento a otro en una encrucijada similar a la de Grecia.

Planes de crecimiento y siete iniciativas

Zsolt Darvas y Jean Pisani-Ferry, analistas del Instituto Bruegel, llaman la atención sobre la urgencia de confeccionar una agenda de crecimiento en Europa que “contribuya al desapalancamiento de los sectores públicos y privados y reduzca la fragilidad del sistema financiero y evite el sentimiento que empieza a aflorar entre los inversores” de sacar sus carteras de suelo europeo por “el estancamiento de la crisis de la deuda”. Una necesidad que también argumentan por la caída libre de los niveles de convergencia de los socios periféricos.

La trascendencia que otorgan Darvas y Pisani-Ferry a este recetario europeo les lleva a proponer siete iniciativas concretas: su inclusión como objetivo prioritario de la presidencia polaca; el mandato, dentro de la Agenda 2020, de reformas estructurales inmediatas, a lo largo del actual semestre, en los mercados de bienes y servicios y de trabajo, en especial en países que, como España, presentan cotas reducidas de actividad y tasas de cambio real sobrevaloradas; hacer uso de la herramienta fiscal para activar sus efectos de devaluaciones internas, con ventajas tributarias y salarios subsidiados, de forma temporal, para restaurar la competitividad; objetivo para el que también resultará necesario -alertan- emplear los fondos estructurales y de cohesión, lo que exigirá cambios legislativos; dar los primeros pasos para crear los eurobonos e incrementar la capacidad prestamista del Banco Europeo de Inversiones (BEI); establecer objetivos de consolidación presupuestaria a medio plazo creíbles a los gobiernos, que tengan en cuenta las presiones internas y externas, así como una composición fiscal detallada; y, finalmente, aplicar ayudas directas a sectores con síntomas de depresión estructural como la industria.

También Simon Tilford, del Center for European Reform (CER) hace un diagnóstico preciso de este escenario. Tilford recuerda que la anémica recuperación económica en Europa se debe a la debilidad del consumo familiar y de las inversiones empresariales, cuyas tasas han descendido en torno al 14% en los últimos cuatro años y de manera más aguda en los países periféricos y Reino Unido. Pese a las políticas contracícliclas (medidas de exceso de gasto para contener estas caídas) al inicio de la crisis y las procíclicas (recortes y ajustes draconicanos) para devolver la ortodoxia a las cuentas públicas. Pero ahora, cuando la recesión en ciernes empieza a golpear de nuevo a Europa, “la implantación de una agenda de impulso a la demanda resulta tan crucial que, en caso contrario, la inestabilidad del área monetaria no sólo sería económica sino, también, política”, aclara. En primer lugar, porque la erosión del potencial de crecimiento elevaría aún más los niveles de endeudamiento. En segundo término, porque este escenario restaría todavía más respaldo social a los programas de reformas y, por añadidura, generaría un campo abonado al populismo que pondría en tela de juicio no sólo la supervivencia del euro, sino también la cohesión europea.

Tensiones políticas y económicas

La doble y trágica lectura -política y económica- del director del CER tiene suficientes respaldos. La consultora de seguridad Stratfor, en sus predicciones mundiales para 2012 de riesgos geoestratégicos sitúa la supervivencia de la zona del euro como el principal foco de inestabilidad. Su visión parte de dos premisas: de un lado, que la crisis se prolongará por la entrada en números rojos de la zona del euro y, de otro, que la fuerza de los acontecimientos desembocará en tensiones políticas, por el intento de Alemania de alterar la estructura de la Unión en su beneficio, con un núcleo duro de reformas de sacrificio presupuestario en las que encontrará obstáculos negociadores con sus socios para la reforma del Tratado de la UE que exige la abdicación de partes de soberanía nacional, cuyo fracaso aceleraría el colapso de las estructuras europeas.

En el orden económico, Jean-Michel Six, economista jefe para Europa de Standard & Poor’s, pone números a la compleja coyuntura de la zona del euro. Las recientes previsiones de S&P hablan de un crecimiento cero este año y de un leve repunte del 1% para 2013, “con un 40% de posibilidades de que el área entre en una doble recesión e impactos particularmente adversos en España, Italia y Portugal”. Principalmente, por la política de ajustes que están estrangulando la demanda; es decir, el consumo y la inversión. En esta ocasión, el análisis de Six deja constancia de la pérdida de peso de Europa en el mundo. En especial, frente a los mercados emergentes y a pesar de que las nuevas potencias económicas se precipitan hacia un aterrizaje suave, porque “guardan y mantienen su potencial recuperación del dinamismo a medio plazo”.

También el mercado concede una trascendencia capital a la urgente resolución de la crisis económica y política; en especial, para que se produzca la definitiva y adecuada recapitalización del sector financiero. Un sondeo de Fitch Rating entre inversores que movilizan más de 7,1 millones de dólares de activos revela la fuerte relación que percibe el sector privado entre el sistema bancario europeo y su unidad política. “Más de la mitad de los encuestados consideran que sólo una solución a la crisis de la eurozona hará posible que las inversiones financieras retomen el flujo perdido y, con ellas, el crédito vuelva a emerger”, aclara MonicaInsoll, directora de gestores de la agencia de ráting. Sobre todo, porque como recuerda JensNordvig, de Nomura, los riesgos de ruptura de la zona del euro se han acentuado por el traslado de la crisis de la deuda a socios centrales, como Francia. Y el quebranto de la unión monetaria traería una reasignación de riesgos, cambios jurídicos en las obligaciones de activos y peligros de depreciaciones monetarias competitivas de las recuperadas divisas nacionales. De momento, la encrucijada de austeridad presupuestaria, bajo crecimiento y dudas en la gestión de la deuda europea -afirma Stefan Schneider, analista de Deutsche Bank-, “ya ha dirigido al PIB de Alemania a una recesión técnica a lo largo del actual semestre”.  

Europa no puede seguir remando contracorriente sin instrumentos de navegación para propulsar sus economías. Por mucho que haya tesis que proclaman que el riesgo de ruptura del euro ha desaparecido, como dice el ministro de Economía y Competitividad español, Luis de Guindos, en su análisis sobre el Tratado Internacional, suscrito por 25 de los 27 Estados de la Unión -todos los socios excepto Reino Unido y la República Checa-, que consagra como regla de oro el principio de la austeridad presupuestaria en el 0,5% del PIB, bajo amenaza de sanciones, y abre la puerta a una mayor coordinación económica y armonización fiscal.

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