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Garbiñe Muguruza ante el reto de siempre: recordar en Wimbledon la tenista que es
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conchita Martínez la acompaña en esta ocasión

Garbiñe Muguruza ante el reto de siempre: recordar en Wimbledon la tenista que es

La jugadora española llega con dudas a Londres, donde ya ha sido finalista. Puede aprovecharse de las ausencias de tenistas como Serena Williams o Maria Sharapova

Foto: Garbiñe, en Birmingham. (Reuters)
Garbiñe, en Birmingham. (Reuters)

El olor de la hierba recién cortada. Es tan tópico que parece hasta irreal. Pero es cierto, Wimbledon es eso, como también es tradición, una paleta cromática llena de verdes y morados, fresas con crema, vestidos blancos y madera para rematar cualquier ornamento del club. Nadie en el circuito de tenis maneja mejor los códigos como el torneo de Londres que es, eso no se duda, el más grande de todos los que se disputan en el año. La catedral del tenis empieza a recibir a sus feligreses, son dos semanas del mejor tenis.

O no, porque lo de la calidad del juego es harina de otro costal. El tenis sobre el césped es más rápido, no son pocos los jugadores que preferirían pasar por el dentista que pasar por las pistas del All England Tennis Club. Pero es lo que hay. La hierba, que antes era la superficie por antonomasia, la que se veía en todas partes, ha perdido terreno abruptamente. Ahora son muy pocos los torneos en esta superficie, fundamentalmente porque es mucho más barato mantener una pista de cemento o de tierra que una de césped.

Por eso también Wimbledon es único y su preparación más corta de lo normal. En el resto de 'grands slams' los jugadores llevan semanas participando en torneos que tienen características similares a las que se enfrentan en París, Melbourne o Nueva York. En Londres no, aquí con suerte han disputado un torneo sobre hierba, siempre un evento pequeño, porque no hay mucho dinero en ninguno que pueda recoger varios participantes de nivel. Es decir, poca hierba y contra rivales no tan buenos como los que se pueden encontrar en un Masters 1.000 (hay tres solo en tierra antes de Roland Garros).

Foto: Rafa Nadal ha entrenado esta semana sobre la hierba del Mallorca Open. (EFE)

Garbiñe Muguruza no gustaba de la hierba. Le provocaba cierta aversión, la primera vez que compitió en ella pensó que nunca podría ser competitiva en esa superficie. El tiempo le demostró que estaba equivocada, que los grandes jugadores lo son independientemente de la superficie, por más que haya que adaptarse. Muguruza es finalista de Wimbledon y eso, en sí mismo, es un indicativo de que no es una más. También ha ganado en tierra batida, en Roland Garros. Porque es muy buena, con todos sus peros, que ahí están.

La jugadora hispanovenezolana ha cambiado este año sus rutinas radicalmente para afrontar Wimbledon. Y, se podría decir, menos mal que lo ha hecho. La pasada temporada ganó Roland Garros y no supo calmarse a tiempo para dar su mejor nivel en la catedral del tenis. En el calendario consideró que lo mejor que podía hacer era pasar por Mallorca, un torneo nuevo y en el que era la mayor estrella posible. Después de reinar en París es probable que hubiese necesitado más de tranquilidad que de celebridad, que es precisamente lo que tuvo jugando en casa y en un torneo que necesitaba de su nombre para venderse mejor, por más esfuerzos que haga la familia Nadal para darle un poco de fuste al evento.

Este año, en el que los resultados están bastante por debajo de sus capacidades, ha cambiado la ruta y ha elegido otra un poco más convencional, apuntándose a dos torneos en Inglaterra, Birmingham y Eastbourne. Dos torneos tradicionales en los que tuvo resultados mezclados. Bien en el primero, en el que llegó a semifinales, aunque es cierto que terminó cediendo ante una jugadora muy menor como es la australiana Ashleigh Barty. En Eastbourne, en una de esas exhibiciones tan propias de Garbiñe,. perdió en su debut contra Strycova con un muy contundente 6-1 y 6-0.

A nadie se le escapa que Muguruza es especial, por lo bueno y por lo manos. Su talento tiene tamaño de 'grand slam' porque ya ha ganado uno y ha sido finalista en Wimbledon. Eso está fuera de duda, del mismo modo que también lo está su inestabilidad, la incapacidad de la jugadora de calmarse y competir en todas las circunstancias. Cuando el viento es a favor todo es armonía, cuando las cosas se ponen un poco en contra el castillo de naipes se viene abajo.

El último ejemplo importante es el de Roland Garros, donde perdió contra Mladenovic mientras defendía el título. El drama no es perder contra la francesa, una jugadora de mucho nivel, sino ser incapaz de gestionar sus sentimientos para sobreponerse a unos pocos pitos de la grada. Ser profesional también es eso, afrontar las dificultades y saber enfriarse en los ambientes hostiles. Asignatura pendiente para Muguruza, que al menos puede sonreír pensando que esas cosas en Londres no pasan. Es todo demasiado elegante como para que alguien se moleste en silbar durante un partido.

Conchita la acompaña en Londres

A Londres acude acompañada de Conchita Martínez, la única española ganadora del torneo. Su entrenador, Sam Sumyk, ha tenido algunos problemas familiares que le han impedido estar en Wimbledon, así que la capitana del equipo de Copa Davis, que es una excelente influencia para ella y le ha ayudado ya en otras ocasiones, será su compañía habitual durante el gran torneo. Es un cambio de aires que igual le sirve a la jugadora para afrontar las cosas de otro modo.

En Wimbledon, además, puede empezar a recuperar posiciones en el ránking. Eso es algo que tiene que empezar a mirar, porque para Garbiñe sería un fracaso no estar en la copa de maestras de final de temporada, ella, por talento, tiene que estar allí. Y ahora mismo está lejos de eso, más allá del décimo puesto de la WTA. Es problemático también para los cuadros, cuanto más arriba estés más posibilidades tienes de tener rutas sencillas en los grandes torneos y eso es algo que nunca está de más. Aunque, esto es cierto, Garbiñe sea capaz de perder contra cualquiera y ganar también a cualquiera.

Foto: Garbiñe Muguruza cayó a las primeras de cambio en el Madrid Mutua Open. (EFE) Opinión
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Y el caso es que, como pasaba en Roland Garros, todo es posible. Porque el tenis femenino, ahora mismo, no tiene dominadora. Serena está de baja por su embarazo; Kvitova, siempre brillante en hierba, acaba de volver tras estar fuera de las pistas por una apuñalamiento; Sharapova tampoco es de la partida en el torneo londinense. Sobre el resto, como demostró París, todo es posible. No hay nadie que parezca muy favorita. Quizá Pliskova es la más estable de todas, y la hierba se le da muy bien. Pero sin haber ganado nunca un grande es difícil señalarla como un valor seguro.

Por todo eso, sumado a su juego magnífico, Garbiñe siempre tiene la opción de hacer su gran torneo. Lo más probable si se miran los últimos meses es que Muguruza termine en decepción, a eso es a lo que está acostumbrando a sus aficionados. Pero cuando juegas como ella nunca se te puede descartar. Ya ha estado en una final de Wimbledon, volver no es una opción descabellada.

El olor de la hierba recién cortada. Es tan tópico que parece hasta irreal. Pero es cierto, Wimbledon es eso, como también es tradición, una paleta cromática llena de verdes y morados, fresas con crema, vestidos blancos y madera para rematar cualquier ornamento del club. Nadie en el circuito de tenis maneja mejor los códigos como el torneo de Londres que es, eso no se duda, el más grande de todos los que se disputan en el año. La catedral del tenis empieza a recibir a sus feligreses, son dos semanas del mejor tenis.

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