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Nadal sigue su marcha triunfal en la tierra con el título en el Madrid Open
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se impuso por 7-6 y 6-4

Nadal sigue su marcha triunfal en la tierra con el título en el Madrid Open

El jugador balear no tuvo su tarde más brillante, pero logró dominar a Thiem en los momentos claves y llevarse a casa su tercer título en arcilla en esta temporada primaveral

Foto: Nadal celebra su victoria. (Reuters)
Nadal celebra su victoria. (Reuters)

Los muy grandes tienen una proverbial capacidad para ganar en los días malos. Cuando el ambiente se enrarece y los músculos no parecen responder ellos tiran de experiencia y cabeza, van poco a poco jugando, punto a punto, buscando minimizar los errores. Así consiguen engañar a los bioritmos y terminar victoriosos aunque los méritos hayan sido inferiores a los de los días grandes. Nadal, enorme, es un escapista, el Houdini de este deporte. En él siempre hay una vida de más porque, cuando los brazos no llegan, las piernas le sostienen.

Está de dulce, aunque haya tardes como esta final de Madrid en las que no lo parece. Brillante sobre la tierra, encadena tres torneos consecutivos en la superficie. No se le puede pedir mucho más. Ha sido llegar la arcilla y quitarse los pequeños rescoldos de duda que le quedaban. Ya no pierde finales, es fácil asegurar que ningún otro tenista puede hacerle sombra en estas condiciones. Thiem, de ese grupo, es de los que más se acerca.

El jugador austriaco es la joven promesa de la tierra. Tiene un juego muy bueno para este territorio, entre otras cosas porque sus piernas son potentes y él no se pone nervioso. Guarda bien la posición, responde una y otra vez a todos los ataques del rival, incluso cuando son de un tipo contra Nadal, un elegido. Es consistente, muy estable, todo eso que en tierra se necesita. Será, probablemente, un dominador de la arena en poco tiempo. Aunque para eso, quizá, tendrá que esperar a que haya un ocaso de Rafa Nadal que no parece probable en un tiempo próximo

Un punto define lo que es el español en la tierra. El marcador del primer set va 3-2 y, con el saque, se encuentra 15-40 por debajo. Peligrosa bola de 'break', por lo tanto. Thiem coge la delantera en el punto, rebasa en tres ocasiones a Nadal. Pero el 14 veces campeón de grand slam no tiene en sus previsiones perder ese punto. Esas piernas, como dos locomotoras, le llevan al límite justo para poder responder. Se salva tres veces en el mismo punto y termina llevándose el juego. Es una declaración de intenciones, le está contando a Thiem que para cobrarse ese cadáver va a tener que matarlo diez veces.

Un partido pestoso

Para ese momento el austriaco ya había aprendido que para jugar contra Nadal hay que bajar al barro. Le rompió pronto, en el primer saque de Rafa en el partido. Se las prometía muy felices, pues no hay mejor manera de empezar un encuentro. Pero no, con el jugador español no valen las medias tintas, hay que atacar hasta morir, intentar variar el juego y tratar de que no tenga ritmo. Lo intentó todo, hasta jugar con saque y volea, algo muy inusual en la tierra. Pero de nada sirvió.

Nadal no estuvo fino, especialmente en las bolas de ruptura. Cuando conseguía poner a su rival contra las cuerdas los nevios dominaban su raqueta. Llegó está 0-40, tres bolas de set al resto que el español, extrañamente, no pudo responder. Se encontró, lógicamente, con un pequeño bajón anímico, porque lo había tenido y por esos errores se tenía que marchar al 'tie break'. El desempate, como el partido, fue disputado, largo como un domingo sin deporte, lleno de alternativas, con bolas de set para ambos jugadores. Pero terminó siendo para Nadal, que fue quien hizo lo que tenía que hacer y en un momento pareció imposible: ganar tres puntos seguidos. Eso lo da la experiencia y el orgullo.

En el segundo set se adelantó pronto, ya que robó el servicio de Thiem nada más empezar. Eso, que suele significar algo de calma, más aún cuando el partido está dominado de antes, no hizo que lo que quedaba de partido fuese más sencillo. Lo que quedaba de partido era aún más guerra, como dos gladiadores que se iba a dejar la piel en cada punto del partido. Y fue así, casi literalmente, el polvo se movía bajo sus pies y ellos dos se exprimían en un partido que era angustioso hasta para los espectadores, siempre sufridos con Nadal en Madrid.

Ganar en casa es complicado. El torneo de la capital tiene para Nadal una serie de dificultades añadidas. Cuando logra dominar en la altura de esta ciudad, y esta vez lo ha conseguido con creces, los síntomas son los mejores. Su nivel de tenis está siendo sublime. Incluso en los días menos buenos. Porque los más grandes son así.

Los muy grandes tienen una proverbial capacidad para ganar en los días malos. Cuando el ambiente se enrarece y los músculos no parecen responder ellos tiran de experiencia y cabeza, van poco a poco jugando, punto a punto, buscando minimizar los errores. Así consiguen engañar a los bioritmos y terminar victoriosos aunque los méritos hayan sido inferiores a los de los días grandes. Nadal, enorme, es un escapista, el Houdini de este deporte. En él siempre hay una vida de más porque, cuando los brazos no llegan, las piernas le sostienen.

Rafa Nadal