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Nadal se sacude sus demonios pasando por encima de Djokovic en Madrid
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el último partido será el domingo a las 18.00

Nadal se sacude sus demonios pasando por encima de Djokovic en Madrid

El jugador español demostró que está en mejor forma que uno de sus grandes rivales y consiguió llegar a la final por la vía rápida. La diferencia entre ambos ahora mismo en inmensa

Foto: Nadal celebra su victoria contra Djokovic. (EFE)
Nadal celebra su victoria contra Djokovic. (EFE)

La cara de Novak Djokovic es un poema en cada golpe de Nadal. Luce el sol en la Caja Mágica, pero en el otro lado de la red hay una tormenta desatada. No tiene ningún argumento para doblegarla. El huracán no acepta balas ni correajes, no hay manera posible de contenerlo, solo cabe la opción de esperar a ver si amaina. Pero cuando ese pasa el marcador ya es inasumible, un repaso tenístico de principio a fin. Una última muestra de la diferencia tenística que hay entre ambos. Al menos en este inicio de 2017, con Nadal volando y el serbio en un mar de dudas.

Había perdido el español 11 de los últimos 12 cruces entre ambos. Cuatro de ellos en tierra batida, lo que por derecho es su contexto favorito. Eran los tiempos en los que Djokovic sonaba a dominador inalcanzable y Nadal intentaba despegarse de los pensamientos negativos para recobrar su mejor versión. El balear ha reconocido que en algunos tramos de estos últimos dos años no tenía la confianza suficiente en su juego. Se estrellaba contra los mejores, el brazo se agarrotaba. Ahora los fantasmas acompañan al serbio, quizá su máximo rival, aunque su duelo más histórico sea contra Roger Federer.

Era el partido 50 entre ambos -una cifra tremenda, la máxima que se ha dado en la historia de este deporte- y Nadal necesitaba reencontrarse. Le tenía comida la moral su rival, pero también sabía al llegar a la central de la Caja Mágica que los tiempos están cambiando. Lleva este año dos títulos en tierra, también tres finales en pistas duras, incluída Australia. Un inicio esperanzador, contrastando súbitamente con Djokovic, que recientemente ha despedido a su equipo de trabajo porque las cosas, obviamente, no están saliendo.

Solo con ver cómo comenzó el encuentro se pudo saber que no iba a haber más tenis que el que dictase Rafa. Una ensalada de tiros, de ángulos y de intensidad ante un rival inerme, contrariado y claramente superado. Los cuatro primeros juegos fueron para el español, y no hubo nada de casualidad en ello, era un martillo neumático percutiendo un trozo de cristal, haciéndolo añicos. "Ya tocaba", afirmaba el español tras el partido.

La primera diferencia clara, los golpes. Nadal estuvo más brillante incluso al servicio, que habitualmente no es un recurso que domine más que sus rivales. No hubo ángulo que se le resistiese, deslizaba por la pista para encontrar siempre el hueco que Novak Djokovic no podía siquiera imaginar. Tanto de derecha como de revés, un golpe que estos días está corriendo como un bólido por las pistas de Madrid, Nadal abrumó a su rival y le recordó que, estando a tope, jugar contra él en tierra es hacer una visita al infierno.

Nadal en plenitud

Sí, es cierto, en los últimos dos años parecía haber abandonado la sana costumbre de pasar su rodillo por la primavera de la arcilla. Pero ha vuelto, en su mejor forma, con todos los argumentos tenísticos de quien es, por derecho propio, uno de los mejores jugadores de la historia. Quizá uno de los mejores deportistas de la historia. Le pasa todo lo contrario a Djokovic, que también es parte de esta lista pero no se encuentra. Aunque igual el problema es que no lo busca.

El palco del serbio es desolador. Donde antes estaban Becker o Vajda ahora aparecen su hermano Marko y Pepe Imaz, el gurú con el que cree que retomará el camino de la victoria. Tiene el cambio algo de conformismo, porque es mucho más sencillo escuchar hablar de paz, amor y armonía a que te pidan hacer flexiones y tener que hacerlas. Imaz es al tenis lo que la homeopatía a la medicina, palabrería y buenas intenciones que se contraponen o dificultan el camino real a la victoria.

Djokovic, como Nadal, puede recordar fácilmente cuál es el camino hasta la victoria. Qué sacrificios se requieren para llegar a la cúspide y las medidas que hay que tomar hasta volver a ser el mejor. Los dos tienen ese raro talento que les ha permitido someter en algún momento a todos sus rivales. El problema, claro, está en que es más sencillo decirlo que hacerlo, recordarlo que ponerse a ello.

La diferencia se ve en los brazos, en la manera de afrontar cada punto pero, sobre todo, está en las piernas. La capacidad de moverse por la pista es algo infravalorado en el análisis tenístico. Si Roger Federer revienta la bola siempre con precisión de reloj es también porque la intuición le lleva a la posición perfecta, porque baila sobre la pista. Y si Nadal está entre los mejores de siempre, especialmente en tierra, es porque tiene un motor que le ayuda a llegar a los envíos más complicados. Djokovic, que en ese sentido está torpón, intentó unas cuantas dejadas tan solo para ver como el español recuperaba la posición y le clavaba de vuelta un golpe que ya nunca podría atacar.

Nadal, que siempre fue un jugador muy concienzudo, este año ha matizado alguna pequeña cosa, pero en el fondo no ha hecho más que profundizar más en el camino de toda la vida. Sí, ahora también está Carlos Moyá en el equipo, ha estado practicando el segundo servicio y buscando ser un poco más agresivo con su juego. Detalles pequeños en la enseñanza de siempre: mucho trabajo optimiza el mucho talento.

En el segundo set las posiciones se acercaron. Djokovic dio un paso adelante y Nadal se conformó un poco con lo que había. Pero, a pesar de ese cambio, siguió siendo suficiente ventaja para llevarse un partido con cierta facilidad. "Cuando me he puesto 2-0 en el segundo set ha subido un poco el nivel, por los nervios y él ha sido ahí donde ha tenido la oportunidad", explicaba Rafa tras el encuentro al micrófono de Alex Corretja. Sí, nervios, porque incluso cuando eres enorme, y cuando tienes el partido muy controlado, dudas cuando llegas de una racha anómala contra un jugador concreto.

"Novak viene de hacer cambios, seguro que pronto estará luchando por los torneos más importantes, va a luchar por Roma, por Roland Garros y por Wimbledon porque es uno de los mejores jugadores de la historia", trataba de explicar Rafa tras el partido. Un poco porque hay que darle vuelo al rival en la victoria. También porque lo cree sinceramente, hay pocas frases más ciertas que decir que Djokovic está entre los mejores de siempre. Y por eso será tenido en cuenta para su posible resurgir cercano.

Mientras eso llegue en el circuito de la ATP mandan los mitos de siempre. Federer ha decidido que tiene edad suficiente para no hacer caso de las normas y se salta la tierra. Él que puede. También tiene algo que ver que esa superficie, en la que ha ganado mucho, no es la suya. Y a eso le suma que Nadal, que esta pletórico, es absolutamente feliz sobre ella. En Roland Garros sí estará, nadie pierde esa oportunidad. Si las cosas siguen así solo habrá un favorito en ese momento. Será español y es lógico. Al fin y al cabo, tiene nueve en sus vitrinas.

Así lo vivimos

La cara de Novak Djokovic es un poema en cada golpe de Nadal. Luce el sol en la Caja Mágica, pero en el otro lado de la red hay una tormenta desatada. No tiene ningún argumento para doblegarla. El huracán no acepta balas ni correajes, no hay manera posible de contenerlo, solo cabe la opción de esperar a ver si amaina. Pero cuando ese pasa el marcador ya es inasumible, un repaso tenístico de principio a fin. Una última muestra de la diferencia tenística que hay entre ambos. Al menos en este inicio de 2017, con Nadal volando y el serbio en un mar de dudas.

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