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Nadal pone la directa y se cuela en semifinales bajo el techo de Madrid
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se impuso a goffin por 7-6 y 6-2

Nadal pone la directa y se cuela en semifinales bajo el techo de Madrid

Ganó al número 10 del mundo con un primer set complicado y una segunda manga en la que sacó a relucir su mejor juego. Djokovic será su rival este sábado en semifinales (16:00 horas)

Foto: Nadal ha ido de menos a más en el Mutua Madrid Open. (EFE)
Nadal ha ido de menos a más en el Mutua Madrid Open. (EFE)

El agua caía y sonaba como una ducha impactando contra el techo de la Caja Mágica. Si por Nadal fuese, el sol reinaría y esa cubierta estaría plegada, pero el mayo madrileño manda incluso más que la leyenda del tenis. Llueve, llueve mucho, y no hay otra opción que poner la capota. Eso hace que el partido se dispute en tierra, sí, pero bajo techo, lo cual matiza la ventaja que Nadal tiene normalmente sobre esta superficie. La pelota va más rápida y los jugadores acostumbrados al cemento se sienten más cómodos. Gajes del oficio.

David Goffin, en cualquier caso, tampoco es el típico pegador. Con mucho oficio ha logrado entrar entre los diez mejores del mundo, pero tiene 26 años, no es ya una joven promesa. Hay muy pocos agujeros en su tenis, juega bien en todas las posiciones y no tiene un lugar concreto al que ir a buscarle las cosquillas. Lo que pasa es que, teniendo todo bien, no gasta nada sublime. El rtimo es bueno, pero en ocasiones las piernas no pueden igualar el infierno que propone Nadal. Bolas rápidas, profundas y altas, de las que obligan al jugador a correr más que andar.

Es, eso sí, un jugador resistente. Lo demuestra en el primer set, cuando va solventando las bolas de rotura que tiene en su contra en casi todos los juegos. No le importa que Nadal, que no deja de ser un coloso, se le ponga por delante y le presione. El belga no pierde los nervios y sabe recomponerse. Su tenis bueno, pero no inmenso, le da la oportunidad de llegar al 'tie break'. Allí no hay color, Nadal sube un poco más su ritmo y Goffin, bueno pero no brillante, claudica. En tierra contra Rafa, demasiado que temer.

La pista central de la Caja Mágica está casi llena, y eso se nota. La luz es tenue, como el día, porque la potencia lumínica del recinto es suficiente, pero no excesiva. No importa, la gente presente está rendida a la causa, que no es otra que Rafael Nadal. No es nuevo esto, el binomio Nadal-Madrid es uno de los más estables del tenis mundial. También de los más calientes, muchos dirían que en exceso, pues este deporte tan caballeroso no está acostumbrado a las aficiones vocingueras. La de Madrid lo es, al menos cuando el español está en pista.

No es precisamente el silencio lo que reina en este torneo. De hecho, y a pesar de llevar ya más de una década, los aficionados aún no parecen saber las rutinas para salir y entrar de la cancha. Ni entienden que la tradición marca que no haya gritos, ni silbidos ni nada que se le parezca. El campeonato, de buen trabajo, organización difícil y, sin duda, uno de los grandes torneos del circuito, aún tiene que matizar este tipo de cosas. En el caso, claro, que quiera homogeneizarse con el resto del circuito, algo que tampoco es seguro, pues Madrid siempre tuvo cierta vocación iconoclasta.

Nadal ha defendido esta semana el torneo en varias ocasiones. Tanto su profesionalidad como su mera existencia. Entiende la mayor estrella del tenis español que es una bendición que el país pueda tener un campeonato de estas dimensiones y que si algún día termina, será muy difícil recuperar lo ya construido. Él tiene una armonía con el ambiente que le empuja un poco, y lo demuestra con su tenis. Las condiciones no son las mejores para él, por la altura, este año también por el frío. Pero aun así, bien le esta poder pasar una semana en un ambiente amigo y en el que siempre tiene buenas posibilidades de victoria.

Esa estrecha relación tiene un golpe por encima de todos que une a la grada y la leyenda. Es el 'passing shot'. El rival sube a la red buscando terminar el punto, Nadal, algo forzado, corre a por la bola y en un golpe que controla mejor que nadie consigue siempre rebasar a su oponente. Ante eso no hay volea que sea efectiva. Rafa siempre encuentra el hueco por el que ganar el punto. Cuando eso ocurre la cancha se viene abajo, es un golpe bonito, difícil y con denominación de origen de Manacor.

En esas fue pasando el partido. Después del frenético primer set, de una hora y diez minutos de duración, a Goffin le temblaron pronto las piernas en el segundo. Rafa se puso con 3-1 y el belga, a remolque, intentó devolver el partido a la igualdad. Estuvo cerca, tuvo bolas de ruptura que no supo aprovechar, intentos en casi todos los juegos de Nadal de recortar esa ventaja. Pero fue incapaz de romperle una sola vez el servicio porque Nadal, cuando toma la delantera, sigue jugando con la misma calma de siempre, sin forzar ni dejar que se le suban a las barbas. Incluso rompiendo otra vez si se le planta la oportunidad. Fue para ponerse 5-2 en el partical, un juego vibrante, lleno de alternativas que, por supuesto, ganó Nadal. Por eso ya está en semifinales. Contra Djokovic, ni más ni menos.

El agua caía y sonaba como una ducha impactando contra el techo de la Caja Mágica. Si por Nadal fuese, el sol reinaría y esa cubierta estaría plegada, pero el mayo madrileño manda incluso más que la leyenda del tenis. Llueve, llueve mucho, y no hay otra opción que poner la capota. Eso hace que el partido se dispute en tierra, sí, pero bajo techo, lo cual matiza la ventaja que Nadal tiene normalmente sobre esta superficie. La pelota va más rápida y los jugadores acostumbrados al cemento se sienten más cómodos. Gajes del oficio.

Rafa Nadal
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