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La final de Miami, otro asalto con Federer para ver si Nadal recupera su aura
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venció a fognini en semifinales (6-1 y 7-5)

La final de Miami, otro asalto con Federer para ver si Nadal recupera su aura

El jugador español ha demostrado sobradamente que su tenis está listo para competir, pero aún duda en las finales y contra Federer, que será su rival en el gran partido de Miami

Foto: Nadal, en el partido contra Fognini. (Reuters)
Nadal, en el partido contra Fognini. (Reuters)

Rafa Nadal está jugando bien al tenis, en ocasiones incluso muy bien. Se le ve en el tono físico adecuado, manteniendo los que siempre fueron sus golpes fuertes —los débiles siguen ahí y no se irán—. Ha demostrado que su riqueza táctica siempre será una de las mejores del circuito. El Nadal de siempre, pero con matices.

El jugado balear ha tenido que escuchar a lo largo de su carrera un sinfín de elogios a su prodigiosa cabeza. A veces, incluso, menospreciando su tenis para centrarse en los tópicos que le acompañan: un guerrero, el que nunca se rinde, una máquina de competir. La retahíla es tan larga que, en ocasiones, llega a eclipsar su tremenda derecha, la movilidad que siempre atesoro y esas cosas que, por encima del resto, definieron el tenista que se convirtió en leyenda.

Foto: Federer y Nadal, en 2005, en su primera final en Miami. (imago)

Bien, esa mente privilegiada es, exactamente, el punto que ahora mismo queda por ver en Nadal. Es competitivo, su victoria ante Fognini en semifinales de Miami (6-1 y 7-5) es la enésima demostración de este 2017 de eso, pero lleva mucho tiempo sin ganar un torneo. Y es ahí cuando los fantasmas reaparecen. Porque competir está bien, pero lo que se pide en un jugador como él es levantar trofeos.

La última vez que ganó uno sobre pista dura fue en febrero de 2014, en Doha, hace más de tres años. Desde entonces lo ha conseguido en hierba, en Stuttgart, y en tierra, pero es que sobre arcilla el planteamiento siempre es algo diferente, con el juego que tiene no hay nervios que le puedan hacer escapar la victoria. Es su zona de confort, pero las sensaciones tienen que volver también para intentar dominar los grandes partidos en situaciones menos favorables.

Esta temporada, sin ir más lejos, está demostrando ser el segundo mejor jugador del circuito tras Roger Federer. Ha disputado ya dos finales de torneos, pero todavía no ha dado con la clave que lleva hasta la victoria. En Australia, por ejemplo, tuvo todo de cara para llevarse el partido. Encontró un 'break' ante Federer en el quinto set y solo necesitaba mantener su servicio para lograr su decimoquinto grande. No ocurrió, Federer jugó de una manera excelente y consiguió remontar el partido para llevarse una de las victorias más valiosas de su carrera.

Tampoco lo hizo en Acapulco, y eso que esa noche tenía delante a Sam Querrey, un jugador que nunca ha estado cerca de tener el potencial que siempre ha demostrado Nadal. Llegaba, como está pasando durante toda la temporada, jugando un muy buen tenis, pero el servicio del norteamericano se le resistió hasta alejarle de la que hubiese sido su primera victoria tras Barcelona, en la primavera del pasado año.

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ELX008. CAYO VIZCAÍNO (FL, EE.UU.), 29 03 2017.- El español Rafael Nadal celebra tras vencer al estadounidense Jack Sock hoy, miércoles 29 de marzo de 2017, durante un partido del Abierto de Tenis de Miami, en Cayo Vizcaíno, Florida (EE.UU.). EFE RHONA WISE

Problemas con sus mayores rivales

El problema de las finales está ahí, pero no es el único. Hay otra gota malaya sobre la cabeza de Nadal, una que le va horadando poco a poco la conciencia, generándole dudas e impidiendo que vuelva a ser, completamente, el tenista que todos recordamos. Le está costando ganar a sus grandes rivales. Djokovic le ha vencido las últimas siete veces en las que se cruzaron. Federer las últimas tres, dos de ellas esta temporada. La ya comentada de Australia y, también, una aún más dolorosa, por su contundencia, en Indian Wells. Murray también le ganó su último enfrentamiento.

Bien, son tremendos jugadores, los mejores. Es cierto, Nadal no tuvo en 2016 el mejor año de su carrera. También lo es que el Federer que se ha encontrado estas últimas semanas es un tenista superlativo, una de las mejores versiones de uno de los más grandes deportistas de la historia. Pero, asumiendo esto como verdades incontrovertibles, Nadal siempre fue especialista en desafíar las convenciones.

Foto: Rafa Nadal jugando la Davis con España. (EFE) Opinión

Será Federer, precisamente, el tenista con el que tendrá que pasar esta última reválida. El suizo, en un partido estratosférico, ganó la otra semifinal al prometedor Nick Kyrgios po 7-6, 6-7 y 7-6. Es decir, un nuevo asalto entre los dos mitos, una nueva reedición del mayor duelo de todos los tiempos. Nadal y Federer, Federer y Nadal, una tradición de los mejores domingos. Será la cuarta vez que se vean en Miami, de momento Rafa ganó dos, pero el suizo se impuso en la única final en la que se cruzaron.

Rafa, cuando era un niño, fue el primero en retar a Federer y salir indemne. Fue el que nadie pensaba que ganaría fuera de la tierra batida y conquistó todos los torneos del Grand Slam, algo que nadie sospechaba cuando era un niño. El que después de una lesión de rodilla en la que le dieron por amortizado volvió para ganar a lo grande una vez más. Es la alta nobleza del tenis, pero también el mayor rebelde, quien siempre pensó que las previsiones en su contra valían tan poco como el papel en el que estaban escritas.

En el fondo, todo sigue ahí. La psicología es huidiza, pero no se pierde de repente, como puede pasar con el físico. Nadal volverá a ganar a lo grande si vuelve a creer en su tenis, si recuerda cuál era el camino para ser el mejor. Lo conoce como pocos, pues pocos lo han sido tantas veces como él.

Rafa Nadal está jugando bien al tenis, en ocasiones incluso muy bien. Se le ve en el tono físico adecuado, manteniendo los que siempre fueron sus golpes fuertes —los débiles siguen ahí y no se irán—. Ha demostrado que su riqueza táctica siempre será una de las mejores del circuito. El Nadal de siempre, pero con matices.

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