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Roger Federer: una leyenda en siete escenas
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aspira a su decimoctavo grand slam

Roger Federer: una leyenda en siete escenas

El niño que se saltó el servicio militar por unos supuestos dolores de espalda y logró ir escalando una a una todas las leyendas del tenis, ahora apuesta por un final en lo alto en Melbourne

Foto: Roger Federer (EFE)
Roger Federer (EFE)

La media sonrisa que alumbra su cara es inconfundible. El público está prendado de él, es el respeto ganado con el paso de los años. No hay aficionado al tenis que no le tenga en la más alta estima ni profesional que no se rinda a sus encantos. Tiene 35 años y sus mejores días quedan ya a su espalda. El tiempo es inexorable, incluso para las leyendas. Australia 2017 le ha dado una nueva final, la vigésimo octava en un Grand Slam. Aún parece el mejor, porque después de una serie de lesiones que le dejaron fuera de juego el año pasado, ha vuelto a sus mejores esencias. Es Roger Federer, la mejor manera de definir el tenis.

Foto: Rafa Nadal, en el Open de Australia (EFE)

A estas alturas ya son escasas las cosas que se pueden añadir a su biografía. Cuando su tiempo termine, algo que se auguraba cercano pero parece haberse retrasado 'sine die', se podrá hacer el cálculo final. Títulos, finales, enfrentamientos, récords, proezas... En esa valoración, la de la fría estadística, nadie podrá reflejar que nunca pareció sudar sobre una pista. Ni cómo conseguía llegar a los extremos de la pista sin parecer que corría. Ni la estética imposible de un golpe de derecha que hizo del tenis una experiencia para todos los sentidos. Tampoco la extrema humildad de quien ha sido todo pero no se ha vanagloriado de ello.

No, hay cosas los datos no pueden explicar. Podrán contar, eso sí, que durante años se vio empequeñecido en una circunstancia concreta, sus duelos contra Nadal. La estadística afirmará (a falta de afinar con lo que quede por delante) que el español le ganaba dos de cada tres partidos en los que se enfrentaban. Y los nostálgicos, que no se guían en las tablas o los gráficos, tirarán de memoria y recordarán que el deporte era un poquito mejor cuando dos colosos, diferentes en estilo pero extremadamente amables en su actitud, se colocaban a ambos lados de la red.

La pregunta está ampliamente respondida, pues Roger Federer, como figura pública de su tiempo, es uno de los deportistas más escrutados y estudiados de la historia, pero nunca está de más hacérsela una vez más ¿cómo llegó hasta ahí? ¿qué hizo de ese chico alguien tan especial? Estas son algunas de las escenas que cincelaron al mito.

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1. La juventud

Toda caminata empieza por un paso. Roger Federer nació en Basilea, hijo de una sudafricana y un suizo de clase media. Tenía una hermana mayor y pronto se quedó prendado de quien sería el ídolo de su niñez: Boris Becker. Le enrolaron, cuando aún no tenía cinco años, en una escuela de tenis y desde el primer momento demostró que a ese niño había que cuidarle, porque iba a dar muchas alegrías. La coordinación entre el ojo y la mano le hacía especial. Adolf Kacovsky, que regentaba la academia, decidió darle clases particulares.

placeholder Federer, en 1998 (imago)
Federer, en 1998 (imago)

A los 14 años ya era campeón nacional de Suiza. Abandonó el colegio a los 16 y comenzó una carrera junior que le llevó a ganar Wimbledon de su categoría en 1998. 17 años, todavía un niño. La Confederación Helvética, como a todos sus ciudadanos, le llamó para que hiciese el servicio militar, pero él alegó dolores de espalda y se llegó a un acuerdo por el cual en lugar de empuñar fusiles enseñaría a los niños durante unos meses a empuñar raquetas. Cada uno a lo suyo. 22 años, aún es un jovencito con talento pero sin el juego lo suficientemente maduro para dominar el circuito. En el año 2003 todo parece ir cuadrando. Es julio, hace calor y acude a Londres. Esa escena, sin embargo, ya es una de madurez.

2. Wimbledon 2003

Roger Federer es el cuarto cabeza de serie en un torneo en el que se suceden la sorpresas, un poco como está pasando en el Abierto de Australia de esta temporada. Hewitt, campeón el año anterior, eliminado en primera ronda; Agassi y Ferrero pierden en cuarta. Queda como máximo favorito y empieza a navegar por el cuadro. Gana a Mardy Fish, a Feliciano López y se encuentra en semifinales contra Andy Roddick. En Estados Unidos la consideran una de las grandes rivalidades del tenis de esos años, aunque la realidad dice que el americano solo consiguió imponerse en tres de los 24 enfrentamientos. Federer gana y se enfrenta a Philippoussis, un bombardero australiano al que lamina en tres sets. La badana esconde una coleta juvenil, Federer se tira al suelo y se convierte en campeón de Grand Slam. Lo mejor está por venir.

3. Roland Garros 2005

Federer ha ganado en dos temporadas cuatro grandes, pero en el Abierto de Australia de ese año, falló. Se encontró en semifinales a un pletórico Marat Safin, genial en su juego e inconsistente en su carrera. El ruso, en un memorable partido, lo sacó del cuadro. Nadie dudaba, a pesar del desliz, que es el mejor jugador del mundo, el dominador claro del juego y quien está llamado a aplastar a los demás en los siguientes años. En Roland Garros, su torneo más flojo y el único que le queda para completar el Grand Slam, está ya en semifinales.

Allí le espera un niño de 18 años. Se han visto en dos ocasiones, en la primera le sorprendió en Miami un año antes, en la segunda, no sin sudar, venció el suizo. Es Rafa Nadal, que aún no es nadie. Es el inicio de otra leyenda, la de un español que ha llegado para representar la resistencia, el único contestatario posible del excelso Federer. La victoria es fácil, en cuarto sets. Es el primer partido en el que se ven las caras en tierra batida y el suizo comprende que para ganar Roland Garros va a necesitar una heroicidad o una casualidad. No es que no sea magnífico en tierra, lo es, pero solo está a la altura de los humanos. Nadal, en esa superficie, no lo es.

placeholder Federer y Nadal, en Wimbledon 2008
Federer y Nadal, en Wimbledon 2008

4. Wimbledon 2008

La dinámica del tenis se ha repetido en dos temporadas consecutivas. Federer se impone en todos los grandes menos en Roland Garros, que ya es territorio exclusivo de Nadal. El orden mundial parece asegurado, está muy claro quién es el número 1 y el 2, porque además el español ha dado un salto adelante en superficies rápidas y ha conseguido distanciarse del resto de los jugadores sin alcanzar aún a la leyenda.

Foto: Rafa Nadal, junto a Roger Federer, durante la inauguración de la Academia del primero (EFE)

Roger llega a su templo, Londres, sin haber logrado aún un Grand Slam. Un patinazo en semifinales de Australia contra Djokovic le ha dejado fuera de juego y en Roland Garros se ha repetido el guión de los años anteriores. Para ser exactos, se ha exacerbado esa narración, pues no solo ha perdido contra Nadal sino que lo ha hecho ganando solo cuatro juegos en la final, toda una humillación que dejó a Federer confuso como pocas veces antes.

Es lo mismo, Wimbledon es otra cosa, o eso cree él. La temporada anterior ya le había costado imponerse a Nadal, pero igualmente el español seguía sin ganar un solo grande lejos de la tierra. El favorito solo puede ser Federer, pero la vida es lo que pasa mientras otros pronostican. Es un partido igualadísimo que se extiende hasta que la tarde empieza a confundirse con la noche en el All-England Club. Ha tenido dos parones por lluvia y casi cinco horas de partido. El último parcial lo gana Rafa, por 9-7. Lo imposible estaba ahí.

Federer aún se recompone para ganar en Nueva York, pero es solo un consuelo para un monumento como él. Ha perdido el número 1, no ha logrado más que un Grand Slam y ni siquiera en los Juegos Olímpicos ha podido imponerse. El hombre de moda es su amigo, pero también su rival más enconado. Nadal ha revertido el orden de las cosas.

5. Roland Garros 2009

Las cosas no han empezado bien para Roger Federer en la temporada. En Australia ha llegado a la final, pero ha terminado entre llantos. Es la primera vez que se ven lágrimas de impotencias en un hombre que muchas veces parecía un robot. El motivo, como ya era costumbre, se llamaba Rafael Nadal, dispuesto a no dejar el cetro recién conseguido en el tenis mundial. Le ha llevado a cinco sets, pero de nada a servido. Le tiene comida la moral, dicen las crónicas de la época. Federer ya no es Federer, auguran los reyes del vaticinio express.

Llega Roland Garros y nadie puede esperar otra cosa que no sea una victoria de Nadal. Se ha convertido en una tradición anual, ver como el español empieza sus agradecimientos tras un título con alguna deferencia a Federer que, elegante como solo él sabe ser, espera tranquilo en una esquina que termine lo antes posible ese mal trago que es saberse segundón cuando has nacido para cambiar la historia.

Los planes se van al traste en un soleado domingo. Son los octavos de final y, para asombro de todo el mundo, Robin Soderling gana con relativa facilidad a Rafa Nadal en la central parisina. Se habla de unos problemas en las rodillas del español, un daño físico que le marcará en los siguientes meses. La desaparición del dominador siempre da pie al resto para el asalto. Y eso lo aprovechó Federer, que ya no veía la manera de lograr el único Grand Slam que le faltaba. Su ausencia le hizo ganar por decimocuarta vez un torneo de Grand Slam o, lo que es lo mismo, le convirtió en el tenista que más veces lo había logrado igualado con Sampras. Un empate que desharía solo unos días después, reclamando el trono de Wimbledon. Volvía a ser número 1, había completado el sueño y lo extendería un poco más, en el inicio de 2010 en Australia. Ya sumaba 16.

placeholder Federer, en Roland Garros 2009.
Federer, en Roland Garros 2009.

6. Wimbledon 2012

Han pasado dos años desde el último título importante de Federer y las voces que anuncian el apocalipsis suben el tono. Ya no habrá más Federer, acostumbrense a un tenis sin dominadores, con Nadal y, especialmente, con Djokovic, que después de haber superado una juventud errática se ha convertido en el hombre a seguir. El mundo de hoy en día se mueve rápido, a toda velocidad, y está dispuesto a amortizar al gran ídolo de los últimos años. Desde el respeto, sí, pero cambio de página.

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Llega Wimbledon y Federer no es favorito. Por encima de él Nadal, que pierde rápido, y el temible Novak Djokovic. Ambos se encuentran en las semifinales, se supone que para que el cambio de guardia quede finalmente garantizado. Nada de eso. Federer aparece en su mejor forma y da un golpe en la mesa. Le gana en cuatro sets, sin excesiva dificultad. También a Murray, el otro prodigio en ascenso.

Ha vuelto a sus esencias, pero es solo un último hurra. Federer seguirá siendo un referente, sin caer nunca de los primeros de la clasificación, llegando a finales importantes e incluso sacando algunos títulos meritorios, como sus victorias en Madrid e Indian Wells. Es competitivo, porque es él, pero la evidencia dice que se está apagando, que cada día hay menos de Federer y más de otros jugadores. Es un declinar paulatino, una caída amable a la vez que inexorable.

7. Australia 2017

La caída se ha pronunciado en los últimos meses. Sus problemas físicos le han apartado de los últimos seis meses de competición y Federer se está tomando la vida con calma. Utiliza Twitter con un gracejo que muchos desconocen, se dedica a la familia y a los proyectos solidarios. Pasa mucho tiempo en el gimnasio para intentar una última vuelta a las pistas que le deje en el lugar en el que tiene que estar. Se ha vaticinado su retirada después del anterior Wimbledon, después de los Juegos Olímpicos. Nada de eso, Roger aún quiere dar guerra aunque las opciones cada vez son menores. Ha bajado hasta el puesto 17 del mundo y ya es casi una reliquia del tenis.

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Tennis - Australian Open - Melbourne Park, Melbourne, Australia - 26 1 17 Switzerland's Roger Federer leaves the court to receive medical attention during his Men's singles semi-final match against Switzerland's Stan Wawrinka. REUTERS Jason Reed

Nunca den por sentado que es el final del mito. La historia recuerda que Sampras volvió cuando nadie lo esperaba, que lo hizo Ali, que hasta Napoléon resurgió. Federer va con cuidado por su lado del cuadro, poco a poco dejando en la cuneta a tenistas que piensan muy en serio que ya no deben de temer a Federer. Pamplinas, a quien juega como él a este deporte siempre hay que tenerle en cuenta. Está en la final del torneo y hasta el domingo no se sabrá el desenlace. Es importante cuando se habla de legado, pero pase lo que pase en la pista Rod Laver (el hombre a quien señalaban como el mejor antes de todo este periplo) el torneo de esta temporada habrá sido un refuerzo de su carrera.

La media sonrisa que alumbra su cara es inconfundible. El público está prendado de él, es el respeto ganado con el paso de los años. No hay aficionado al tenis que no le tenga en la más alta estima ni profesional que no se rinda a sus encantos. Tiene 35 años y sus mejores días quedan ya a su espalda. El tiempo es inexorable, incluso para las leyendas. Australia 2017 le ha dado una nueva final, la vigésimo octava en un Grand Slam. Aún parece el mejor, porque después de una serie de lesiones que le dejaron fuera de juego el año pasado, ha vuelto a sus mejores esencias. Es Roger Federer, la mejor manera de definir el tenis.

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