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Nadal gana un debut funcionarial; Garbiñe sobrevive esta vez a su descontrol
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él se impuso a istomin y ella a mertens

Nadal gana un debut funcionarial; Garbiñe sobrevive esta vez a su descontrol

El jugador español se impuso sin problemas a su rival (6-1, 6-4 y 6-2) mientras que la ganadora de Roland Garros entró en una montaña rusa en la que tan pronto brillaba como desesperaba

Foto: Nadal, en su partido contra Istomin
Nadal, en su partido contra Istomin
Foto: Del Potro saluda a Nadal tras el partido de semifinales (Kevin Lamarque/Reuters)
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Nadal en las primeras rondas de los grandes torneos tiene una eficacia casi funcionarial. Él solía contar que era un día difícil, por aquello de que hay que cogar sensaciones y cuidarse de que no haya sustos. La realidad es que, por la poca envergadura de los rivales, no suele tener ningún problema para irse pronto al vestuario. Denis Istomin es uno de esos jugadores que gira por el circuito sin una ambición concreta. Tiene tenis para ganarse la vida pero no para inquietar a tenistas de fuste. Y por eso Nadal no tuvo problemas para pasar la primera valla sin sufrir.

Nadal genera algunas dudas, porque viene de una mala racha, extendida en el tiempo y curada solo recientemente.La muñeca no está curada completamente, o eso dicen desde su campamento. Él tampoco quiere extenderse mucho en sus dolores, cuando le preguntan responde, con el piloto automático puesto, que los deportistas de élite siempre tienen dolores, problemas físicos. No es mentira, tampoco explica la realidad al completo, pues sus rivales tienen dolores, pero quizá no tantas lesiones como él. Debe ser cosa del esfuerzo, que en Nadal nunca ha faltado.

Foto: Marc López y Rafa Nadal (Reuters)

Hay detalles en su juego que dejan buena impresión. El hecho de que esté llegando a bolas muy difíciles da muestras de buena condición física. En Nadal siempre fue una de las claves, esas piernas rápidas y ligeras que le acercaban siempre a la pelota para pegar con comodidad. El español nunca ha sido descuidado con su físico, siempre está fino, pero para que todo parezca a punto se necesita también algo de competición. Los Juegos, además de darle una nueva medalla, le han procurado una vuelta a las esencias, un poco de confianza y los partidos necesarios para volver a tener las piernas a tono. El tema de la muñeca, lo más preoocupante, es más difícil de saber. Pega la derecha con normalidad, quizá un poco menos veloz que en otros momentos, pero la condición exacta de la articulación solo la puede conocer el propio jugador, que es quien tiene las sensaciones.

Istomin no era rival, pero todas las grandes historias empiezan antes con una palabra. el primer set de Nadal fue magnífico, con potencia, dominando la escena, buscando las cosquillas del uzbeko. Después bajo algo el nivel e Istomin pareció tomarse confianzas, pero nunca en el terreno de lo preocupante. Nadal volvió, eso sí, a uno de esos rasgos que a veces le hacen vulnerable pero que, en este caso, no se notó: jugó muy lejos de la línea. Sin ser tampoco su rival un bombardero en el saque se situaba a cuatro o cinco metros del fondo, como si tuviese miedo. Si se echa un poco más adelante tendrá aún menos complicaciones. De todos modos el partido fue suyo, sin discusión. Tres sets, poco tiempo en la pista y a otra cosa.

placeholder Muguruza, con las asistencias (Reuters)
Muguruza, con las asistencias (Reuters)

Garbiñe Muguruza sobrevive

Foto: Garbiñe Muguruza, en el Cincinnati (Reuters)

Paralelamente, en la segunda pista del complejo de Flushing Meadows, se jugaba su primera ronda Garbiñe Muguruza. Si en Nadal hay algo de funcionariado en estos primeros pasos de su compatriota se podría decir todo lo contrario. Esta vez, eso sí, supo controlarse. Después de un partido horroroso, de un primer set lamentable y una serie de desamayos tenísticos impropios de una número 3 del mundo. Pero en segunda ronda. La rival que tenía enfrente, Elise Mertens, es una absoluta desconocida que intenta buscar un hueco, en el circuito. Es posible que no lo tenga, su juego no da para mucho.

Pero poco importa que la rival sea la mejor o la peor, la culpa con Garbiñe suele ser de la propia Garbiñe. En lo bueno y en lo malo. Muguruza empezó el primer set tirando bolas a varios metros de la línea. Era incapaz de sosegarse, no metía un solo primer servicio. Lamentable para una jugadora de su nivel. Tan difícil fue que cuando terminó el parcial, con 2-6 en contra, llamó a la asistencia médica. No tenía nada aparente, solo un sofoco. La médico le dio algo de hielo y comprensión. Se podía pensar que lo ocurrido en el primer set era cosa del calor, una lipotimia que, probablemente la debería dejar fuera. Porque los milagros no existen y las resurrecciones tampoco.

Foto: Garbiñe, en el torneo de los Juegos Olímpicos (EFE) Opinión

O sí. Llegó el segundo set y, tras esos minutos de descanso, se declaró el tifón Garbiñe en la pista Grandstand. No es fácil de comprender lo que sucedió después, tras un set lamentable Garbiñe entró en pista y borró a Mertens de un plumazo. Un 6-0 contundente en el que se vio que a la española le valía solo con meter la bola en la pista. Ya se ocuparía su rival del resto. Primer servicio y paciencia, suficiente en esta primera ronda. Es poco probable que Mertens esté contenta con lo ocurrido, que puede ser fácilmente interpretado como un momento de Muguruza para repensar toda la situación. Como Nishikori en los Juegos, pero algo menos descarado.

Después del rosco, y de ponerse 3-1 arriba en el tercer set, cabría pensar que el partido se había finiquitado. Nada más lejos de la realidad. Garbiñe volvió a las andadas, a tirar bolas donde no tocaba, a fallar el primer servicio. Incluso a hacer dobles faltas casi obscenas, de esas en las que la bola se va muy lejos, como si fuese una junior adaptándose a su nueva fuerza. Tan intenso como es verla brillar lo es verla naufragar, incapaz de medirse. Consiguió calmarse al final, dejar a su rival que hiciese el resto, porque no iba a tener la belga una lucidez excesiva para terminar desgastándola. Muguruza rompió, sufrió y ganó. Todo a la vez, muy en su línea.

Dice que no le gusta Nueva York, que se siente extraña en la gran ciudad. Es una más de las contradicciones de Muguruza, tan grande, tan potente, tan brillante y a la vez tan débil y distraida. La que puede ser la mejor cuando no se disfraza de mediocridad y dudas.

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Rafa Nadal
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