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Los ayuntamientos del cambio ponen en peligro los grandes torneos de tenis
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Los ayuntamientos del cambio ponen en peligro los grandes torneos de tenis

Madrid tiene contrato hasta 2022 y Barcelona hasta 2016, pero los torneos temen que los gobiernos cercanos a Podemos puedan traerles problemas, como sucedió en Valencia

El deporte no es ajeno a la realidad, por más que haya quienes aseguran que vive de espaldas a la política y que poco o nada tiene que ver con lo que ocurre en los centros de poder. Esto puede llegar a ser válido para los deportistas, inmersos en una burbuja que les separa de las cuestiones mundanas, pero la organización del deporte, la estructura del mismo, no se puede concebir sin tener en cuenta los factores externos.

En el boom de la construcción, cuando en España todo era crecimiento y parecía que la caída nunca llegaría, el deporte en el país consiguió llegar a las cotas de financiación más altas de su historia. Tener dinero sirvió, entre otras muchas cosas, para que los torneos de tenis apareciesen en España como setas en otoño. El país tenía tres banderas que mostrar, el Torneo Conde de Godó, en Barcelona, el de Valencia y el de Madrid.

Todos ellos se encontraron sin problemas para conseguir que las administraciones públicas remaran a su favor durante años. Ahora, sin embargo, las cosas no están tan claras. En primer lugar porque las cuentas de los ayuntamientos y comunidades son motivo de preocupación macroeconómica, lo que obliga a las estrecheces presupuestarias. También, y no es cuestión menor, porque el signo de los gobiernos locales ha cambiado y ahora son dirigidos por formaciones afines a Podemos, más preocupadas por otros campos que por los grandes eventos deportivos.

Colau presentó el Godó

No todos los casos son iguales. Barcelona no fue casualidad o coyuntura sino tradición, es uno de los torneos más señeros del circuito y siempre ha sabido vivir en sus posibilidades. Sin grandes alardes, pero manteniendo el estatus que lo convirtió en una referencia en el tenis. En Barcelona la financiación, siendo importante, es menos dolorosa, pues se organiza en el Real Club de Tenis Barcelona, que tiene actividad todo el año, y tiene las bases bien asentadas.

Por el momento, tienen asegurada una subvención anual de 4 millones de euros del ayuntamiento de la Ciudad Condal. Se firmó en marzo del año pasado, con el rechazo de ERC e ICV, semanas antes de que las elecciones municipales dieran un vuelco a la composición del consistorio. Fuentes del mundo del tenis dicen que el ayuntamiento pretende bajar su aportación en los años venideros. En el torneo se muestran tranquilos, aunque prefieren no hablar mucho del tema. Creen que el último contrato firmado está lo suficientemente bien atado para que no haya problemas en un futuro.

Las relaciones, mantienen en el torneo, son buenas con la alcaldesa Ada Colau, que incluso llegó a ir a la presentación del campeonato. "Este torneo aporta muchísima imagen a la ciudad de Barcelona, es uno de los torneos más internacionales y mucha gente conoce la ciudad por él. Grandes acontecimientos como este y otros ayudan a consolidar a Barcelona como referente del deporte", comentó la alcaldesa a preguntas del torneo. Ha habido varias reuniones para tratar la organización y los rectores del campeonato esperan que no haya volantazos en lo ya acordado, aunque admiten que un cambio podría suponer conflictos de futuro.

La edición de este año, en todo caso, está más que asegurada y ya han confirmado su presencia cuatro de los diez mejores jugadores del mundo, algo que por el momento no se ha dado en ningún Master 500 este año.

Madrid, con contrato hasta 2022

Madrid, el torneo más grande de todos los que hay en España, fue una cuestión casi de necesidad. El torneo empezó en el Rockódromo, que así se llamaba el primer recinto de la casa de campo, cambió después por el Madrid Arena -que se construyó, entre otros motivos, por calmar las ansias del propietario Ion Tiriac de tener un recinto más grande- y, finalmente, pasó a la Caja Mágica.

En ese momento la ciudad ya estaba ensimismada en la vorágine de los Juegos Olímpicos. El presupuesto de la capital aportó grandes sumas de dinero a las infraestructuras y decidió apostar fuerte por el tenis. Un centro así estaba llamado a ser una referencia mundial y uno de los emblemas de los Juegos, pero los sucesivos fracasos en las intentonas de la ciudad desvelaron que la obra, construida en el barrio de San Fermín, era un elefante blanco, uno de esos proyectos costosos a los que es casi imposible sacar rendimiento real. Actualmente solo tiene sentido durante diez días en el año, precisamente los diez del torneo de tenis. El presupuesto del complejo se disparó y ahora hay problemas hasta para mantener los mínimos requisitos de seguridad, como informaba este lunes El Confidencial.

Se mudó de octubre a mayo y pasa por ser uno de los torneos más grandes del mundo, justo un escalón por debajo de los intocables Grand Slam. El torneo combina grandes aciertos, es uno de los más innovadores del circuito, con algunas aventuras que nunca encontraron su acomodo como el desarrollo de una pista azul que fue un desastre. El evento no es propiedad de la ciudad sino de Ion Tiriac, extenista y magnate rumano que amenaza de vez en cuando con marcharse de Madrid y llevarse su tenis a otra parte. El contrato actual, de todos modos, está firmado hasta 2022 y promete que Madrid no se quedará sin tenis. La aportación de la ciudad es de diez millones de euros anuales.

Fuentes del torneo aseguran que no temen que el ayuntamiento de Madrid quiera renegociar las condiciones del torneo. Tienen el contrato firmado para varios años más y entienden que se respetará. Consideran que están legalmente blindados ante cualquier bandazo. También conceden que no les extrañaría que algo así ocurriese, pues conocen el desenlace del torneo de Valencia y tienen información de que en Barcelona se pretende reducir la aportación del consistorio en el torneo. Desde el torneo cuentan que en los últimos meses ha habido una reunión entre el director del torneo, Manuel Santana, y la alcaldesa de Madrid Manuela Carmena, un encuentro en el que no surgió cuestión alguna sobre la aportación de la ciudad al campeonato y que se desarrolló en ambiente de cordialidad.

Valencia, desaparecido

El último caso, quizá el que más al extremo llevó la inversión pública en el tenis, es el del torneo de Valencia. Su inclusión en el calendario supuso el tercer torneo en España, un Master 500 ni más ni menos, a la altura teórica del de Barcelona. Es cierto que hay tradición tenística en la zona, pero su concepción solo se entiende con el derroche de dinero que hubo en la ciudad en los años de bonanza. Se jugaba en el Ágora, un edificio de Calatrava con evidentes deficiencias para la práctica deportiva, pues eran muchas las goteras que hacían imposible una organización lógica del evento.

El torneo terminó desapareciendo. La edición de 2014 dejó dos millones de euros de pérdidas, cuando la subvención de la Generalitat ya se había desvanecido. Se vieron obligados a vender la licencia a Viena y convertirse en un torneo 250, una cita menor, el pasado año. "Hemos tenido que ajustarnos muchísimo el cinturón y no vamos a ganar nada. Las ayudas son las mínimas y tenemos que hacer un esfuerzo muy grande. Por eso se plantea la incógnita de las ediciones de años venideros", reconocía la temporada pasada el extenista Juan Carlos Ferrero, director del torneo. En el calendario de esta temporada no aparece por el momento ninguna cita en Valencia. Ni siquiera de 250. El torneo de Valencia, que intentó competir con los mejores en los días de vino y rosa, ha menguado hasta no existir.

El deporte no es ajeno a la realidad, por más que haya quienes aseguran que vive de espaldas a la política y que poco o nada tiene que ver con lo que ocurre en los centros de poder. Esto puede llegar a ser válido para los deportistas, inmersos en una burbuja que les separa de las cuestiones mundanas, pero la organización del deporte, la estructura del mismo, no se puede concebir sin tener en cuenta los factores externos.

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