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El 'milagro' Cilic no quiere ser flor de un día
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El 'milagro' Cilic no quiere ser flor de un día

Desde 2005, sólo cinco tenistas que no se se apelliden Nadal, Federer o Djokovic han ganado un 'Grande'. Cilic fue el quinto y quiere seguir rompiendo el monopolio

Foto: Cilic, exultante, en el Rockefeller Center
Cilic, exultante, en el Rockefeller Center

“Es realmente un milagro haber terminado así". Exultante, Marin Cilic, el ‘underdog’ croata, no cabía en sí de gozo el día después lograr un histórico triunfo en el US Open. A sus 25 años saboreaba las mieles del éxito con el primer Grand Slam de su carrera. Al margen de los suculentos 2,2 millones de euros del premio en metálico, cifra que menguará significativamente tras el hachazo del fisco estadounidense, su victoria en la final del último ‘Grande’ del curso ante el japonés Kei Nishikori (6-3, 6-3 y 6-3) pretende dibujar un nuevo escenario dentro del panorama tenístico mundial. "Vengo del futuro a ganar el US Open, a dejar a Japón entre lágrimas". Inflado, después de desquiciar a Roger Federer, el tenista más laureado de la historia en semifinales, Cilic llegaba a la final dispuesto a no dejar escapar la oportunidad de poner en entredicho la tiranía impuesta en los últimos tiempos por los tres mosqueteros: Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic.

Un hecho que, con los datos en la mano, no se suele repetir con frecuencia. Sólo con ver una final Cilic-Nishikori se había logrado algo impensable hasta no hace mucho. Por primera vez en más de diez años, dos tenistas fuera del Top-10 no se enfrentaban en el último desafío de un torneo de Grand Slam. Afinando un poco más, desde que en la final del Abierto de Australia de 2005 el ruso Marat Safin se impusiera al australiano Lleyton Hewitt, dos tenistas que no se apellidaran Federer, Nadal o Djokovic lucharían por llevarse uno de los cuatro premios del circuito. En todo este tiempo, ante de la victoria de Cilic, sólo cuatro tenistas -Stanislas Wawrinka (2014), Andy Murray (2012 y 2013), Juan Martín Del Potro en 2009 y el mencionado Marat Safin en 2005- habían sido capaces de hacer temblar los cimientos del oligopolio del ‘Big Three’. Un grupo que se podría ampliar a cinco si contamos el triunfo del argentino Gastón Gaudio en la edición de 2004 de Roland Garros. Paradójicamente, el último vencedor en la tierra de Roland Garros antes de que diera comienzo la era Nadal, no atisbaba vientos de cambio en el horizonte. "El tenis sigue igual, todos los de mi época están jugando”.

Pues ahí lo tienes, Gastón. Desde que decidieron 'adueñarse' del oro tenístico, las tres mejores raquetas del circuito de la última década no habían dejado escapar nunca más de un 'Grande' en un mismo año. En 2014 la tarta se ha repartido entre cuatro hombres diferentes: Wawrinka en Melbourne, Nadal en París, Djokovic en Londres y Cilic en Nueva York."Wawrinka abrió la puerta para nosotros, los de la segunda línea. Ahora tenemos la confianza de que podemos ganar", comentaba Cilic. Algunos hablan de sublevados, término que no deja ver el verdadero objetivo del cambio. Porque esta nueva generación de jóvenes rebeldes de espíritu subversivo (Cilic, Nishikori, Wawrinka, Raonic o Dimitrov) quieren llegar para quedarse. A diferencia de los Safín, Gaudio y Del Potro (a Murray no le metemos en el saco por razones obvias), no se van a conformar ser flor de un día. Algo para lo cual tendrán que seguir luchando con el inquebrantable poder del trío ‘Nole-Roger-Rafa’. "Es bueno para el tenis ver caras diferentes de vez en cuando. Al mismo tiempo, creo que la gente aún disfruta viendo a los que ven a menudo en los grandes partidos", avisaba el suizo perder ante Cilic.

Tras su machada ante un Nishikori fundido tras vaciarse en diez sets frente a Raonic y Wawrinka, y otros cuatro ante Djokovic, el croata amaneció el pasado martes de nuevo en el puesto nueve de la clasificación ATP, algo que no lograba desde el 22 de febrero de 2010, después de caer en las semifinales del Abierto de Australia ante Andy Murray, su mayor logro hasta el histórico triunfo en la central de Flushing Meadows. Nadie dijo que iba a ser fácil. El camino estuvo plagado de espinas. Además de los mencionados triunfos ante Federer y Nishikori, el joven croata tuvo que deshacerse del checo Tomas Berdych (6), del francés Gilles Simon (26), del sudafricano Kevin Anderson (18), del ucraniano Illya Marchenko y al chipriota Marcos Baghdatis. Aunque nació en bosnia y por sus venas corre sangre croata, Cilic comenzó a labrarse una carrera tenística en San Remo a las órdenes de Bob Brett. En 2005 terminó el año como número dos júnior. Terrible sacador, le faltaba ese punto de cocción para pasar a formar parte de la élite. Sin embargo, en 2013 llegó una controvertida sanción por dopaje. Un jarro de agua fría difícil de digerir.

En uno de los análisis rutinarios a los que tienen que hacer frente los tenistas apareció un positivo por consumo de niketamida, un tipo de estimulante que entra dentro de las sustancias prohibidas. El croata explicó a la Federación Internacional de Tenis (ITF por sus siglas en inglés) que la sustancia entró en su organismo al consumir tabletas de glucosa Coramina que él mismo compró en una farmacia. Un tribunal independiente entendió que Cilicconsumió niketamida de forma involuntariay que no lo hizo para incrementar su rendimiento en el Abierto de Munich. No sirvió de nada. La ITF le apartó de la competición durante nueve meses y su nombre quedaba marcado para siempre en la lista negra. El parón le permitió para encauzar una evolución que había frenada de forma abrupta. Llamó al héroe de su infancia para que guiara sus destinos y su carrera experimentó un giro brutal.

“Todo es producto del trabajo. Goran me ha traído cosas nuevas, la alegría de jugar al tenis". Con una mente dispersa, tendente a vivir una montaña rusa anímica, gran parte de su ascenso y confirmación como una de las diez mejores raquetas del planeta reside en la figura de su entrenador. Un tal Goran Ivanisevic. Les suena, ¿verdad? Hablamos de un cañonero indomable de ruda figura que trató de sobrevivir a la década de los noventa bajo el yugo de Pete Sampras, otro dictador con predilección por la hierba. Un hecho que impidió a Ivanisevic acariciar la gloria en el All England Club hasta en tres ocasiones (1992, 1994 y 1998). El de Split tuvo que aguardar hasta 2001, con Sampras apeado por un barbilampiño Roger Federer para ver recompensada su tenacidad. Aquello superó con creces la gesta de su hoy pupilo.

Tras llegar de tapadillo como número 125 del ranking ATP, Ivanisevic aprovechó la oportunidad que le brindó la organización del torneo londinense para hacerse un hueco en el cuadro y plantarse en la final. En el último empujón se liberó de sus fantasmas y venció al australiano Patrick Rafter en un encuentro épico. Por fin lo había conseguido. Se convertía en el primer croata de la historia en levantar uno de los cuatro Grand Slam. 13 años después el milagro se ha vuelto a obrar. En medio de una nube de la que no quiere bajar, el tenista balcánico cruzaba los dedos para que la celebración de la gesta no se le fuera de las manos. “Espero que no sea la cuarta parte de 'Resacón en Las Vegas'". Toca disfrutar del momento y seguir luchando para tratar de derrocar el régimen tiránico que ha venido gobernando con puño de hierro los destinos del tenis mundial. Porque, como él mismo comentó con acierto, aunque los seguidores prefieren ver a los más grandes en las finales "porque atraen a los fans y a las televisiones", llegará un día en el que no estén y habrá que dar paso a los jugadores de segunda fila. Un momento que, gracias a su gran papel en el último ‘Grande’ del curso, parece estar más cerca.

“Es realmente un milagro haber terminado así". Exultante, Marin Cilic, el ‘underdog’ croata, no cabía en sí de gozo el día después lograr un histórico triunfo en el US Open. A sus 25 años saboreaba las mieles del éxito con el primer Grand Slam de su carrera. Al margen de los suculentos 2,2 millones de euros del premio en metálico, cifra que menguará significativamente tras el hachazo del fisco estadounidense, su victoria en la final del último ‘Grande’ del curso ante el japonés Kei Nishikori (6-3, 6-3 y 6-3) pretende dibujar un nuevo escenario dentro del panorama tenístico mundial. "Vengo del futuro a ganar el US Open, a dejar a Japón entre lágrimas". Inflado, después de desquiciar a Roger Federer, el tenista más laureado de la historia en semifinales, Cilic llegaba a la final dispuesto a no dejar escapar la oportunidad de poner en entredicho la tiranía impuesta en los últimos tiempos por los tres mosqueteros: Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic.

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