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​El Seis Naciones de rugby, ante su gran reto: alcanzar a los All Blacks
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​El Seis Naciones de rugby, ante su gran reto: alcanzar a los All Blacks

El torneo anual más importante del rugby mundial ha crecido sabiendo conjugar tradición y negocio, pero mantiene una deuda pendiente: jugar tan bien como las selecciones del sur

Foto: Imagen de un Francia-Nueva Zelanda disputado el año pasado en París. (REUTERS)
Imagen de un Francia-Nueva Zelanda disputado el año pasado en París. (REUTERS)

Con la profesionalización del rugby en 1995 y la inclusión de Italia en el torneo, la organización del Seis Naciones buscó y consiguió un evento moderno y un espectáculo rentable. Con una selección más en liza, se sumó una jornada de contrato televisivo, los estadios se remodelaron para atraer a mayor cantidad de espectadores, los patrocinadores respondieron y el entrañable Cinco Naciones dio el salto que le acercó, en números, a otros deportes.

Foto: Presentación del torneo Seis Naciones 2017 en el Hurlingham Club de Londres. (EFE)

Según un estudio de la UEFA publicado a principios de mes, el Seis Naciones 2015 fue el evento deportivo que más llenó sus estadios en los 15 partidos que comprenden la competición con una media de 72.000 espectadores. Otra buena noticia para este deporte es que, según el órgano rector del fútbol europeo, el Mundial de Inglaterra alcanzó la cuarta posición de la tabla. Algo que ya anticipó la propia World Rugby al anunciar que el de hace dos años, fue el mundial con más repercusión de los disputados hasta la fecha.

placeholder Informe de la UEFA.
Informe de la UEFA.

En ese recorrido, del Cinco al Seis Naciones, del amateurismo a la exposición global; el torneo por excelencia ha sabido, hasta la fecha, mantener todo lo extradeportivo que lo rodea haciéndolo especial. Algo que no deja de ser nostalgia pero que, en gran medida, explica su éxito. A saber: la experiencia de montarse en un abarrotado tren en Waterloo Station dirección Twickenham para beberse enteros los pubs de Richmond. El paseo desde el centro de Edimburgo hasta Murrayfield. Que las dos Irlandas jueguen juntas bajo el signo de un único trébol, la fatalidad de los mineros galeses sublimada en una comunión grada-público difícil de explicar, la excepcionalidad cultural francesa –son así- o el sentimiento italiano que se exacerba en el país transalpino cuando juega cualquiera de sus nazionali.

Por ejemplo, esta semana, el sin par ex entrenador de Escocia y de los British & Irish Lions, Jim Telfer, contó con muy mala baba lo que es Twickenham para un escocés. “Una jungla de cemento (…) El público en Francia te abuchea, en Argentina te abuchea, en Inglaterra sólo hay desdén: ¿qué hacen estos plebeyos jugando?”. Más allá de la boutade de Telfair, que llegó a comparar al seleccionador inglés, el australiano Eddy Jones, con Donald Trump, el Seis Naciones conserva precisamente eso: el relato de que “es nuestro deporte y vamos a hacer lo que queramos con él”. Echar a España fuera del Seis Naciones femenino cuando la calidad deportiva de las italianas es la que es, para unificar los torneos de chicas y chicos dejó bien claro el asunto.

placeholder Los capitanes de Italia, Sergio Parisse; de Irlanda, Rory Best; de Escocia, Greig Laidlaw; de Inglaterra, Dylan Hartley; de Francia, Guilhem Guirado; y de Gales, Alun Wyn Jones, posan con el trofeo Seis Naciones durante la presentación del Torneo Seis Naciones 2017 de rugby en el Hurlingham Club de Londres. (efe)
Los capitanes de Italia, Sergio Parisse; de Irlanda, Rory Best; de Escocia, Greig Laidlaw; de Inglaterra, Dylan Hartley; de Francia, Guilhem Guirado; y de Gales, Alun Wyn Jones, posan con el trofeo Seis Naciones durante la presentación del Torneo Seis Naciones 2017 de rugby en el Hurlingham Club de Londres. (efe)

Y así llegamos a la deuda pendiente, a lo que ocurre dentro del campo. El rugby, vaya. Los ensayos, si los hay… a veces. Con las cifras de espectadores más elevadas que nunca, con el auge del rugby tras la Copa del Mundo de 2015 y con el Seis Naciones a las puertas, se constata que todas las evoluciones del juego a escala global han llegado por las presiones de las federaciones del hemisferio sur. Desde la creación de la Copa del Mundo en 1987, hasta los cambios experimentales en el reglamento o el más reciente endurecimiento de las sanciones por los placajes altos.

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En un somero análisis de los 9 primeros partidos del torneo del año pasado, la web neozelandesa Stuff extrajo que en el Super Rugby se anotan 50 puntos de media por partido mientras que en el Seis Naciones 37, dicho de otra manera: 3,3 ensayos en el norte por 5,89 en el sur. De ahí que los Pumas agarraran a Irlanda en el pasado mundial y les dieran una lección de juego a la mano. De ahí que los All Blacks sean lo que son por mucho que Inglaterra llegue a las puertas del presente torneo con la vitola de favorito e invicto en 2016, eso sí, sin enfrentarse a los de negro en todo el curso. Por eso que las ligas europeas no dejen de traer talento de las islas vía fichajes pagando lo que allí no se puede pagar.

Eso no quiere decir que en los últimos 20 años el Seis Naciones no haya dado partidos bonitos o juego vistoso más allá de la emoción del resultado. La Gales del Grand Slam de 2005, por ejemplo, que venía de jugar el mejor partido del Mundial de 2003 frente a los All Blacks y cristalizó dos años después en un, escueto eso sí, 11-9 contra Inglaterra en Cardiff. La Francia de principios de siglo que venía de de hacer el mejor partido del Mundial de 1999 frente, sí, los All Blacks de Lomu o la Irlanda de O’Driscoll, el máximo anotador de ensayos de la historia del torneo, que por fuerza de insistir acabó por lograr el ansiado título en 2009.

placeholder Partido entre los All Blacks y Argentina del pasado mes de septiembre. (REUTERS)
Partido entre los All Blacks y Argentina del pasado mes de septiembre. (REUTERS)

Pero menos que en el hemisferio sur. Las uniones de la SANZAAR (Sudáfrica, Nueva Zelanda, Australia y Argentina) cuentan con el Super Rugby como banco de pruebas para lo que luego hacen sus selecciones nacionales. Lo necesitan por pura supervivencia. Nueva Zelanda está lastrada por ser un país remoto y tener un mercado harto limitado. En Autralia el rugby es el cuarto deporte tras las Aussie Rules, el Rugby League y nuestro fútbol. Y Sudáfrica sufre las consecuencias del Apartheid en lo que era el deporte de los blancos y que ahora, mediante tasas de jugadores de color quiere revertir no siempre con buenos resultados sobre el césped. La inclusión de Argentina, además, ha supuesto otra vuelta de tuerca a la feroz competencia tanto en el Championship como en la liga de franquicias. De ahí que cualquier innovación en las reglas, en la manera de dotarse de nuevas vías para envolver el espectáculo o la formación venga down under.

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Para solucionar la sequía de ensayos, este año, como novedad, el Seis Naciones incorpora el punto bonus para quien anote cuatro o más ensayos o pierda por menos de siete puntos. Algo que ya está en uso desde hace una década en las ligas europeas y que no se equivocan si piensan que entró en vigor a mitad de los 90 en Nueva Zelanda. Habrá que esperar si resulta como se pretende: que nadie se deje ir en el resultado y que los capitanes busquen más el ensayo que el golpe de castigo como vía para anotar. En un torneo corto marcado por cuántos partidos se juegan en casa y contra quién, por las lesiones y las presiones de obtener resultados, resulta difícil que los números aumenten con tan sólo esta medida.

Foto: El España - Uruguay de hace algo más de un mes reunió a más de 10.000 espectadores en Málaga.

Y si no, a los aficionados nos queda todo lo demás. La cerveza, los himnos, esperar que el XV de la Rosa sufra –ganar a Francia es un placer; ganar a Inglaterra, una obligación- y contar las horas hasta que el día 23 arranque el Super Rugby. O, si se acerca por primera vez al Seis Naciones y le convence el folclore, siempre puede acudir al club más cercano, el de su pueblo o ciudad, y preguntar a qué hora se entrena los martes. Si le apetece, sepa que lo más posible es que de primeras lo pongan de ala. Pero esto lo dejamos para otro día.

Con la profesionalización del rugby en 1995 y la inclusión de Italia en el torneo, la organización del Seis Naciones buscó y consiguió un evento moderno y un espectáculo rentable. Con una selección más en liza, se sumó una jornada de contrato televisivo, los estadios se remodelaron para atraer a mayor cantidad de espectadores, los patrocinadores respondieron y el entrañable Cinco Naciones dio el salto que le acercó, en números, a otros deportes.

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