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Cerveza, disfraces y un espontáneo desnudo: así vive Sudáfrica el rugby, su religión
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Cerveza, disfraces y un espontáneo desnudo: así vive Sudáfrica el rugby, su religión

Un fin de semana en Ciudad del Cabo durante la celebración del Sevens basta para comprobar cómo viven el rugby los sudafricanos. Solo un detalle empañó la fiesta: ganó Inglaterra

Foto: Imagen panóramica del Estadio de Ciudad del Cabo, donde el pasado fin de semana se disputó el World Rugby Sevens Series (Nic Bothma/EFE-EPA)
Imagen panóramica del Estadio de Ciudad del Cabo, donde el pasado fin de semana se disputó el World Rugby Sevens Series (Nic Bothma/EFE-EPA)

Saltan los Springboks al campo junto a Inglaterra para disputar la final del Sevens Rugby en Ciudad del Cabo (Sudáfrica). 'Thunderstruck' de AC/DC retumba en un estadio que rebosa de pasión, nervios y cerveza. Momento solemne para los himnos: suena el del equipo visitante —que es cantado por buena parte del público local— y llega el turno del de Sudáfrica. A los pocos segundos, un hombre casi desnudo y con un flotador salta al césped y se cuadra con su equipo, abrazándose a uno de ellos como si fuera uno más. La escena, graciosa, fue una muestra más que dejó el fin de semana sobre la particular manera en la que Sudáfrica vive y siente el rugby.

A pocos metros del estadio en el que Villa marcó un (otro) gol vital para que España ganase a Portugal en el Mundial 2010 está el Museo del Rugby, en cuyas paredes se puede leer la frase "El rugby es una religión en Sudáfrica, con sus fieles y sus curas". Y cuando se dan fines de semana como este pasado en Ciudad del Cabo se entiende por qué.

Rugby como evento deportivo, espectáculo y como una auténtica fiesta. Los carteles por la ciudad desde semanas antes anunciaban la cita animando a los seguidores que se acercaran y a que lo hicieran disfrazados. El resultado fue que más de la mitad de los más de 60.000 espectadores que llenaron el estadio fueran vestidos para carnaval. Coincidieron desde superhéroes a corredores de San Fermín, incluyendo algún miembro de la organización al que se le vio con peluca o bigotes postizos El ambiente es difícil de recrear en otra parte del mundo sabiendo que la cita era por un motivo deportivo.

La habitual cordialidad entre aficiones se trasladaba del estadio al centro de la ciudad, aunque ese aroma festivo se transformaba en cada uno de los partidos que disputaron los Springboks, donde la pasión dejaba poco hueco a cualquier otro tipo de reacción. El Sevens es un evento que se traslada de ciudad en ciudad a lo largo de un año (diez torneos en total) y que ocupa sábado y domingo con jornadas de casi diez horas de rugby. La fiebre alcanzaba su máxima temperatura en los minutos en los que Sudáfrica empujaba en el césped por hacer un ensayo.

La emoción por el equipo local no estaba reñida con el reconocimiento del rival, y al término de sus partidos, miembros de combinados como EEUU, Escocia o Argentina dieron una vuelta al ruedo parándose cada vez que alguien de público le solicitaba un 'selfie'. En este caso, el jugador agarraba el móvil del fan y se hacía la foto él mismo teniendo en cuenta que el dueño del aparato estaba por detrás y tenía que salir bien... Un gesto cariñoso que sugiere complicidad, hermandad y valores.

La serie se la terminó llevando Inglaterra, que derrotó en la final a los Springboks. Fue la (importante) única nota negativa del fin de semana para unos fieles que dominan el arte de convertir este deporte en cultura y en cuya historia el melón es parte activa de la integración de la sociedad. Un equipo, un país y una filosofía de vida.

Saltan los Springboks al campo junto a Inglaterra para disputar la final del Sevens Rugby en Ciudad del Cabo (Sudáfrica). 'Thunderstruck' de AC/DC retumba en un estadio que rebosa de pasión, nervios y cerveza. Momento solemne para los himnos: suena el del equipo visitante —que es cantado por buena parte del público local— y llega el turno del de Sudáfrica. A los pocos segundos, un hombre casi desnudo y con un flotador salta al césped y se cuadra con su equipo, abrazándose a uno de ellos como si fuera uno más. La escena, graciosa, fue una muestra más que dejó el fin de semana sobre la particular manera en la que Sudáfrica vive y siente el rugby.

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