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Íñigo Vidondo o cómo intentar vivir del patinaje de velocidad siendo español
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el reto olímpco de nuestro patinador más veloz

Íñigo Vidondo o cómo intentar vivir del patinaje de velocidad siendo español

Javier Fernández hace arte sobre el hielo. Íñigo Vidondo apostó por la velocidad y lucha desde hace años por clasificarse para participar en unos Juegos Olímpicos. Está en el buen camino

Foto: En la imagen, Íñigo Vidondo durante un entrenamiento (FOTOS: Facebook e Instagram)
En la imagen, Íñigo Vidondo durante un entrenamiento (FOTOS: Facebook e Instagram)

Las luces de los focos se fijaron en Javier Fernández y ya no se han apartado de él. El patinador madrileño colocó un deporte poco seguido en España en portadas y abriendo telediarios. Una espectacular y letal explosión que alumbró una estrella única. Pero hay otros que, como el gran campeón, hicieron las maletas para alcanzar el objetivo. En este caso, también en Canadá, otro atleta que vive sobre el hielo lo dejó todo para ganarse la vida subido en unos patines. Lo suyo es la velocidad y la parada final anhelada, los próximos Juegos Olímpicos de Invierno de Pyeongchang 2018. Afincado desde hace más de un año en Calgary, Íñigo Vidondo (23-04-1989, Vitoria-Gasteiz), trabaja para emular a Javier. “Mi entrenadora me ve preparado para clasificarme para esa cita”, relata en conversación con El Confidencial el patinador vasco.

En los últimos tiempos ha mejorado tanto sus marcas que un brioso optimismo rodea su vida. En Calgary, en noviembre, batió de una tacada tres récords nacionales, 500, 1.000 y 1.500 metros. El registro de esta última prueba le habría valido en su día para participar en los Juegos de Sochi 2014. Un salto brutal en su carrera que le coloca más cerca de cumplir su sueño olímpico. En la fría y lejana Canadá su vida gira alrededor del hielo y los patines. A veces la soledad golpea su rutina diaria, “aunque a mí me gusta estar a mi rollo, tener mi espacio”, dice el potente velocista. Es la realidad de Íñigo y de muchos otros, “pues es muy difícil, imposible, que algún día los deportes de hielo” arraiguen con fuerza en la sociedad española. “No hay tradición”, sintetiza.

Mi entrenadora me dice que físicamente ya estoy preparado, pero me quedan detalles por pulir si quiero participar en unos Juegos”

Patinaba sobre ruedas, pero un día llegó a la conclusión de que había alcanzado el techo, que tocaba dar un giro a su vida. “Estaba estancado, hasta quemado, porque no veía una salida”, reconoce el patinador vasco. Fue entonces cuando le susurraron al oído que podía cambiar el asfalto por el hielo y la velocidad. En aquel mismo momento ya se visualizó representando a España en unos Juegos Olímpicos. Ese fugaz pensamiento caló muy pronto y se puso de inmediato manos a la obra. En solitario, apenas sin ayuda y lejos de casa. Tanto ha mejorado en los últimos años, sobre todo en los últimos tiempos, que ahora se ve listo, perfectamente capacitado para alcanzar el objetivo, estar en Corea del Sur el próximo año.

“En España no contamos con ninguna instalación”, recuerda Íñigo, que dio el primer paso al emigrar a Baselga di Pine (Italia). Tras un tiempo allí, “donde no enganché”, se trasladó a Inzell (Alemania), “un pueblo perdido”, significa, hasta que Abby Ennis, su entrenadora, le lanzó el guante: “¿por qué no te vas a Canadá”? Dicho y hecho. Y ahí sigue, viviendo su segunda temporada en un paraíso para patinadores, donde hay muy buenas instalaciones y hielo de calidad siempre al alcance de la mano. Y ha sido en Calgary donde ha visto mejorar sus marcas, donde ya se ha enamorado por completo de esta espectacular y vistosa especialidad desconocida para el gran público español. “Me gusta muchísimo, cada vez más”, enfatiza.

De vez en cuando rescata alguna cinta de vídeo, observa cómo patina ahora y cómo lo hacía hace años y se sorprende. “He progresado mucho y todavía tengo mucho margen de mejora”, subraya. Su técnica, de una “brutal importancia” en el patinaje sobre hielo, ha mejorado de manera sobresaliente. Destaca que “un simple y mínimo error puede provocar que de la segunda posición pases a la última en cualquier carrera”. “Soy perfeccionista y cada día quiero más; a veces el corazón se impone a la cabeza y de ahí parten muchos errores”, apunta. “Sí, todavía me quedan muchos aspectos por mejorar”, dice, y evoca unas reveladoras palabras que le dedicó su entrenadora: “físicamente ya estás preparado, pero te quedan detalles por pulir si quieres estar en unos Juegos Olímpicos”.

“Luchar por un sueño no es cosa de locos”, subraya Vidondo, que sí reconoce que su familia se mostró “algo reacia a que emprendiera esta aventura, a que abandonara el nido, aunque esas dudas desaparecieron y ahora me apoyan en todo”. “Si al final me doy yo mismo una patada en la boca, asumiré el error, pero ahora siento que cada vez estoy más cerca del sueño olímpico”, añade. Y para ello debe ir sumando puntos en las pruebas del circuito mundial en las que participa. La próxima temporada va de junio de 2017 a marzo de 2018. En las cuatro primeras citas (Heerenven / noviembre 2017, Stavanger / noviembre 2017, Calgary / diciembre 2017 y Salt Lake City / diciembre 2017) deberá firmar las marcas establecidas para obtener el billete olímpico. Las tres primeras serán vitales, también, para disputar el Europeo y el Mundial en 2018. El circuito finaliza en Erfurt (enero 2018) y Minsk (enero 2018).

“Te fijas en su manera de patinar, pero no tiene nada que ver con la velocidad”, explica al referirse a Javier Fernández. “Él es un deportista de élite total y absoluto”, dice al referirse de su laureado compatriota. No ha tenido por el momento la fortuna de conocer al madrileño, pero deja claro que “es fuente de inspiración para todos, sobre todo para los que vivimos sobre el hielo. De cero pasó a ganarlo todo. Gracias a él y a la Federación Española de Deportes sobre Hielo (FEDH), ahora se está trabajando más para conseguir que haya más medios para todos los deportistas de nuestro sector”. “Javier está logrando lo que se propuso, lo que siempre quiso, y es un ejemplo a seguir”, destaca Vidondo.

Reconoce que vive con lo justo en Calgary: “muchas veces no me puedo permitir el lujo de pagar 30 o 40 dólares en una cena cuando quedan mis amigos”

Otro claro referente, con el que sí tiene relación directa y fluida, es Ander Mirambell. “Un tipo a seguir de cerca”, comenta el patinador vasco, del que aprende sobre muchos factores, como el buen y constante empleo de las redes sociales para que su carrera profesional tenga mucha y positiva difusión. “Es todo un genio sobre el trineo, pero también de la comunicación y el márketing. Está haciendo una temporada fantástica, memorable, en skeleton”, recalca Íñigo. “Ander es un portento, un auténtico fuera de serie”, proclama.

Su vida, como la de otros muchos deportistas españoles, ha estado salpicada por multitud de socavones que esquivar, obstáculos que saltar. “Vivimos en una sociedad en la que no tiene relevancia la cultura del 'crowdfunding', de las donaciones de particulares o empresas para empujar la carrera de un deportista”, afirma refiriéndose a la española, que no a la canadiense o estadounidense, por poner dos ejemplos, “países en los que es habitual” esta práctica. Lleva desde hace muchos años llamando a puertas, esperando encontrar manos tendidas. Algunas, por fortuna, siguen bien agarradas a su carrera. “Es duro estar pidiendo siempre; además la palabra 'pedir' está relacionada con la palabra 'no' de manera habitual”, recuerda.

Es duro estar pidiendo siempre; además la palabra 'pedir' está relacionada con la palabra 'no' de manera habitual”, subraya el patinador

A veces su existencia cotidiana se ve duramente golpeada por esa escasez de recursos. “Fútbol, baloncesto, tenis, Fórmula 1… En España las empresas no apoyan tanto a otros deportes o proyectos”, lamenta Íñigo. “Le he dado mil vueltas a la cabeza y a veces llegas a la firme conclusión de que no sabes venderte”, enfatiza. “La FEDH podría ayudar un poco más porque estar en Calgary me cuesta mucho”, insiste el patinador, que recuerda que las subvenciones del Estado no son las mismas de antes. Antes, el Ayuntamiento de Vitoria y la Diputación de Álava le echaban una mano, pero ese panorama ha cambiado. Ha dejado de ingresar por estas vías 6.000 euros esenciales. “En fin, poco a poco voy sobreviviendo”, dice.

La balanza sufre cuando en un lado están los gastos y en el otro los ingresos. Es la dura realidad del deportista anónimo en un mundo casi clandestino para el gran público. Debe pagar al año 3.000 dólares por emplear las instalaciones universitarias y 850 al mes por el alquiler de su apartamento, sin olvidar los cotidianos gastos para la alimentación. Y luego está el material deportivo y su mantenimiento, que corre por cuenta de Íñigo. Y no es barato. Una cuchilla se puede ir hasta los 900 dólares y una bota por encima de los 1.500. “Es que el Gobierno siempre recorta en el mundo del deporte”, denuncia.

Javier Fernández es fuente de inspiración para todos y Ander Mirambell un verdadero genio, un auténtico fuera de serie”, afirma

No oculta que hay momentos en los que debe ser más que prudente. Es feliz con su vida, pero recuerda que “a veces no tienes ni para un café y una galleta”, simple detalle que pone de manifiesto su austeridad en el día a día. “A veces no me puedo permitir pagar 30 o 40 dólares en una cena cuando quedan mis amigos”, relata. Y es que "me tengo que privar de muchas cosas”. Nada que ver con lo que sucede en otros países, como por ejemplo en Holanda. “Es la gran potencia, sus patinadores son dioses y viven de ello”, exclama, acentuando que “un patinador mediocre, que a mí no me da mil vueltas, puede ganar al año entre 150.000 y 200.000 euros. Por poner un ejemplo, Sven Kramer, uno de los mejores, puede estar por encima del millón”. No aspira a ganar tanto, pero participar en unos Juegos depende de recibir unas ayudas fijas, también abrir los ojos de más patrocinadores. Tiempo tiene por delante porque en esta especialidad hay patinadores que hasta los 40 siguen ganando. Centrado en los 1.000 y, sobre todo, 1.500 metros, cada día ve la línea de meta más cerca. “No pararé hasta conseguirlo”, remata Íñigo. Otro gran hombre de hielo para el deporte español.

Las luces de los focos se fijaron en Javier Fernández y ya no se han apartado de él. El patinador madrileño colocó un deporte poco seguido en España en portadas y abriendo telediarios. Una espectacular y letal explosión que alumbró una estrella única. Pero hay otros que, como el gran campeón, hicieron las maletas para alcanzar el objetivo. En este caso, también en Canadá, otro atleta que vive sobre el hielo lo dejó todo para ganarse la vida subido en unos patines. Lo suyo es la velocidad y la parada final anhelada, los próximos Juegos Olímpicos de Invierno de Pyeongchang 2018. Afincado desde hace más de un año en Calgary, Íñigo Vidondo (23-04-1989, Vitoria-Gasteiz), trabaja para emular a Javier. “Mi entrenadora me ve preparado para clasificarme para esa cita”, relata en conversación con El Confidencial el patinador vasco.

Consejo Superior de Deportes (CSD) Juegos Olímpicos
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