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El Everest como nunca antes se ha visto
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El reto del alpinista vizcaino Alex Txikon

El Everest como nunca antes se ha visto

El alpinista vizcaino Alex Txikon parte hacia al Himalaya con el reto de convertirse en la primera persona que asciende el techo del mundo durante el periodo invernal y sin oxígeno

Foto: En la imagen, Alex Txikon (EFE)
En la imagen, Alex Txikon (EFE)

En Navidad hay muchos deportes de riesgo que tienen su campamento base en torno a la mesa y en los que sólo los más osados consiguen hollar la cima del hospital. Para el alpinista Alex Txikon estas ascensiones, duras donde las haya, son chiquilladas. Él directamente se lanza a coronar el Everest en pleno invierno y sin oxígeno artificial, una gesta que hasta la fecha nadie ha sido capaz de completar.

Para el montañero vizcaino (Lemoa, 1981) hace mucho tiempo que la Navidad dejó de saber a turrón y a polvorones para oler a aventura y riesgo. La montaña es su familia en estas fechas. Este año, las campanadas las vivirá en las faldas del Himalaya, donde dará la bienvenida a un desafío extremo que le recibirá con temperaturas de -60 grados y vientos huracanados de 150 kilómetros por hora (se dice que alguna medición ha llegado a contabilizar 280 km/h en la cima). Hasta ahora, la inmensa mayoría ha claudicado ante el coloso alpino durante la temporada invernal. Tan solo 15 personas han logrado domar a la montaña más alta del plantea (8.848 metros) durante este periodo, todas ellas con la ayuda de oxígeno embotellado y con el soporte de amplias expediciones.

Si hay una ascensión ‘positiva’ que genera división, la protagonizada por Ang Rita. Los puristas niegan la gesta. El mítico sherpa, que ha ascendido a la cima del Everest sin oxígeno en diez ocasiones, hizo cumbre el 22 de diciembre de 1987 a las nueve de la mañana, apenas cuatro horas después de la llegada del solsticio de invierno. Fueron 8.600 metros de ascensión en otoño y poco más de 200 en invierno. Txikon no se posiciona, pero nada que ver con celos de récords o no récords. “No lo sé. Me da igual si fue o no fue. El mismo no lo considera como invernal. En cualquier caso es increíble lo que se hizo en 1987. Fue una ascensión con unas condiciones excepcionales. Los tiempos han cambiado, han pasado 30 años y hay que medir con unos baremos diferentes, pero no se puede criticar lo que se hizo antes. Todo lo contrario. Lo que hacemos nosotros ahora es gracias a los pasos que dio esa gente”, reflexiona.

La heladora aventura (más bien el congelador desafío extremo) comienza este domingo con la partida hacia Nepal y la primera pregunta desde el calor del radiador es obligada. ¿Por qué? “Ha llegado el momento”, responde ante el que es “el reto más grande sin ninguna duda” de una carrera deportiva que suma once 'ochomiles'. El Everest siempre ha sido la niña de sus ojos para centenares de alpinistas. Es más, el 95% de los escaladores vascos, cuando no el 100%, se han enfrentado al techo del mundo dentro de sus cuatro primeras expediciones. No ha sido el caso de Txikon, a quien el flechazo con esta montaña le ha llegado después de 15 años de relaciones amorosas con cimas de más de 7.000 metros. Pero no hay un por qué específico para explicar la demora en llevar a la cama a esta amante. “La montaña tiene que tener algo de inspiración, te tiene que llamar…”, se defiende.

Ni estamos hechos de una pasta diferente ni somos locos; tenemos una motivación que nos lleva a hacer cosas que igual no son entendidas”

Acostumbrado a los retos imposibles, el alpinista vizcaino ha perdido la cuenta de cuántas veces le han etiquetado de loco. Pero no le da ninguna importancia a un término que “se dice muy a la ligera” en el deporte de la montaña. “Menos loco tenemos de todo. Tenemos una motivación muy alta que nos lleva a hacer cosas que igual no pueden ser entendida por el resto de las personas, pero de loco tiene poco. Llevo muchos años dedicado a esto y requiere de mucho conocimiento, trabajo y sacrificio”, replica. Defiende que ni hay que estar loco para ser montañero ni tampoco hay que estar hecho de “una pasta diferente” para afrontar desafíos inviables sobre el papel. Es cuestión de “motivación” y de tener “muy claro” una serie de cuestiones: ¿de verdad quieres estar ahí?, ¿para qué estás ahí?, ¿hasta dónde estás dispuesto a arriesgar?, ¿cómo lo quieres hacer?... “Si tienes claro todo esto, lo demás no tiene ningún sentido”, apunta.

¿Dónde está la línea que separa el desafío extremo de la locura? Si las ascensiones se miden en términos de mínimos de sensatez, Txikon cometió el pasado mes de febrero la locura de ascender el Nanga Parbat (8.126 metros) en la que fue la primera vez que se hollaba sin oxígeno esta cima en la estación más dura del año. En la expedición le acompañaban el italiano Simone Moro y el paquistaní Ali Sadpara, sus habituales compañeros de fatiga. Pero en esta ocasión no están en la maleta con la que el alpinista vasco viaja al Everest. “Me hubiera gustado, pero hay veces que no puede ser. Es una pena pero no todas las veces sale como uno quiere”, expone sin querer incidir en estas ausencias. En todo caso, deja la puerta abierta al encuentro. “Igual el próximo año estamos ahí juntos”.

En esta ocasión, Txikon lidera un reducido equipo que incluye al joven alpinista Carlos Rubio, al realizador experto en expediciones al Himalaya Aitor Bárez y al escalador y piloto de drone Pablo Magister. “Es un buen equipo”, resalta para congelar los comentarios que achacan “poca experiencia” a una expedición que no se abriga con otros alpinistas profesionales. “Si miramos uno por uno… Quienes vienen a hacer el audiovisual llevan desde el 97 por el Himalaya, llevan desde 1997 dentro de ‘Al filo de lo imposible’, con más de diez expediciones a sus espaldas”, defiende a su grupo. “Es fácil hablar”, protesta.

Experiencia no le falta a Txikon, habituado a superar retos en su condición del más pequeño de 13 hermanos. De conquistar a los tres años el Gorbea, el techo de Vizcaya y Álava (1.482 metros) ha pasado con el paso del tiempo a domar 'ochomiles' en expediciones invernales en Pakistán. La exitosa expedición al Nanga Parbat en febrero tras el fracasado intento el año anterior es un importante aval para el nuevo desafío. Pero el Everest es el Everest. “Hicimos un buen trabajo en el Nanga Parbat y creo que se puede mejorar. Vamos a probar y veremos qué es lo que pasa. En todo caso, el Everest es un reto de mucha más envergadura, de unas características, dimensiones y magnitudes diferentes”, afirma.

Txikon nunca se ha enfrentado al Everest pero sí con su hermano, el Lhotse, la cuarta cima más alta del mundo (8.516 metros), con el que comparte ruta hasta los 7.500 metros aproximadamente, y que fue domada por el montañero vasco en 2013. “Estuvo bien porque nos aprendimos el camino hasta el campo tres, que es compartido. Es importante saber por dónde transcurre la ruta aunque no tenga nada que ver. Es como la noche y el día pero al menos tienes unas pequeñas pinceladas, ya que sabes las dimensiones de la montaña, los horarios…”, relata.

No creo que lo vaya a conseguir, tengo menos de un 10% de posibilidades de alcanzar la cima, pero el mero hecho de intentarlo ya es un éxito”

Es osado pero realista. De hecho, se sincera y admite que “no creo que lo vaya a conseguir”. Si hablamos de porcentajes, es consciente de que “tengo menos de un 10% de posibilidades” de alcanzar la cima. Y echa mano de las estadísticas para elevar el grado de dificultad al que se enfrenta. “Los aciertos en montañas de 8.000 metros en invierno son tan sólo de un 25%”. En todo caso, no hollar a este coloso no sería sinónimo de fracaso. “El mero hecho de intentarlo ya es un éxito, el mero hecho de llegar al campo base, al campo uno o al campo ya es un éxito”, indica. Además, se pregunta qué se entiende por fracaso. “¿Con qué baremo se mide?”, interpela. Es más, si hay que ser estrictos, él mismo entiende que encadena fracaso tras fracaso en sus ascensiones “porque siempre hay cosas que mejorar”. El que habla es el gen de la superación, el que le hace no estar nunca conforme del todo con sus logros. “Siempre te queda ahí eso de mejorar como deportista y persona”, argumenta.

Su ascensión invernal al Everest no tiene nada de reivindicación ante una montaña que en verano se ha convertido en una especie de peregrinación por el templo del alpinista, con múltiples expediciones comerciales que casi dejan al cliente en la cima. Txikon no pone el grito en el cielo como otros compañeros ante esta masificación. “¿Por qué no? La montaña no tiene dueños ni te pertenece. Me he encontrado con gente que su sueño era ascender el Everest y yo no soy quién para negárselo. Cada uno es libre de subir el monte desde el respeto y lo establecido en ese país”, asevera sin pelos en la lengua un alpinista alejado de las corrientes “más puristas y filosóficas”. Es cierto que “hay cosas que ir puliendo” pero pone en valor que “cada vez se están haciendo las cosas de manera más ordenada”. Incluso, destaca que se trata del campamento base “más limpio que jamás he visto de todas las montañas de más de 8.000 metros”. Eso sí, es partidario de que no se permita el acceso a esta “mágica e única” montaña “sin unos mínimos de conocimiento y exigencia”.

No lo dice, pero la conversación deja a las claras las intenciones de Txikon de regresar al próximo año a este mismo escenario. Se puede decir que esta expedición, a expensas de los resultados, es una especie de avanzadilla para preparar el terreno. “Según lo que pase, lo mismo el próximo año estamos ahí otra vez”, manifiesta con una sonrisa reveladora. Así, las puertas a una segunda expedición al techo del mundo están entreabiertas antes de cruzar el umbral por primera vez. Las que están cerradas, y a cal y canto, son las puertas a hollar los 14 'ochomiles'. El alpinista vasco no tiene en su currículum las tres cimas más altas del planeta, el Everest, el K2 y el Kanchenjunga, pero no se plantea seguir los pasos de los alpinistas vascos Juanito Oiarzabal, Alberto Iñurrategui y Edurne Pasaban. Hay otros retos que le tienen cogido el corazón. De momento, su amor se llama Everest.

En Navidad hay muchos deportes de riesgo que tienen su campamento base en torno a la mesa y en los que sólo los más osados consiguen hollar la cima del hospital. Para el alpinista Alex Txikon estas ascensiones, duras donde las haya, son chiquilladas. Él directamente se lanza a coronar el Everest en pleno invierno y sin oxígeno artificial, una gesta que hasta la fecha nadie ha sido capaz de completar.

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