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Jurgen van den Goorbergh y la última locura masoquista del Dakar
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la aventura en solitario de la categoría 'malle-moto'

Jurgen van den Goorbergh y la última locura masoquista del Dakar

Sin mecánicos, con dos cajas de herramientas, los escasos pilotos de la categoría 'malle-moto' viven una auténtica odisea física y mental. Entre ellos, Van den Goorbergh, antiguo piloto de MotoGP

Foto: Jurgen van den Goorbergh durante la edición del año pasado (Jean-Paul Pelissier/Reuters)
Jurgen van den Goorbergh durante la edición del año pasado (Jean-Paul Pelissier/Reuters)

Acababa de terminar la edición 2015 y Jurgen van den Goorbergh no pudo reprimir las lágrimas. Eran el fruto de la emoción por haber completado el Dakar y de haberlo logrado en la categoría malle moto. La mayor locura dakariana. Como otros tantos chiflados (en el sentido más admirativo posible), un antiguo piloto de MotoGP se había atrevido al desafío más duro y purista de la carrera más demoledora del mundo. “Para mí es la vuelta a los más básico, el gran y ultimo desafío, es más que una aventura”.

“Ha sido increíble, increíblemente duro”, declaraba al llegar a la meta el pasado año. "Cada año trabajas hasta las doce o la una, sales a la siguiente etapa a las cuatro de la madrugada, no descansas, no ves a nadie en el campamento porque no tienes tiempo para ello. Vives día a día, sobreviviendo como puedes". Van den Goorbergh terminó en segunda posición de la categoría en 2015. “Ya sé que dije en la meta que nunca más me pondría a mí mismo en otra agonía semejante nunca más, pero de alguna manera el sufrimiento es una adicción, y sé que puedo hacerlo mejor que el pasado año”.

Dos cajas, y tú mismo

La malle moto consiste en rodar como un privado, en solitario, llevando a cabo el piloto mismo su propia asistencia mecánica al acabar las etapas. Hombre orquesta cuya energía está marcada por la zona roja de su energía física y mental, el Dakar se convierte en una pesadilla deliberadamente buscada por ese escaso porcentaje de participantes que se atreve a competir en esta categoría.

En la malle moto, la organización transporta diariamente en un camión dos cajas de herramientas, repuestos y enseres personales como todo respaldo para la prueba. Lo que quepa en ellas. Nada de ducha, masaje, y mecánicos que se abalanzan al final de la jornada sobre la máquina para llevar a cabo las reparaciones y mantenimiento, dejándola como nueva cada día. Aquí se compite a pelo. ¿Por qué afrontar semejante locura? Por falta de medios o por la machada de superar semejante desafío. La clasificación pasa a un segundo plano, porque la carrera real es por la mera superviviencia.

Para Van den Goorbergh, el contraste era mayor si cabe. Acostumbrado en el pasado a moverse en un 'paddock' de MotoGP entre una nube de mecánicos a su disposición, el holandés y sus colegas deben afrontar jornadas de centenares de kilómetros bajo el reloj. Antes o después de la cronometrada también están los enlaces, en ocasiones de grandes distancias. Hay días de 800 km. La edición de este año tiene tres etapas por encima de los 3.500 metros de altitud.

El efecto dominó

Aquí, el cansancio y el sueño son terribles. Y cuando se llega al campamento tras horas interminables, cuando el cuerpo pide una ducha, masaje y sueño como el que disfrutan la mayoría de los pilotos, los locos de la malle moto tienen que hacer de mecánicos con sus propias monturas. Así, día tras día, durante dos semanas.

Su peor enemigo es el efecto dominó dakariano. Cuando surge un problema mecánico o por ritmo se llega tarde al campamento, son menos las horas para trabajar en la moto. El descanso es más corto, la fatiga se va acumulando durante los siguientes días, la propensión a las caídas es mayor y sin poder atender la moto a conciencia las averías se acumulan, se pasa más tiempo en la ruta. Así el Dakar se convierte en una bola de nieve, en un pescadilla que se muerde la cola. Un piloto al que todo le vaya sobre ruedas no duerme más de cuatro horas diarias.

Date cada vez más caña, hombre

El caso de Van den Goorbergh es singular. Porque ha querido vivir el Dakar desde todos los frentes. Desde 1992 en el Mundial de Motociclismo, corrió en 2002 y 2005 en MotoGP. Tras probar en el enduro, atacó el Dakar por primera vez en 2009, también sobre dos ruedas. Terminó en un magnífico decimoséptimo puesto. En los cuatro años siguientes, para elevar el listón de la experiencia, tomó parte en la prueba con un buggie en solitario. Consiguió llegar a la meta en los dos últimos. Luego pasó a la categoría de camiones como copiloto. Y también llegó a la meta. Solo le faltaba la grandiosa locura masoquista de la malle moto.

“Hacer el Dakar en la malle moto sin duda es lo más duro que he hecho en mi vida, no te puedes imaginar lo duro que es, hacerlo todo sólo por ti mismo añadido al desafío que es ya en sí mismo el Dakar”, reconocía el holandés antes de comenzar la presente edición. "Pero no gané la categoría y no terminé entre los veinticinco primeros. Conozco ahora lo que supone, y a pesar de la agonia, es también la mejor aventura que puedas pensar”

Al terminar la novena etapa Jurgen van der Booegerh es líder de la categoría y va camino de la victoria. Otra vez bajo la misma agonía. Si es que no tienen remedio.

Acababa de terminar la edición 2015 y Jurgen van den Goorbergh no pudo reprimir las lágrimas. Eran el fruto de la emoción por haber completado el Dakar y de haberlo logrado en la categoría malle moto. La mayor locura dakariana. Como otros tantos chiflados (en el sentido más admirativo posible), un antiguo piloto de MotoGP se había atrevido al desafío más duro y purista de la carrera más demoledora del mundo. “Para mí es la vuelta a los más básico, el gran y ultimo desafío, es más que una aventura”.

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