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La Vela de los Juegos de Río se disputará en aguas pestilentes
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el gobierno no ha cumplido con la limpieza

La Vela de los Juegos de Río se disputará en aguas pestilentes

De todos los legados de los JJOO, el más vistoso era descontaminar una bahía maravillosa y pestilente al mismo tiempo, pero no estará ni limpia ni descontaminada para la fecha prevista

Foto: La bahía de Río se ha convertido en un auténtico vertedero (EFE)
La bahía de Río se ha convertido en un auténtico vertedero (EFE)

Es un hecho, más que un temor. La Bahía de Guanabara, en Río de Janeiro, el lugar en el que se disputarán las pruebas de vela en los Juegos Olímpicos de 2016, no estará ni limpia ni descontaminada para la fecha prevista. Las autoridades locales difícilmente van a conseguir cumplir la promesa que hicieron hace seis años al Comité Olímpico Internacional (COI).

De todos los legados que la organización de los JJOO se comprometió a dejar a los cariocas, el más vistoso era, quizás, descontaminar una bahía maravillosa y pestilente al mismo tiempo, ahogada entre los efluvios mortíferos de los vertidos de las cloacas y las toneladas de basura que los habitantes de Río de Janeiro siguen tirando directamente al mar, sin la más mínima rémora.

Según los planos presentados en 2009, las aguas turbias y hediondas de la bahía quedarían cristalinas para 2016. Lo que se vendió en su momento fue que unas centrales de depuración inexistentes, y que iban a ser construidas, tratarían los millones de litros de vertidos, que hoy son arrojados sin más al paisaje más famoso de la Cidade Maravilhosa. Por otro lado, el Estado de Río de Janeiro prometió que retiraría las miles de toneladas de basura acumuladas en la bahía. Nadie sabe cuantificarla. Sólo existe un dato: cada mes se recogen 45 toneladas de detritos.

A tan sólo un año y medio de los Juegos, la meta trazada de depurar el 80% de las aguas negras, procedentes de la maltrecha red de alcantarillado de la región, no es considerada realista por quienes conocen la situación a fondo. Hoy, apenas el 50% de estos deshechos son procesados. Hace dos años, este porcentaje sólo llegaba al 30%. Por si quedaba alguna duda, ahí va otro dato: sólo una de las tres centrales de depuración previstas está lista, y para más inri, todavía no ha entrado en funcionamiento.

En la actualidad, 8,5 millones de personas viven alrededor de la bahía, muchas de ellas amontonadas en favelas, y sólo la mitad cuenta con canalización de aguas. La bahía huele literalmente a excrementos, y en más de una ocasión la basura acumulada ha entorpecido el tránsito de los barcos de pasajeros que unen Río de Janeiro con la ciudad costera de Niterói, como muestra este vídeo de la televisión brasileña Globo.

Para cumplir el objetivo de descontaminar el 80% de las aguas de la bahía de Guanabara, el Gobierno del Estado de Río de Janeiro ha colocado las ecobarreras en los principales ríos que desembocan a la bahía, con el fin de mantener la basura alejada de las áreas donde serán disputadas las pruebas de vela. El año pasado, estas trincheras marinas consiguieron retener unas 4.000 toneladas de residuos de todo tipo: desde sofás hasta televisores, lámparas, botellas de plástico, latas, troncos de árboles... La lista de objetos que los cariocas lanzan al mar es larga y variada.

Vídeo: Los ecobarcos no dan abasto.

Sin embargo, en más de una ocasión, las vallas han cedido, dejando pasar toneladas de basura transportadas por la corriente. Además, los ecologistas señalan que las ecobarreras pueden contribuir a retener los residuos sólidos, pero no consiguen filtrar el material orgánico procedente de las alcantarillas y que acaba diluido en el agua marina. Los miles de peces muertos que de forma cíclica aparecen en al bahía son otra señal del mal estado del ecosistema de Río de Janeiro.

Los ecobarcos, especialmente adquiridos para limpiar la bahía, tampoco consiguen realizar su tarea de forma eficiente. Cada uno puede almacenar 300 kilos de basura por viaje: una minucia frente a la cantidad brutal de detritos que fluctúan en las aguas cariocas. En total, hay una decena de embarcaciones que cada año cuestan a los contribuyentes 5 millones de reales (un millón y medio de euros) y que, en el mejor de los casos, pueden recoger 15 toneladas al mes.

Frente a este escenario, los responsables del área ambiental do Gobierno del Estado de Río de Janeiro trabajan a contrarreloj para resolver una situación tan dramática como antigua. “Estamos haciendo ajustes y redefiniendo toda la operación”, afirma André Corrêa, secretario de Medio Ambiente, hace poco más de un mes en el cargo.

La responsabilidad de recoger la basura corresponde a los 15 municipios situados alrededor de la Bahía de Guanabara, pero el sistema de recolecta es ineficiente. Para complicar la situación, hay miles de personas viviendo de forma ilegal en la orilla de los ríos y que lanzan la basura directamente al agua. En la época de lluvias, la cantidad de residuos que llega hasta el mar se triplica. Según el INEA (Instituto Estadual do Ambiente), en algún punto del golfo hay 390 veces más inmundicia que el nivel recomendado por las autoridades ambientales.

“La promesa de descontaminar la bahía a corto plazo fue hecha en un período de euforia económica, pero es claramente irreal. Lamentablemente, ahora estamos en otro momento”, afirma el economista Sérgio Besserman Vianna, presidente de la Cámara Técnica do Desarrollo Sustentable de Río de Janeiro. El secretario de Medio Ambiente calcula que sólo para instalar una red de alcantarillas en los municipios alrededor de la bahía serían necesarios 12.000 millones de reales (3.750 millones de euros), un valor casi 10 veces superior a lo que se ha invertido en los últimos siete años.

La crisis de la bahía de Guanabara es un reflejo de la falta de coordinación entre las diversas instituciones involucradas en el proyecto de descontaminación. Sin una autoridad que centralizase el proceso, las decisiones relativas a las obras pasaron a ser tramitadas en un caos burocrático que engloba a los gobiernos de los estados y el ejecutivo federal, además de los ayuntamientos de los municipios cercanos.

La centralización de las decisiones en un único órgano fue, según muchos observadores, un factor crucial para que proyectos parecidos funcionaran. Regiones que hicieron obras de limpieza a gran escala, como las bahías de Tokio y Hong Kong, y el río Támesis, en Londres, apostaron por este formato.

Como si todo esto no fuese suficiente, ecologistas y vecinos llevan semanas protestando en la Marina da Glória, en medio de la bahía, por la tala indebida de 244 árboles, cortados para construir el nuevo puerto olímpico. Marcelo Carvalho, el ingeniero forestal que dirige la obra, quita hierro al asunto y asegura que van a replantar 500 árboles. Eso sí, sólo después de los JJOO. Carvalho, director de la empresa Biovert, sostiene que las protestas no tienen sentido, dado que la mayoría de las especies cortadas no son autóctonas y no pertenecen a la llamada Mata Atlántica. Sin embargo, los ecologistas denuncian que serán necesarios al menos seis años para que las nuevas plantas crezcan y se conviertan en árboles adultos.

Todavía faltan 18 meses para que comiencen los JJOO, pero todo apunta a que hasta agosto de 2016 habrá polémicas por un tubo.

Es un hecho, más que un temor. La Bahía de Guanabara, en Río de Janeiro, el lugar en el que se disputarán las pruebas de vela en los Juegos Olímpicos de 2016, no estará ni limpia ni descontaminada para la fecha prevista. Las autoridades locales difícilmente van a conseguir cumplir la promesa que hicieron hace seis años al Comité Olímpico Internacional (COI).

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