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Pemba y la Casa del Té que nos salvó la vida
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RESCATE EN EL NEPAL

Pemba y la Casa del Té que nos salvó la vida

Joaquín Bejarano se aventuró a escalar el Baruntse, una montaña de más de 7.000 metros. Una tormenta los pilló por sorpresa. Esta es la crónica de su rescate

Foto: El interior de la Casa del Té (FOTOS: Joaquín Bejarano).
El interior de la Casa del Té (FOTOS: Joaquín Bejarano).

Algunos nombres de sherpas se corresponden con el día en el que nacieron. El pasado 18 de octubre cayó en sábado. Por eso y porque desconocemos su identidad, apodaremos Pemba (sábado) al Sirdar, así se llama al que lidera a sherpas, porteadores y cocineros, cuya pericia salvó la vida de los protagonistas de esta crónica. Sirva también de recuerdo dePemba Tenji uno de los tres sherpas sepultados por las avalanchas cerca del Campo 1 del Everest en abril de este año.

A las 16:45 de ese 18 de octubre, Pemba se encontraba en el West Col,un collado a 6.150 m. que domina el Campo Base del Baruntse, montaña de 7.129 m. en la zona oriental de Nepal. Lleva diez horas en pie y comenta con Joaquín, uno de sus clientes, qué decisiones tomar en lo que queda de jornada. Este observa con perplejidad que Pemba calla: ha girado la cabeza y mantiene la mirada fija en un punto del horizonte. Se vuelve, busca ese punto y entonces comprende por qué el Sirdar ha enmudecido. Sus aflicciones no han hecho más que empezar.

Desde el oeste, del área de los Annapurnas, vienen directas hacia ellos unas sobrecogedoras nubes de tormenta. Son los efectos del ciclón Hudhud que ha causado al menos 41 muertos y precipitado el rescate de 407 personas. Los seis expedicionarios españoles que llegaron a Katmandú el 2 de octubre no disponen de ninguna información sobre lo que sucedía. Ajenos a la magnitud de la tragedia, ellos acumulan jornadas inesperadamente penosas. Están sorprendidos porque en los últimos tres días no ha parado de nevar, la temperatura descendió bruscamente. Lo interpretan erróneamente como un retraso en la retirada del monzón. Piden datos de previsión meteorológica a una expedición inglesa. Cuesta entender que no tuvieran acceso a recursos propios de información. En cualquier caso, en los días precedentes ya tuvieron que modificar todos los planes de ascensión y ahora evalúan por dónde regresar. En eso estaban con Pemba, en el West Col, a 6.150 metros, a primeras horas de la tarde.

¿Qué pasó después? No ha sido fácil saberlo. Joaquín Bejarano, que coordinaba el grupo al que prestaba apoyo logístico la agencia Trekking y Aventura, lo hace paraEl Confidencialal mes del suceso. Se ha tomado su tiempo y la espera ha merecido la pena. Nos proporciona el único testimonio de un español que estuvo allí.“La tormenta se formó rápidamente. Éramos cerca de sesenta personas entre japoneses, indios, polacos y franceses. Nosotros, unos veinte”.

En el lugar donde se encuentran el viento es continuo y aumenta su intensidad. Los porteadores abandonan sus cargas y bajan rápidamente. “Bajabamos, rapelando, los 250 metros que separanel West Col de la base del collado y en los últimos tramos nos alcanzó una copiosa nevada con ventisca, mucho frío y nula visibilidad. El descenso fue inseguro, dramático. Porteadores que caen o que sueltan la carga. Nos reagrupamos sin saber adónde ir. Antes de comenzar el rapel habíamos dejado las tiendas, los sacos de dormir”.Todos, sherpas y clientes, pusieron pies en polvorosa con lo puesto.

Joaquín es un alpinista con muchas horas de montaña. Supera esas diez mil que el teniente coronel Ayora reclama para ser considerado un experto. Por eso tiene mucho valor oírle reconocer que tuvo miedo. “Son las 18:30, queda poco para que anochezca y la tormenta es cada vez más violenta. Estamos a 5.900 m. Como unos fantasmasandábamosbuscando una Casa del Té,de la que oigo hablar por primera vezy que los nepalís aseguran se encuentra en el Campo Base del Baruntse a 5.400 m. Mojados, sin nuestros equipos. Sin protección contra el fuerte viento. No sabía cómo iba a sobrevivir si no encontrábamos refugio. No es posible permanecer en movimiento tanto tiempo”.Escuchando cómo lo cuenta, percibes que era consciente de que podía haber sido su última noche.

Las horas que siguen son, como dice la gente de montaña, de esas que crean afición. Aturdidos por la ventisca, alertas para no perder la huella, el contacto. No van encordados. Si te detienes puede que nadie se vuelva a ver si andas o no. Alguno de los miembros de la expedición da síntomas de agotamiento y hay que emplearse a fondo, impidiendo que se rezague. No saben adónde van y esa tensión suma fatiga.

Afortunadamente Pemba es un Sirdar fiable y no falla. Tras más de cinco horas alcanzaban exhaustos lo que llamanLa Casa del Té. Eran las doce de la noche. Comenzaron a caminar a las seis de la mañana. Cuerpo con cuerpo se cobijaron en ese recinto, poco más que un vivac, que un paisano con vista comercial levantó con piedras de restos de altares budistas y unos enormes plásticos azules. Ese que aquí llamarían “un emprendedor” les había salvado la vida. Al día siguiente los porteadores desandaron el camino y acarrearon los pertrechos que abandonaron la tarde anterior. Dos sufrían congelaciones en los pies y un tercero, afectado de edema pulmonar, fallecería poco después. De su rescate se encargó elSindicato de Sherpas Nepalí.

Ahora ellosteníanqueresolver cómo salir. “Los tres collados estaban impracticables. Así que convenimos que la única alternativa era en helicóptero”.Eldomingo 19 de octubre consiguen armar una batería que proporcione un poco de energía al teléfono satélite -original pero incomprensible- y dejan un mensaje de socorro en el contestador de Trekking y Aventura.El lunes, José Luis, el responsable de la agencia, contacta con su corresponsal en Nepal y al día siguiente todos salían en helicóptero del Campo Base del Baruntse, de ahí a Lukla y finalmente a Katmandú.

El coste de la operación: 12.000 dólares -6.000 por helicóptero- que no cubrirá el seguro. No se consideró rescate ya que existían rutas de salida y estaban enteros. Podían hacerlo. Sucede que eran diez días de marcha lo que tenían por delante, siempre que no les acechase otro percance y perderían las conexiones aéreas. En Katmandú aliviaron cuitas y tensiones. Que haberlas parece que las hubo y de envergadura. No se suele contar, sin embargo sucede que en estas situaciones se produce, en ocasiones, mucha mala sangre. Contribuyen a ello la vanidad y la frustración. Por eso, agradecemos a Bejarano que haya querido compartir una vivencia que deseamos no vuelva a repetir.

Algunos nombres de sherpas se corresponden con el día en el que nacieron. El pasado 18 de octubre cayó en sábado. Por eso y porque desconocemos su identidad, apodaremos Pemba (sábado) al Sirdar, así se llama al que lidera a sherpas, porteadores y cocineros, cuya pericia salvó la vida de los protagonistas de esta crónica. Sirva también de recuerdo dePemba Tenji uno de los tres sherpas sepultados por las avalanchas cerca del Campo 1 del Everest en abril de este año.

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