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La absurda ciudad fantasma que hoy son las instalaciones olímpicas de Río: "¡Vergüenza!"
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MEDIO AÑO DESPUÉS DE LOS jUEGOS PARALÍMPICOS

La absurda ciudad fantasma que hoy son las instalaciones olímpicas de Río: "¡Vergüenza!"

Un Parque Olímpico muy caro de mantener, recintos infrautilizados... Las carísimas instalaciones construidas para albergar los últimos Juegos Olímpicos padecen el abandono

"¡Es una vergüenza! Millones de reales a la basura y un criadero gigantesco de mosquitos al lado de casa. Ese es nuestro legado olímpico”. Marcos es un funcionario público que vive en la Barra da Tijuca, en Río de Janeiro, a pocos centenares de metros del Parque Olímpico. Ese enorme recinto deportivo de 118 hectáreas, en el que se disputaron las pruebas de 16 modalidades olímpicas, llegó a recibir a más de 100.000 visitantes un en solo día.

Tan solo seis meses después del cierre de los Juegos Paralímpicos más concurridos de la historia, el Parque Olímpico está sumido en el olvido y la decadencia. La fachada del Estadio Acuático, que debe ser desmontado a lo largo de este año, se cae a pedazos. Aquí el mejor nadador de todos los tiempos, Michael Phelps conquistó cinco medallas de oros y una de plata, las últimas antes de dar por cerrada su brillante carrera. El panel de tela diseñado por la famosa artista plástica Adriana Varejão presenta varias rasgaduras. Hasta hace poco, la piscina de calentamiento estaba llena de agua acumulada tras los recurrentes temporales.

En medio de la suciedad, los mosquitos campan a sus anchas, algo extremamente grave en una ciudad que, tras la emergencia del virus Zika, enfrenta ahora una incipiente epidemia de fiebre amarilla, también transmitida por el temible Aedes Aeypti. La empresa responsable del mantenimiento asegura que ya ha sido retirado el excedente de agua y se ha colocado arena de forma provisional. Está previsto que la piscina sea desmontada y reinstalada en la Fortaleza de Sao Joao, una instalación militar ubicada cerca del famoso Pan de Azúcar, antes del próximo mes de agosto.

El velódromo, que acumuló un retraso monstruoso en su construcción y que solo fue inaugurado a finales de junio, también tiene problemas con la fachada. En varios puntos del parque se acumulan caderas desmontadas, expuestas al sol tropical y a la lluvia sin ningún tipo de protección. “Es un desperdicio y un disparate. Cada vez que salgo a pasear por aquí con mi hijo me entra una sensación de desespero”, cuenta a El Confidencial Carmen, ama de casa.

Desierto de lunes a viernes, desde el mes de enero este recinto abre al público todos los fines de semanas para que los cariocas puedan correr, andar en bicicleta o asistir a una de las pocas competiciones deportivas que se celebran en sus estructuras. “Pero la sensación de abandono es enorme incluso durante el fin de semana. Es casi imposible encontrar un baño que funcione. Falta agua, no hay cafeterías abiertas, es como una ciudad fantasma”, comenta Marcos, ingeniero de 44 años.

Unas instalaciones que se "pudren"

En muchos puntos del Parque Olímpico reina el caos. Hay basura y material de construcción acumulados en el suelo. Algunas calles ya presentan agujeros e incluso se han registrado robos de cables eléctricos y de ordenadores. Es la crónica de un desastre anunciado, y eso a pesar de que el exalcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, uno de los máximos impulsores del proyecto olímpico, aseguró en varias entrevistas antes de la celebración de los Juegos que el ayuntamiento lucharía para evitar esta situación. “No tiene sentido que instalaciones tan grandes, que costaron mucho dinero, que hemos pagado de nuestro bolsillo, se pudran mientras los deportistas no tienen dónde entrenar. Es absurdo”, afirma Marta, profesora de Educación Física.

Desde el pasado mes de diciembre, el Gobierno federal de Brasil es responsable del futuro de este parque deportivo. La transferencia de competencias fue realizada después de que el Ayuntamiento de Río de Janeiro fracasase en la búsqueda de un inversor privado que pudiese ocuparse de administrar ese espacio. El coste anual de mantenimiento ronda los 17 millones de reales (unos 5 millones de euros).

“Creemos que la única forma de preservar el legado olímpico es crear un calendario consistente de entrenamientos y competiciones y de iniciación al deporte de inclusión social”, afirmó recientemente el Ministro de Deportes Leonardo Piacciani, al mismo tiempo que prometía que el Gobierno pondrá en marcha varios programas para impulsar la formación de futuros atletas.

Carnaval callejero descartado

El nuevo alcalde de Río de Janeiro, Marcelo Crivella, que tomó posesión a principios de este año, también hace hincapié en la necesidad de dar un uso inteligente a estas instalaciones. “Estamos planificando junto al Gobierno Federal que cada fin de semana se celebre aquí por lo menos un evento deportivo. Queremos que sea un epicentro de la práctica de los deportes olímpicos”, asegura Crivella. Incluso se llegó a evaluar la posibilidad de transferir una parte del carnaval callejero al Parque Olímpico, aunque la idea no prosperó.

En realidad, sobre papel existen varios proyectos para reaprovechar unas estructuras que costaron 2.500 millones de reales (743 millones de euros). El Carioca Arena 1, escenario de las competiciones de baloncesto, deberá ser usado para eventos, aunque hasta la fecha no han sido ofrecidos más detalles. El Carioca Arena 2, originariamente destinado al judo y a la lucha olímpica, podría convertirse en un centro de entrenamiento de alto rendimiento destinado a varios deportes. El Carioca Arena 3, sede de las pruebas de esgrima y taekwondo, debe transformarse en una escuela municipal. El Arena Futuro, que albergó los partidos del torneo de balonmano, será desmontado y el material será reaprovechado para construir cuatro escuelas.

Por lo pronto, no se sabe con exactitud cuándo serán llevadas a cabo estas obras y con qué dinero. Pero el Parque Olímpico no es el único quebradero de cabeza para el Ayuntamiento de Río de Janeiro y del Gobierno central de Brasil. El famoso estadio Maracaná tampoco se ha librado del desastre olímpico. El vistoso espectáculo pirotécnico en las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos dejó secuelas estructurales en uno de los estadios más queridos del mundo.

La cubierta de Maracaná caducará

La empresa concesionaria Maracaná SA, que administra el recinto deportivo, acusa al Comité Rio 2016 de haber usado más fuegos artificiales de lo permitido durante los Juegos y los Paralímpicos. Según ellos, habrían sido usado 181 toneladas en la fiesta de apertura, es decir, 100 toneladas por encima de lo previsto. De esta forma, la vida útil de la cubierta habría resultado perjudicada, bajando de los 35 a los 10 años su vida útil, según el laudo de los ingenieros que han evaluado los daños. La empresa ha pedido una indemnización para poder costear los 9 millones de reales (2,67 millones de euros) que cuestan las reparaciones.

El caso es que no es la primera vez que Brasil pasa por este trance. Un año después del Mundial de fútbol de 2014, once de los doce estadios construidos o reformados específicamente para este evento no habían recibido público suficiente ni siquiera para llenar la mitad de las gradas. Algunos estaban funcionando incluso como aparcamientos o habían sido destinados a eventos culturales completamente ajenos al fútbol, como el Carnatal, un carnaval fuera de época que se celebra en el mes de diciembre en la ciudad de Natal.

Cabe destacar que la decadencia de las estructuras olímpicas es un fenómeno recurrente en varios países que ya acogieron los Juegos Olímpicos. En China y en Grecia las instalaciones pasaron por un proceso parecido. Por lo pronto, el Parque Olímpico de Río de Janeiro tiene por delante una importante oportunidad de reaprovechamiento. El próximo mes de septiembre se convertirá en una ciudad del rock, cuando estrellas como Bon Jovi, Lady Gaga y Justin Timberlake acudirán al Rock in Rio, que este año se celebrará por primera vez en el Parque Olímpico.

"¡Es una vergüenza! Millones de reales a la basura y un criadero gigantesco de mosquitos al lado de casa. Ese es nuestro legado olímpico”. Marcos es un funcionario público que vive en la Barra da Tijuca, en Río de Janeiro, a pocos centenares de metros del Parque Olímpico. Ese enorme recinto deportivo de 118 hectáreas, en el que se disputaron las pruebas de 16 modalidades olímpicas, llegó a recibir a más de 100.000 visitantes un en solo día.