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Beitia corona su carrera con un oro olímpico, el primero de una atleta española
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Beitia corona su carrera con un oro olímpico, el primero de una atleta española

Despues de subir al podio en campeonatos europeos y mundiales, la atleta cántabra cerró el círculo con la medalla que le faltaba. Fue la más segura de una final de menos nivel que hace cuatro años

Foto: Ruth Beitia, tras ganar el oro (EFE)
Ruth Beitia, tras ganar el oro (EFE)

Ruth Beitia estaba tan eufórica que para ella ni la fama de las playas cariocas podían competir con las de Santander, las mejores del mundo. "¡Me río yo de Copacabana!". Estaba extasiada, pasmada, absorta. Cualquier adjetivo se queda corto para describir cómo se sentía la cántabra después de vencer en la final del salto de altura de los Juegos de Río. Quería llorar y no le salía. Quería gritar y no podía. Quería intimidad y estaba rodeada de gente. Quería el oro olímpico y ya lo tenía. Estaba feliz.

Beitia se impuso con una marca de 1,97, la misma que la segunda, la tercera y la cuarta clasificadas, a las que superó por cometer menos nulos. Su oro es el primero de una atleta española en unos Juegos, el primero del atletismo español desde Barcelona 1992, cuando Fermín Cacho y Daniel Plaza subieron a lo más alto del podio, y la segunda medalla del atletismo femenino, que solo había subido al podio con María Vasco en Sídney 2000.

Foto: Ruth Beitia posa con su medalla (EFE)

"El secreto era esto, el motor que me mantenía con ganas de continuar y de seguir adelante era este sueño. Y hoy se ha hecho realidad", reconoció Beitia, que a los 37 años alcanzó la cima de su carrera deportiva. Lo mejor de su trayectoria ha llegado en la parte final, no solo con esta medalla olímpica: en las últimas ocho grandes competiciones ha ganado seis medallas. No es la que más salta, hace años que no supera los dos metros (aunque cree que tiene un gran salto dentro), pero es de las mejores compitiendo.

Su victoria demuestra que en una final de salto de altura, cualquier salto es importante. La diferencia entre el oro y la plata estuvo en un nulo, el que cometió la búlgara Mirela Demireva en 1.88. Ahí comenzó a ganar Beitia, la mejor de un concurso que no será recordado por sus marcas. El salto de altura no se ganaba con un registro tan bajo desde Moscú 1980.

La española tuvo la seguridad que no tuvieron sus rivales. En la segunda altura, 1.93, quedó eliminada Vasti Cunningham, medallista a principio de año en el Mundial en Pista Cubierta y cuarta del ranking mundial con una marca personal de 1.99. La joven estadounidense, de solo 18 años, se vio superada por la presión y derribó tres veces el listón en una altura que tendría que haber pasado con comodidad.

placeholder Beitia celebra su victoria (Dominic Ebenbichler/Reuters)
Beitia celebra su victoria (Dominic Ebenbichler/Reuters)

Sin fallos al principio

Beitia fue la única que saltó las tres primeras alturas (1.88, 1.93 y 1.97) sin fallo. La española pasó con suficiencia esa tercera altura que fue un muro infranqueable para la mayoría de sus rivales: ahí cayó la alemana Marie-Laurie Jungfleisch, segunda del año, y la polaca Kamila Licwinko, tercera. La primera, Chaunte Lowe, necesitó tres intentos, pero lo consiguió. A los dos metros solo llegaron vivas cuatro saltadoras: Beitia, Demireva, Vlasic y Lowe.

Y ninguna de ella superó esa altura. Tras las dos primera rondas, Beitia vio cómo iba subiendo en el podio escalón a escalón. "Cuando ha tirado Demireva, dije: '¡Se cumplió un sueño, soy medallista olímpica!'. Cuando tiró Vlasic, ya sabéis que la quiero con locura (fue una ironía: preferiría no haberla tenido al lado en el podio), ha sido un subidón: ¡plata! Y temía a Chaunte porque la tía es muy buena saltando. Pero la suerte estaba de mi lado", relató la española, que vivió el salto de Lowe casi desde la grada, cerca de donde estaba sentado Ramón Torralbo, su entrenador desde hace 26 años, su "50 por ciento".

Foto: Beitia en los pasados Mundiales de Pekín.

Beitia se llevó el oro en Río saltando menos que en Londres 2012, donde acabó cuarta a pesar de superar los dos metros. Después de esos Juegos se retiró. La cita olímpica le dejó con un sabor agridulce. "Había hecho hasta ese momento la mejor competición de mi vida, pero salí con la sensación de que hubo tres atletas mejores que yo. Yo había dado mi 100 % y no pudo ser", recordaba este sábado con el oro al cuello y una sonrisa .

Durante unos meses se dedicó a practicar actividades que el atletismo no le permitía, pero en cuanto llegó la lluvia a Santander se dio cuenta de que le seguía gustando saltar más que cualquier otra cosa. "Con aquella decisión me quité todas las piedras de la mochila", explicó Beitia. "Me dije que cada día es una oportunidad, independientemente del resultado. Todo suma. Eso es lo fundamental. Y haber tenido el apoyo de Ramón (Torralbo) todos estos años, y sobre todo la motivación extra que me dio él, que me engañó. Bendito engaño", dijo.

Todo lo que ha venido después, reconoció Beitia, es un regalo, una prórroga. Y no ha sido poco: en cuatro años le ha dado tiempo a irse, a descubrir el patinaje, a volver, a ganar dos oros europeos al aire libre y uno en pista cubierta; un bronce mundial al aire libre y una plata y un bronce en pista cubierta; la clasificación de la Diamond League; y por fin esa medalla olímpica que tanto anhelaba, la medalla con la que corona su carrera.

Ruth Beitia estaba tan eufórica que para ella ni la fama de las playas cariocas podían competir con las de Santander, las mejores del mundo. "¡Me río yo de Copacabana!". Estaba extasiada, pasmada, absorta. Cualquier adjetivo se queda corto para describir cómo se sentía la cántabra después de vencer en la final del salto de altura de los Juegos de Río. Quería llorar y no le salía. Quería gritar y no podía. Quería intimidad y estaba rodeada de gente. Quería el oro olímpico y ya lo tenía. Estaba feliz.

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