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Jon Rahm, un festival de errores en el quinto grande para aprender una nueva lección
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hizo diez por encima del par del campo

Jon Rahm, un festival de errores en el quinto grande para aprender una nueva lección

El jugador de Barrika se estrelló el sábado en The Players con su peor tarjeta como profesional. Tiene el juego perfecto para ser un grande, pero necesitará paciencia para detener estos errores

Foto: Jon Rahm, en el TPC. (EFE)
Jon Rahm, en el TPC. (EFE)

El New York Times dedicó la semana pasada un extenso perfil a Jon Rahm. Se titula, ni más ni menos, "La siguiente gran cosa del golf ya está aquí". Eso quiere decir algo, cuando la dama gris se fija en ti especialmente siendo extranjero, es porque ha detectado que una historia importante está en marcha. Aunque, como en este caso, sea más futuro que otra cosa. Se jugaba el 'The Players' el considerado quinto grande del golf y él era el nombre a seguir. Curiosamente en las líneas de ese perfil había una premonición, una mala. Cuando se publicó nadie lo sabía.

"Mis dos primeros torneos en la Universidad fueron horribles, hice 81 golpes en un día, y no podía recordar siquiera la última vez que había hecho más de 80 en competición", explicaba el golfista español. Pues bien, ahora mismo no le será difícil de recordar, porque este fin de semana, el del gran torneo, tuvo un horrible sábado que le llevó a 82 golpes, diez por encima del par. Una catástrofe que le hizo salir del campeonato, pues no pasó del segundo corte y el domingo no disputó la jornada.

Es la peor jornada profesional de Jon Rahm, con bastante diferencia. Anteriormente su peor puntuación había sido 75, como le ocurrió en el Masters de este año y en el US Open del pasado. Hay una tendencia, los tres torneos en los que ha besado la lona era en torneos de máxima relevancia. De él se espera mucho más que un día con seis 'bogeys' y tres dobles 'bogeys'. También es cierto que está empezando, lleva muy pocos torneos como profesional y aún le falta el poso para conseguir limitar sus errores lo máximo posible. Desde que llegó al circuito es la sensación, el jugador del que todos hablan. Pero todos los golfistas tienen días malos.

Pocos deportes penalizan el fallo tanto como el golf. Cuando mandas una pelota a donde no procede, que puede ser una equivocación poniendo la cara del palo solo unos centímetros más allá, recuperar la posición es un problema. Como deporte individual, la cabeza tiene mucho que ver en el éxito final. Un hoyo malo, y a Rahm el sábado se le acumularon, es lo mismo que estrellarse en el infierno.

Porque la teoría dice que hay que salir de los malos augurios y competir como si nada hubiese ocurrido, pero a Rahm, quizá pecando de juventud, aún no le funciona bien esa desconexión. Cuando empieza bien, como le sucedió los dos primeros días del mismo torneo, parece tener alas, aspira a todo y se aleja de sus rivales. En los días malos, como este sábado, como uno de los días del Master, empieza a tener problemas para encontrar sus rutinas y ordenar su juego. Lo decía el propio Rahm después del Masters de Augusta, un grande del que salió con emociones encontradas. "La lección es la paciencia. Y esa ya va tocando que la asimile porque me pasó también en el US Open y en el British y ya me lo dije entonces. Sigo teniendo que aprender a ser paciente en los grandes. Pierdo pronto la paciencia y tengo que aguantar más, aprender eso. Hay que tener un extra de paciencia", explicaba el de Barrika en su blog de Tengolf.

Creativos contra ordenados

Rahm es un jugador creativo al extremo, muy diferente a los metódicos. Se parece, aunque suene a sacrilegio, a Severiano Ballesteros en su capacidad para emocionar y hacer de una vuelta una montaña rusa. Esa capacidad de hacer las cosas de manera diferente al resto de los jugadores le dará grandes réditos en su carrera, pero también puede llegar a ser un problema si no aprende a gestionar las emociones y a respetar los tiempos que le marca el campo, siempre tan importantes para no meter la pata.

"Cuando me di cuenta de que iba más siete en siete hoyos, me fui. Hice bastantes buenos swings, pero sólo recibía un golpe tras otro, nada era como yo esperaba. Logré el birdie en el 9, después hice dos buenos swings en el 10 y pensé que igual las cosas iban a cambiar. Pero nada, el chip se me fue largo un metro y tres putts. Estaba en la lona y seguía recibiendo golpes", intentaba explicar Rahm después de su horrible día qué le había pasado. Son detalles que se van sumando poco a poco y terminan en una tarjeta imposible.

Es un borrón en una carrera que, por lo demás, sigue encaminada a lo más grande. Aseguran que será número 1 más pronto que tarde. Calculan que es el jugador más en forma del mundo más allá de Dustin Johnson. Un ejemplo cercano, contado esta semana en Golf Digest. La primera vez que le vio jugar el vicepresidente ejecutivo de Taylor Made, Keith Sbarbaro, llamó a un amigo y le dijo "acabo de ver jugar a uno de los seis mejores jugadores del mundo". Aún estaba en la universidad. Esta semana rectificaba el representante de una de las marcas de palos de golf más importantes del mundo: "Creo que me quedé corto". Evidentemente poco después de verle por primera vez le puso en nómina.

Y ese es Rahm, el del potencial infinito, el que aún no controla los torneos más grandes en los que, casualmente, es en los únicos en los que ha fallado.

El New York Times dedicó la semana pasada un extenso perfil a Jon Rahm. Se titula, ni más ni menos, "La siguiente gran cosa del golf ya está aquí". Eso quiere decir algo, cuando la dama gris se fija en ti especialmente siendo extranjero, es porque ha detectado que una historia importante está en marcha. Aunque, como en este caso, sea más futuro que otra cosa. Se jugaba el 'The Players' el considerado quinto grande del golf y él era el nombre a seguir. Curiosamente en las líneas de ese perfil había una premonición, una mala. Cuando se publicó nadie lo sabía.

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