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El golf español disecciona a Tiger Woods
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análisis de la carrera del exnúmero uno

El golf español disecciona a Tiger Woods

Profesionales y periodistas del golf español analizan al genio californiano, que el 30 de diciembre cumplió 40 años. El exnúmero uno del mundo intenta reinventarse para seguir dando guerra

Foto: ¿Volverá Tiger Woods a ganar un grande? (Russell Cheyne/Reuters)
¿Volverá Tiger Woods a ganar un grande? (Russell Cheyne/Reuters)

El pasado miércoles 30 de diciembre, Tiger Woods cumplió 40 años, una cifra redonda y lo suficientemente significativa en golf como para echar la mirada atrás... y adelante. Es otra de las esencias que distingue al golf de casi cualquier otro deporte: cuando se llega a los cuarenta años el viaje aún es (y cada vez más gracias a la preparación física) de ida y vuelta.

Es un momento idóneo por tanto para indagar en la carrera y el legado de Tiger, un personaje que ha trascendido el deporte al modo y manera de otros grandes mitos como Michael Jordan o Ayrton Senna, por citar dos ejemplos. Preguntamos al golf español, a los profesionales y a los que más saben. Un repaso de 360 grados a Tiger Woods.

Lejos queda la Ryder Cup de 1997, aquella que se jugó en España gracias a la persistencia y la figura de otro genio como Severiano Ballesteros. María Acacia López Bachiller, santo y seña del golf y su relación con los medios en nuestro país, recuerda una anécdota que define cómo era Tiger a los 21 años. Fue durante una semana de entrenamiento del equipo norteamericano en julio de aquel año. "España estaba dolida en lo más profundo por causa del secuestro y ejecución del joven concejal vasco Miguel Ángel Blanco. Nuestro país vivió momentos dramáticos e inolvidables; la sociedad española, conmocionada, se echó a la calle en multitudinarias manifestaciones implorando, primero su libertad y, más tarde, llorando su pérdida. El domingo repartimos crespones negros entre todos los que nos encontrábamos en Valderrama; relatamos a Tom Kite, capitán americano, lo sucedido, pidiéndole que también los exhibiesen sus jugadores en señal de respeto, y así lo hicieron, Tiger el primero”, explica María Acacia.

Era un Woods abierto, jovial, bromista. Ya había ganado el Masters de Augusta de 1997, pero aún le quedaba la frescura de la juventud, todavía no se había metido en el caparazón. Cuando regresó a Valderrama dos años después para disputar un campeonato del mundo ya vivía en un mundo aparte. “Se había transformado en una superestrella hierática e inexpresiva, ya no sonreía. Llegó rodeado de seis guardaespaldas, rodeado de preparador y psicólogo, rodeado de asistentes, rodeado… pero a la vez muy solo y recluido en su propio entorno. A los responsables y voluntarios del centro de prensa nos prohibieron terminantemente acercarnos o pedirle autógrafos. Sentí pena por él. Tenía 23 años”, recuerda.

Woods transformó su relación con los demás al tiempo que aumentaba su devastador dominio dentro del campo. El círculo de Tiger era cada vez más reducido y en el centro del mismo estaba su padre, Earl Woods, un hombre clave en su carrera. Nadie lo duda. Pablo Larrazábal, profesional español, ganador de cuatro torneos en el European Tour, asegura convencido que "la muerte de su padre supuso un antes y un después". "Él le inculcó unos valores y principios de exigencia y trabajo para afrontar su vida y su profesión, para ser número uno, y era un referente permanente en ese sentido”.

El subdirector de 'Marca', Gerardo Riquelme, apoya la tesis y va incluso un paso más allá. “El cáncer mató a Earl y Woods se quedó sin su principal defensa. No es una cuestión de números. No tiene nada que ver que en su presencia ganó diez grandes y luego, cuatro. Earl no hubiese aceptado jamás que su hijo cayera ladera abajo. Se hubiese puesto de parapeto. No hubiera consentido que, de repente, Elin Nordegren (su exmujer) se convirtiese en la hermana despechada de todo el planeta y Tiger en el apestado cuñado al que hay que repudiar. Un asunto familiar, privado, traspasó el felpudo de los Woods y todos nos metimos en el recibidor de su casa. Ese fue el germen de todas sus desdichas. A la hora de analizar cualquier acontecimiento posterior hay que reparar primero en aquella noche de Acción de Gracias. Con Earl no hubiese pasado”, afirma el periodista.

Tiger ha protagonizado algunos de los relatos más memorables de la historia del deporte. Núria Pastor, periodista de 'La Vanguardia' con 99 'majors' a sus espaldas (debutó en el British de 1976, donde un pipiolo llamado Severiano Ballesteros terminó segundo), recuerda el US Open de 2008, su último grande. “Se jugó en Torrey Pines y Woods ganó afrontando cinco vueltas (se decidió tras un desempate a 18 hoyos contra Rocco Mediate) con una rodilla izquierda completamente rota avanzando por una calles pobladas de una multitud coreando su nombre”, señala. No se queda atrás su triunfo en Pebble Beach, otro US Open, en el año 2000. Fue una exhibición. Raúl Andreu, periodista de 'Mundo Deportivo', aún recuerda la cara de Ernie Els en el centro de prensa del maravilloso campo californiano. “Le pidieron su opinión por el dominio de Woods y soltó un “Give me a break, please” (Dadme un respiro, por favor) porque lo del dominio de Tiger era brutal. Otro recuerdo imborrable fue ese mismo año en St Andrews, apenas un mes después. Allí fue donde hizo historia. Cerró el círculo de los 'majors' conquistando su primera Jarra de Plata en la Catedral”, afirma. Y remata: “Ha sido un número uno irrepetible”.

Otra de las fechas señaladas en la carrera de Tiger, y quizás la que nos toca a los españoles más de cerca, ocurrió en el PGA Championship de 1999, en Medinah. Lo recuerda Javier Pinedo, la voz del golf en televisión las dos últimas décadas: "Aquel domingo Tiger casi cae derrotado ante un chaval español que ya había dado muestras de su talento ganando en Irlanda, Sergio García. Pero además del comportamiento de golfista de Borriol aquel día, lo que más me impactó fue el asombro del norteamericano. Él era el local y el número uno del mundo y además era el líder del torneo, y sin embargo la gente estaba con aquel español insolente que se atrevía a desafiarle, como en aquel par 3, cuando se giró hacia él para retarle después de hacer birdie. Tiger estuvo un tiempo noqueado sin entender nada, a punto de ser vencido por el único que le podía ganar, él mismo. Pero supo recomponerse y, tirando de su capacidad de superarse, fue capaz de contestar al insolente con sus mismos birdies para llevarse la victoria. La vida de Sergio podía haber cambiado de haber ganado ese PGA, pero una vez más Tiger volvió a sacar lo mejor de él para llevarse el gato al agua. Eso sí, su suspiro en el green del 18 no se me olvidará nunca. Tiger casi gana a Tiger”.

La influencia de Tiger en el desarrollo del golf es innegable. Gonzalo Fernández Castaño, profesional español con siete victorias en el European Tour y uno de los que más rondas ha compartido con Woods en los últimos años, asegura que "prácticamente" hay que besar por donde pisa. "Si hoy los golfistas profesionales jugamos por el dineral que jugamos es gracias a él. Primero lo hizo Arnold Palmer, cuando el golf se empezó a televisar en color, y después Tiger ha sido su equivalente, pero metidos ya en pleno siglo XXI", afirma el madrileño, que dice que los golfistas tienen que estar agradecidos.

"Yo he tenido la oportunidad de jugar con él en cuatro o cinco ocasiones si mal no recuerdo, y es un espectáculo como juego, el público que lleva con él... Es una experiencia que por supuesto contaré muy orgulloso a mis hijos y mis nietos: haber jugado con Tiger e incluso haberle ganado en alguna ocasión”, explica.

Los diez mejores golpes de Tiger Woods.

No obstante, más allá de haber transformado económicamente la industria del golf, que no es poco, su principal influencia en cuanto al juego residió, probablemente, en parte mental y física. Álvaro Quirós, profesional español con seis triunfos en el European Tour, recuerda un episodio con Tiger que refleja la capacidad de concentración del que fuera indiscutible número uno. “Tenemos que situarnos en el PGA de 2009, el que ganó Y. E. Yang en Hazeltine", relata Quirós."Los dos primeros días yo iba en el partido que marchaba justo detrás de Tiger. Él iba jugando junto a Padraig Harrington, defensor del título que había ganado en 2008, y Rich Beem, ganador del PGA de 2002, que se había disputado en este mismo campo. El primer día, en el hoyo 11, un largo par 5, no se llegaba de dos a green ni de broma. Yo iba pegar mi segundo tiro desde la calle mientras Tiger, Harrington y Beem estaban en el green y mi caddie y yo nos dábamos cuenta de que no se podía llegar de dos, así que el plan era dejarla a unos veinte o treinta metros del green, más o menos. Pero me salió un disparo fortísimo y de repente pude ver desde la lejanía cómo Harrington miraba una bola que rodaba por el green… Aún peor que eso fue el alboroto que se organizó con el público celebrándolo en el green. Así que, inmediatamente, mientras mis compañeros de partido iban a jugar su tercer tiro, yo me acerqué al siguiente tee para disculparme. Beem me dijo casi entre risas que no me preocupara; Harrington también me dijo que no pasaba nada… ¿Y Tiger? Él casi ni me miró y, además, no me dijo absolutamente nada".

Más tarde sí que le dijo algo: "Al acabar la vuelta Woods salía de entregar y firmar su tarjeta y yo iba a entregar la mía, así que nos cruzamos en una pasarela que había de acceso… Tiger se paró, me felicitó por el golpe del hoyo 11 y me dijo: “Me tienes que contar cómo lo has hecho”. Entre risas le dije que por supuesto se lo contaría. Mi conclusión acerca de este curioso suceso es que Tiger casi ni me miró cuando fui disculparme en el tee del 12 porque él no permite que nada ni nadie lo saque de su estado de concentración, y mucho menos en un grande”.

Físicamente, Woods fue un portento, con una preparación militar diseñada al milímetro por su padre. En este sentido, Carlota Ciganda, profesional española del LPGA Tour y ganadora de cuatro torneos en el Ladies European Tour, jamás olvidará la impresión que tuvo la primera vez que lo vio en directo. “Fue hace algo más de diez años. Concretamente, en la Ryder Cup de 2004. Veníamos de jugar la Junior Ryder Cup en Ohio, con Belén Mozo, y después fuimos a Oakland Hills (Michigan) para ver a los mayores. A mí Tiger me encantaba y verlo en directo era sin duda uno de los grandes alicientes de ese viaje. Cuando entramos en el campo lo primero que hicimos fue buscarlo. Lo había visto miles de veces por televisión y tenía muchas ganas de ver cómo era. Estaba en el putting green. Recuerdo perfectamente que la primera impresión fue de sorpresa. Me quedé loca con el cuerpo que tenía. No me lo esperaba. Era muy fuerte, muy trabajado. Espaldas anchas y fuertes, piernas... Lo que yo estaba viendo allí era un atleta con mayúsculas”, sentencia.

Más allá de la muerte de su padre, hay dos episodios que comienzan a marcar la pérdida de estrella de Tiger Woods. Uno fue su derrota con Y.E. Yang en la última jornada del PGA Championship de 2009. “Lo que hizo Yang en el PGA de 2009 también cambió en parte la historia. Hizo creer a los mortales que se le podía ganar, incluso saliendo Tiger de líder el domingo. Y también le hizo a él darse cuenta de que le podían ganar. Todo eso, mezclado con sus problemas físicos y extradeportivos, le ha pesado”, afirma Larrazábal.

Lo mejor de la carrera de Tiger Woods.

Núria Pastor recuerda aquel incidente en Acción de Gracias de 2009, unos meses después de aquel PGA. Fue el día que el mundo conoció las infidelidades de Woods. “Hace tiempo que perdió su magia y las últimas operaciones en la espalda le restan muchas posibilidades de superar el récord de grandes de Nicklaus (está a cuatro de igualarlo), el gran 'leitmotiv' de su carrera. Si Seve se dio cuenta de su vulnerabilidad en el Masters de 1986 cuando con el segundo golpe del hoyo 15 de la final se fue al agua, aunque luego todavía ganó su quinto 'major' en el British de 1988, para Tiger la magia se fundió el día de Acción de Gracias de 2009 cuando su exmujer Elin cogió el móvil y descubrió sus infidelidades. Ninguno de los dos volvió a ser lo que fue. Los magos se habían quedado sin capa, sin sombrero y sin la varita mágica con la que tiempo atrás encandilaron al mundo”.

Sea como fuere, con magia o sin ella, aún nos queda Tiger Woods para rato. David Durán, director de 'Tengolf', vaticina un Tiger diferente en los próximos años, quizá más próximo a aquel de 1997 en Valderrama. “Tiger, a su manera, se acercará más a la gente, porque al fin ha comprendido que su legado también depende de ello, no sólo del número de victorias. Entre lo que definimos como gente hay que incluir a sus compañeros de profesión, a los medios (más allá todavía de su inestimable y profusa atención después de cada ronda de competición) y, a través de ellos, al aficionado, al admirador. En este sentido, y no es poco, vamos a disfrutar de un Tiger distinto, más cercano. Durante parte del año 2015 ya ha dejado buenas muestras de ello".

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