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Johannesburgo, la ciudad donde dar un paseo es una quimera
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LOS POLÍTICOS INTENTAN QUE VUELVA A REINAR LA PAZ

Johannesburgo, la ciudad donde dar un paseo es una quimera

España se juega el Mundial en Johannesburgo, en el mítico Ellis Park, el mismo estadio que vio el triunfo de Sudáfrica en el Mundial de rugby

Foto: Johannesburgo, la ciudad donde dar un paseo es una quimera
Johannesburgo, la ciudad donde dar un paseo es una quimera

España se juega el Mundial en Johannesburgo, en el mítico Ellis Park, el mismo estadio que vio el triunfo de Sudáfrica en el Mundial de rugby y que sirvió de puente a la integración definitiva entre blancos y negros. Contrariamente a lo que se piensa, no es la capital de Sudáfrica, pero sí la ciudad más grande y con más habitantes del país con 8 millones de personas esparcidas entre los innumerables suburbios que hay.

En el norte se ubica la zona rica, la poderosa, barrios nuevos y en manos de la minoría blanca. Sandton, Randburg o Melville, en los que el lujo choca con la realidad de la ciudad. Soweto, Alexandra o Yeoville se sitúan al sur y están en manos de la población negra y han sido el epicentro de muchos de los movimientos que terminaron con el apartheid. La proporción lleva a la raza blanca a ser el 18% de la población, por el 70 % de la negra, dejando el resto para otras minorías étnicas.
 
Como sucede con la mayoría de las ciudades sudafricanas, un simple paseo es una quimera y más si el sol se pone. Las calles parecen desiertos urbanos. Ni un alma. Nadie se atreve a pisar las calles de la ciudad más peligrosa del mundo. Pura realidad. Los habitantes de esta inmensa urbe, los pudientes, hacen la vida en los centros comerciales. De casa a las grandes superficies y viceversa. Los centros comerciales se comunican entre sí y nadie pisa la calle. Es más, si la policía ve por la calle a un enviado especial o a un simple turista, le invitan a regresar al hotel. Y es que no quieren aventuras de ningún tipo y menos durante el Mundial.
 
En las inmensas avenidas que atraviesan Johannesburgo, llegan a medir hasta veinte kilómetros, los cruces se convierten en auténticos supermercados ambulantes. Venden de todo. Mejor dicho, lo primero que cae en sus manos. Globos terráqueos, trozos de césped, bolsas de plásticos, huevos, bombillas... lo que se pueda imaginar, inservible o no, se lo puede encontrar en cualquier semáforo. Además, claro está de los mendigos que piden dinero, comida o cualquier cosa. En esas calles, mejor dicho caminos, que parecen no conducir a ningún sitio concreto, hay decenas, cientos de personas (todas ellas negras 'casualmente') que andan de un lado a otro sin saber muy bien hacia dónde se dirigen. O al menos esa es la sensación que transmiten en su caminar.
 
Los políticos están empeñados en devolver a la ciudad la tranquilidad de antaño que ya data de principios de los años 90. Muchas familias, de nulo valor adquisitvo, se hicieron con el centro de la ciudad, un lugar prohibido para ellos hasta entonces. Las que eran zonas blancas, pasaron a ser barrios negros, hasta provocar que muchas de las familias que vivían allí desapacer, dejando atrás sus casas de toda la vida.  Se han tomado medidas drásticas para reducir el crimen, como cámaras de TV en circuito cerrado, circunstancia prohibida en muchas ciudades de Europa.

El principal núcleo urbano de Johannesburgo, aunque distante 24 kilómetros del centro, es Soweto. Construido en su día para llevar allí, durante la época del apartheid, a todas las familias africanas. En la actualidad viven cuatro millones de personas, todas ellas de raza negra. A partir de la década de los 50 se produjo una auténtico hacinamiento de la mayoría negra de Johannesburgo. Los sucesos se repetían, pero es en 1976 cuando el fenómeno del apartheid empieza a importar con los 575 muertos que se produjeron tras una manifestación pacífica. Fue el germen que explotó en 1994, con el triunfo de Mandela en las elecciones y que derivó en el fin de la discriminación racial. Hoy en día, Soweto sigue siendo el epicentro de todos los movimientos políticos, sociales y culturales.
 
La duda es saber si el Mundial servirá para terminar con todas las barreras que continúan existiendo. Soccer City seguirá existiendo, como lo hacen las chabolas de alrededor. ¿Servirá para algo?

España se juega el Mundial en Johannesburgo, en el mítico Ellis Park, el mismo estadio que vio el triunfo de Sudáfrica en el Mundial de rugby y que sirvió de puente a la integración definitiva entre blancos y negros. Contrariamente a lo que se piensa, no es la capital de Sudáfrica, pero sí la ciudad más grande y con más habitantes del país con 8 millones de personas esparcidas entre los innumerables suburbios que hay.

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