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La Liga en la que Zidane supo calmar el hambre del caníbal Cristiano
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LA victoria contra el málaga decidió el campeón

La Liga en la que Zidane supo calmar el hambre del caníbal Cristiano

Para llegar a su trigésimo tercer título, el técnico tuvo que hacer ver a su estrella que todo sería mejor si él descansaba con más frecuencia. Él ha respondido como siempre, con una lluvia de goles

Foto: El Real Madrid celebra su victoria. (Reuters)
El Real Madrid celebra su victoria. (Reuters)

Lo dijo Zidane el 20 de agosto, encendiendo así la antorcha de lo que estaba por venir: "El objetivo principal es la Liga". El Real Madrid es un club deslumbrado por la Champions League, todo parece empezar y acabar en esa competición, pero esta temporada el presupuesto era diferente. La Copa de Europa bien, pero sobre todo había que centrarse en casa. No se podía resistir más el enojo de fallar siempre en un título que, por derecho, también consideran suyo. El escarnio de ver ganar al Barcelona cada año tenía que acabarse. Pasar cinco temporadas seguidas sin conseguir el campeonato nacional es demasiado para un club que siempre aspira al cielo.

La idea futbolística no era muy diferente a la de siempre. El Real Madrid tiene las coordenadas marcadas de nacimiento, es un club de presupuesto disparado, con una plantilla fortísima en todas las posiciones y la obligación de ganar hasta en los amistosos. En el verano, más que fichajes llegaron retoques: Morata y Asensio. La base tenía que ser el equipo que había ganado la undécima en la Champions. Buenas cartas, desde Sergio Ramos a Modric, Kroos, Marcelo o Benzema. Por equipo no iba a ser. El Real Madrid nunca podrá glosar una historia como la del Leicester, pero tampoco parece importar a su aficionado. La narración es la excelencia, no la superación.

El entrenador, Zidane, con toda su calma. Es un caso paradójico el del francés, porque entró en el puesto sin ningún nombre en el panorama de los banquillos. Solo había entrenado al Castilla, el filial blanco, y tampoco con mucho éxito. Era una incógnita, aunque eso tampoco era novedad en el club, en realidad cualquier nuevo entrenador que afronte el reto tiene que probarse, porque una cosa es dirigir un club de élite y otra distinta al Real Madrid, una institución diferente al resto cuya absoluta seguridad en sí misma la convierte en un artefacto extraño en el panorama futbolístico.

El francés tenía, eso sí, dos rasgos que le hacían una buena opción. La primera, la evidente y el motivo fundamental por el que se le dio el puesto, es que era una leyenda como jugador. Él fue quien marcó en Glasgow uno de los grandes goles de la historia del club y quien, cuando vestía de blanco, justificaba el pago de cualquier entrada con sus controles de balón. Solo con eso, y con su especial relación con Florentino Pérez, ya hubiese valido, pero había algo más que le favorecía, su extrema calma. Nadie mejor que él iba a saber cómo tratar a las estrellas del Real Madrid. Al fin y al cabo, él fue la más brillante en su tiempo.

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Esta capacidad para comprender y dirigir jugadores de postín era clave, más aún cuando entre sus misiones iba a estar ganar una Liga. Motivar a jugadores que ganan millonadas para una semifinal de Champions League es tarea fácil, pero conseguir que cada fin de semana estén atentos y en su mejor nivel no lo es tanto. Entraba en escena, además, la necesidad de convencer a Cristiano Ronaldo de que afrontando la vida de otra manera el fútbol le podía dar más alegrías.

La conversión de Cristiano

Cristiano Ronaldo es, por supuesto, la pieza central para entender el título de Liga. En realidad, todo campeonato conseguido por un equipo en el que él ha estado presente pasa inevitablemente por su genio, porque él es ese tipo de jugadores que trascienden a su época y sin los que es imposible explicar el éxito o el fracaso de un conjunto. Las derrotas del Madrid fueron las de Cristiano, las alegrías siempre fueron por Cristiano.

Es uno de los jugadores más relevantes de la historia del Real Madrid, y eso es mucho decir cuando se habla de un club nombrado por la FIFA el mejor del siglo XX. No es descabellado colocarle en el peldaño que está inmediatamente por debajo de Alfredo Di Stéfano. Nunca podrá ser tanto como el argentino, no tanto por el fútbol como por las circunstancias. Di Stéfano es el padre, es quien descorchó la botella y del que brotaron los demás. La leyenda del equipo invencible surgió de sus botas y el resto son continuadores de su obra, mejores o peores, pero en todo caso incapaces de igualar lo que supone ser el patriarca.

Cristiano cumplió 32 años en febrero, ya no es un niño. Su físico siempre fue una de las partes centrales de su fútbol, y eso era un problema porque, además, en el verano sufrió una de las lesiones más importantes de su historial deportivo. Un esguince de tobillo que le impidió terminar la final de la Eurocopa —como el Cid, salió victorioso sin estar presente— y hacer una pretemporada normal con su equipo. Los problemas físicos son siempre un engorro pero, en contadas ocasiones, sirven para replantearse las cosas y ayudan a mejorar los planes en el futuro.

La lesión dio a Zidane una excusa para plantear a su pupilo una nueva manera de afrontar su carrera. Con Cristiano es complicado. No es un futbolista, es casi un caníbal, siempre ansioso, con ganas de más. Un apetito futbolístico inconmensurable que el francés pensaba en detener. Porque tan cierto es que nunca le falta un esfuerzo como que en los años anteriores llegaba a mayo con las piernas fatigadas y el aliento escaso. Y aquello terminaba convirtiéndose más en un problema que en una solución.

Zidane ha recortado los minutos de Cristiano en este campeonato, aunque a pesar de todo ha terminado siendo el segundo jugador que más ha participado en esta temporada. La idea era racionalizar la carga de trabajo, no suprimirla porque, esto nunca debe olvidarse, Cristiano es la estrella, el mejor jugador. Ambos lo hablaron, pues el luso tiene el estatus suficiente para ser consultado en las decisiones importantes, y creyeron que la mejor solución era que de vez en cuando se quedase en la grada.

Hoy Cristiano lo agradece, algo muy sorprendente si se piensa en lo que decía el jugador en los años anteriores. Ha pasado de asegurar que él no necesita descansar a valorar esos partidos que veía desde el palco de jugadores. Se ha dado cuenta de que la mejor solución pasaba por vestirse de calle algunos domingos. "Me he guardado un poco más este año para estar en la fase final, que es donde se decide todo. Estoy ayudando al equipo con goles", explicaba después de un partido reciente de Champions. Esto, tan evidente para algunos, siempre fue un dolor de muelas para él mismo. Ahora parece haber comprendido.

Bien es cierto que la ausencia de Cristiano en algunos partidos no hubiese sido posible de no haberse encontrado el Real Madrid una de las mejores plantillas de su historia. Isco, Asensio, Morata, Lucas o Kovacic han ido cubriendo con nota los huecos que iban dejando el descanso o las lesiones de los titulares. Si el club blanco ha ganado esta Liga y puede convertir este curso en el mejor de su historia, es por esa capacidad para tener enchufado y brillando a la segunda unidad.

Peor juego, el mismo gol

La lesión de la Eurocopa también tuvo otras consecuencias para Cristiano, estas sobrevenidas y no decididas. Hoy es un peor futbolista, menos rápido, con la capacidad de regate limitada. Ya no es capaz de coger la banda y realizar jugadas espectaculares, ha perdido un poco de la energía que tuvo en el pasado. Aceptando eso, que probablemente no volverá, porque los años no perdonan, el equipo se reconfiguró para que siguiese siendo indispensable. Y el arma para conseguir eso no podía ser otra que el gol.

Cristiano es, quizás, el segundo mejor jugador de la historia blanca. También es, probablemente, el mejor rematador nunca visto en el Bernabéu. Esto, en una lista que cuenta con gente como Puskas, Hugo Sánchez o Ronaldo, es hablar de una leyenda casi imposible. Técnicamente, Benzema es el delantero centro del equipo, pero en el fútbol de hoy en día eso no deja de ser teoría de pizarra. Cristiano ha recordado esta temporada que él y solo él es el ariete: 25 goles en Liga, 39 lleva en toda la temporada. Fuera de este campeonato, también él ha metido al equipo en la final de Cardiff. Ocho goles entre cuartos de final y semifinales de Champions, una racha histórica que le acerca a otro de sus objetivos cotidianos, el Balón de Oro.

Son muchos los partidos en los que, jugando mal, casi desesperando a la grada, terminaba por marcar uno o dos goles y resolver la papeleta. Y eso es lo que le hace diferente al resto, el 'primus inter pares' de la plantilla blanca. Ramos, Marcelo, Kroos, Modric, Benzema, Isco, Casemiro, Bale... se pueden poner tantos nombres como jugadores del Real Madrid, todos ellos son internacionales, estrellas por derecho propio. Pero solo uno es Cristiano Ronaldo, el más desequilibrante y provechoso, uno de los fichajes clave de la historia del club y, sin duda, la cara de la última década del Real Madrid.

Tan importante es Cristiano para este club que el resto de la plantilla parece haberle emulado en buena parte de la temporada. El equipo ha demostrado, por encima de todas las cosas, una enorme capacidad de resistencia. Muchos partidos contra rivales pequeños se complicaban, parecían encaminados al desastre porque el equipo no carburaba. Sin embargo, y con una manera de reaccionar digna de un campeón, siempre encontraban los argumentos suficientes para sacarlos adelante. El Betis, el Sporting o el Deportivo saben bien cuál es el proceso de tener al Madrid contra las cuerdas y terminar rindiéndose ante un ataque de genio.

El Real Madrid ha conseguido el objetivo prioritario, la trigésimo tercera Liga. Zidane puede sacar pecho por sus decisiones, contar que ha devuelto al club a la senda de la que nunca debe alejarse. Dentro de solo dos semanas aspira a que el discurso sea incluso más redondo, porque la final de Champions espera. Si consigue dos seguidas, habrá logrado lo que nadie antes hizo en el continente. Puede ser un novato, pero las condecoraciones se acumulan en su pechera. Y las casualidades no combinan bien con el fútbol.

Lo dijo Zidane el 20 de agosto, encendiendo así la antorcha de lo que estaba por venir: "El objetivo principal es la Liga". El Real Madrid es un club deslumbrado por la Champions League, todo parece empezar y acabar en esa competición, pero esta temporada el presupuesto era diferente. La Copa de Europa bien, pero sobre todo había que centrarse en casa. No se podía resistir más el enojo de fallar siempre en un título que, por derecho, también consideran suyo. El escarnio de ver ganar al Barcelona cada año tenía que acabarse. Pasar cinco temporadas seguidas sin conseguir el campeonato nacional es demasiado para un club que siempre aspira al cielo.

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