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El último favor de Míchel a su entrañable amigo Luis Enrique
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dos décadas de buena relación

El último favor de Míchel a su entrañable amigo Luis Enrique

Cuando con 20 años Luis Enrique llegó a Madrid, al Real Madrid, Míchel le acogió con los brazos abiertos, le guió, le ‘adoptó’ y consiguió que se adaptara a su nueva vida

Foto: En la imagen, Míchel durante un entrenamiento del Málaga. (EFE)
En la imagen, Míchel durante un entrenamiento del Málaga. (EFE)

Cuando Luis Enrique, con 20 años, llegó a Madrid, al Real Madrid, procedente del Sporting, hubo alguien que le acogió con los brazos abiertos, le guió, le ‘adoptó’ y consiguió que se adaptara de una manera más agradable a la ciudad y al club: fue Míchel. Madridista de pura cepa, de las categorías inferiores y los campos de tierra de la antigua Ciudad Deportiva al primer equipo, donde era una de las estrellas, de los pesos pesados del vestuario y siete años mayor que el asturiano, Míchel acogió y forjó una relación con Luis Enrique que a día de hoy aún perdura. El destino ha querido que sea él, quien le hizo el primer favor a Luis Enrique cuando se marchó de su casa, de Gijón, quien pueda volver a hacerle el último, justo este domingo, cuando se despide del Camp Nou, al que considera como su segundo hogar.

Hace una semana el jefe de prensa del Málaga le dijo a Míchel que tenía 43 peticiones de entrevistas y el entrenador zanjó por la vía rápida: “No voy a conceder ninguna. Hablaré solo en la rueda de prensa el día antes del partido”. Este sábado tomó la palabra: “Me alejo de cualquier tipo de protagonismo porque entiendo muy bien como funciona todo esto. No formamos parte de ningún juicio y tampoco somos culpables o inocentes. Yo ya no juego y mi protagonismo se limita a ser entrenador del Málaga”. A finales de abril, cuando ya parecía evidente que la Liga se iba a decidir en las últimas jornadas tras la victoria del Barça en el Clásico, Míchel soltó en 'Onda Cero': “¿Que me voy a ver como Valdano en Tenerife? Yo soy mucho más madridista que él”, una frase en una charla larga que, por supuesto, abrió como titular al día siguiente en todos los medios.

Salió entonces el presidente del Málaga, el jeque Abdullah Al-Thani en su cuenta de Twitter: “La escoria de Cataluña no olerá la Liga tras sus mentiras sobre Míchel”. El exabrupto, el insulto, la metedura de pata de Al-Thani fue de tal envergadura que el entrenador no quiso dejar que la bola se hiciera aún más grande y en declaraciones a 'Radio Marca' se explicó así de clarito: “He hablado del tema y lo han cortado como han querido. Cualquiera que escuche la charla o me escuche en la radio es imposible que deduzca que me voy a dejar ganar, que quiero que gane otro. Es imposible que yo me deje ganar. Primero, es no conocerme. Tengo amigos del Barça, Atleti y Madrid. Si no concedes entrevistas eres un borde; si las concedes, cortan y pegan. Hay sensatos y tontos en todos los clubes, pero nadie puede sospechar nada de mis palabras. Mi interés está en el Málaga. Todo es desconocimiento, más que maldad. Hace tanto daño un tonto... No voy a decir un hijo de puta”.

De la profesionalidad del técnico nadie duda. Y aunque sea más madridista que La Cibeles, ahora es entrenador del Málaga y quiere ganar. “Yo le tuve como entrenador en el Sevilla y cualquiera que le conozca sabe que no deja ganar ni a su mujer ni a sus hijos en casa”, apuntó Rakitic, mucho más expresivo que el taciturno Luis Enrique, incapaz de salir en ocasiones de su propio laberinto mental viendo enemigos por todas partes en la sala de prensa y que se limitó a decir en medio de todo el barullo: “¿Confiar en el Málaga? Si mi abuela tuviera ruedas sería una bicicleta”. Este sábado tampoco hizo un gran esfuerzo: “Me fío por completo de la profesionalidad de todos los jugadores y de todos los entrenadores. Dejad que cada uno haga su trabajo”. Su amigo Míchel, que le conoce tan bien, que le tuvo viviendo en su casa y ha seguido hasta ahora teniendo contacto con él, seguramente ya se esperaba algo así.

Esta temporada se han ido enviando mensajes por whatsapp de vez en cuando, pero en estos últimos días se conocen tanto el uno al otro que han evitado decirse nada. Cada uno a lo suyo, ya habrá tiempo de hablar cuando todo pase. Ellos, que vivieron juntos con el Real Madrid los dos desastres de Tenerife, se centran ahora en sus respectivos partidos, alejándose de todo lo que no tenga que ver con la pelota. Los que conocen a Míchel saben también que ésta no era la semana para hacerle bromas, no está el horno para bollos.

En 1996 los dos dijeron adiós al Real Madrid. El asturiano después de cinco temporadas, el madrileño después de haber debutado en el primer equipo en 1982 y tras disputar 404 partidos de Liga; del último salió del Santiago Bernabéu llorando como un niño. Los dos habían sido apartados por Valdano en su último año. El primero se marchó al Barça y renegó desde entonces de su pasado blanco. Míchel se fue al Atlético Celaya, donde se retiró y jamás ha dejado de sentirse madridista por los cuatro costados.

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La vida, el destino, siempre tiene giros inesperados y esta tarde desde el Camp Nou y La Rosaleda, ambos tratarán de impedir que el equipo de Zidane se proclame campeón haciendo lo que deben: su trabajo. Y si el Barça gana y también el Málaga, Míchel le hará el último favor a su colega en su último día en el banquillo del Camp Nou. Ni el guionista con la mente más enrevesada habría ideado un final así, con tantos ingredientes mezclados; dos amigos, el pasado y los fantasmas de Tenerife, pero es lo que hay. Y a partir de mañana, Míchel y Luis Enrique volverán a hablarse y a retomar una relación que han mantenido durante más de dos décadas.

Cuando Luis Enrique, con 20 años, llegó a Madrid, al Real Madrid, procedente del Sporting, hubo alguien que le acogió con los brazos abiertos, le guió, le ‘adoptó’ y consiguió que se adaptara de una manera más agradable a la ciudad y al club: fue Míchel. Madridista de pura cepa, de las categorías inferiores y los campos de tierra de la antigua Ciudad Deportiva al primer equipo, donde era una de las estrellas, de los pesos pesados del vestuario y siete años mayor que el asturiano, Míchel acogió y forjó una relación con Luis Enrique que a día de hoy aún perdura. El destino ha querido que sea él, quien le hizo el primer favor a Luis Enrique cuando se marchó de su casa, de Gijón, quien pueda volver a hacerle el último, justo este domingo, cuando se despide del Camp Nou, al que considera como su segundo hogar.

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