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Toni Kroos, la piedra filosofal de Zidane que camina entre el artista y el obrero
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lleva 3.900 minutos esta temporada

Toni Kroos, la piedra filosofal de Zidane que camina entre el artista y el obrero

El centrocampista alemán es el futbolista que más minutos disputa en el Real Madrid. Su manera de entender el juego ha ayudado a que la medular blanca esté entre las mejores de Europa

Foto: Toni Kroos celebra su tanto contra el Sevilla. (Reuters)
Toni Kroos celebra su tanto contra el Sevilla. (Reuters)

Benzema cogió el balón, hizo enloquecer a tres defensas -aún hoy se les puede ver en el Calderón intentando reconstruir el crimen como McNulty y 'Bunk' en The Wire- le entregó el balón a Toni Kroos, que tiró con todas sus fuerzas y, tras la enésima parada de Oblak en la eliminatoria, Isco remató para poner al Real Madrid en las semifinales de la Champions League. Era, con casi total seguridad, el gol más importante del año. Pues bien, el mediocampista alemán, correa de conducción después de la obra de arte de Benzema, no pareció inmutarse. Levantó los brazos y a otra historia, a seguir jugando al fútbol, que de eso se trata. Ni abrazos ni caricias, pura eficacia.

La celebración del gol de Kroos no es más que la representación gráfica de su fútbol, siempre sobrio y equilibrado. Tampoco nadie se puede engañar, el Real Madrid puede tener otros jugadores con más nombre, pero el equipo empieza siempre por él. Es el futbolista que más minutos ha disputado esta temporada (3.901, por el momento), la guía por la que Zidane comienza a articular el conjunto y una de las claves para entender un equipo que aún puede ganar la Champions y la Liga Santander.

Porque el Real Madrid ha conseguido ser lo que casi todos anhelan: un equipo de mediocampistas. Se han pasado una década en la casa blanca soñando entre bastidores con emular al gran Barcelona, ser un equipo que controla los partidos y genera fútbol desde atrás. No han llegado a las máximas cotas de aquel equipo, pero sin duda han conseguido que la medular de esta temporada sea la mejor en muchos años, una línea que estabiliza al equipo y, sobre todo, que genera fútbol a raudales. Es, probablemente la mejor del fútbol europeo.

Son Kroos, Modric y Casemiro, tres jugadores que han logrado hacer lo que en tiempos parecía imposible. Curiosamente el que menos comentarios recibe de los tres es el alemán, y eso que es el que más juega y su labor es, sin duda, clave para explicar a su equipo. Es cierto, Modric es más brillante, tiene esos arranques de fútbol imposible que le convierten en uno de los mejores jugadores del planeta. y Casemiro tiene una legión de admiradores, especialmente en ese reducto de aficionados que valoran las carreras y los pulmones como cuadros de Rembrandt.

Kroos, entre el artista y el obrero

Entre el artista y el obrero tiene su reino Toni Kroos. 27 años cumplió hace unas semanas, lo que representa la edad plena para un futbolista. Lleva años ya en la élite y demuestra en cada partido su capacidad para entender este deporte. No se da las carreras más aceleradas, quizá porque no lo necesita, él empieza su juego en una perfecta colocación, el balón siempre aparece cerca de su puesto, lo que le lleva a tocarlo más que nadie.

Cuando pasa por sus pies no hay fallo posible. No es muy dado a esos pases de 50 metros de otros grandes en la posición, como Xabi Alonso, pero tampoco lo necesita para mover el equipo. Tiene la virtud de los buenos organizadores, que no es tanto ser rápido como pensar rápido. El coge el balón, valora sus opciones y lo despacha sin receta, como si regentase una farmacia. Es un maestro del juego corto, de encontrar a Modric o a Marcelo, que siempre aparece por el carril izquierdo desbocado para cruzar una nueva línea de presión. Si Isco se encuentra en el campo también lo utiliza con inteligencia.

La centralita del Madrid

También es brillante cuando el equipo está en apuros. Son muchas las veces de esta temporada en las que el Real Madrid se ha visto acorralado y la solución ha sido, habitualmente, la misma. El alemán reculaba unos metros y se dedicaba a sacar la bola desde atrás, siempre con criterio, ayudando al equipo en sus horas bajas. Sigue apareciendo de vez en cuando en el último tercio del campo, pero ya no tiene tanta llegada como cuando llegó del Bayern de Múnich en el año 2014. Que Modric pueda brillar se entiende mucho mejor desde Kroos, que le descarga de funciones de sacar el balón y le permite desplegar su fútbol unos metros más arriba.

Son ya tres temporadas en el Real Madrid y a nadie sorprendería que fuesen muchas más, tantas como para terminar siendo un histórico del club. En Múnich, como pasa en Barcelona con Thiago, no terminan de comprender que un jugador de ese calibre se marchase del club cuando aún le quedaban tantos años de fútbol por delante. A los grandes equipos, se supone, no les pasan esas cosas.

Se fue al llegar Guardiola, pero son dos sucesos no relacionados. Cuando el técnico catalán llegó la decisión estaba tomada. La prueba de ello es que el pasado verano, al fichar por el Manchester City, se planteó la opción de ficharle. Las cosas hubiesen sido muy diferentes en los 'citizens' si en lugar de Fernando o Fernandinho, mediocampistas muy limitados, hubiese estado Kroos de catalizador.

El Madrid maniobró rápido, un club como en de Concha Espina no se plantea la opción de dejar ir a un jugador que da tanto y tiene esa edad. Le renovó y se quitó de ese problema, porque refundar un mediocampo es de las más difíciles tareas que puede tener una dirección deportiva. Además, entre las claves de Kroos está una resistencia descomunal. Físicamente engaña, parece un jugador normal, pero realmente es un prodigio de pulmones, con una capacidad atípica para mantenerse siempre en el campo porque, además, es inteligente para no necesitar hacer faltas.

Tiene 27 aaños y ya es campeón del mundo y dos veces campeón de Europa de clubes. Aspira a una tercera el 3 de junio. En ningún caso su presencia ha sido residual, todo lo contrario. Toni Kroos es uno de esos jugadores sobre los que se construyen los grandes equipo. Lo fue su Bayern, lo es Alemania, también lo es el Real Madrid. Puede no dar los instantes de pasión de Isco, o tiene menos magia que Modric, pero al final de la temporada sus mil aportaciones de cada partido terminan siendo esenciales para conseguir el objetivo. Este año esa meta era la Liga, un trofeo que de algún modo necesita más que ninguno porque, desde que llegó, no ha conseguido aún un título nacional.

Benzema cogió el balón, hizo enloquecer a tres defensas -aún hoy se les puede ver en el Calderón intentando reconstruir el crimen como McNulty y 'Bunk' en The Wire- le entregó el balón a Toni Kroos, que tiró con todas sus fuerzas y, tras la enésima parada de Oblak en la eliminatoria, Isco remató para poner al Real Madrid en las semifinales de la Champions League. Era, con casi total seguridad, el gol más importante del año. Pues bien, el mediocampista alemán, correa de conducción después de la obra de arte de Benzema, no pareció inmutarse. Levantó los brazos y a otra historia, a seguir jugando al fútbol, que de eso se trata. Ni abrazos ni caricias, pura eficacia.

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