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El Barcelona cierra el círculo que abrió en el Bernabéu el 'equipo sin patria'
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El Saarbrucken firmó el primer 0-4 en Chamartín

El Barcelona cierra el círculo que abrió en el Bernabéu el 'equipo sin patria'

Pahiño fue el último superviviente de aquel once madridista que padeció en sus carnes la primera gran exhibición a la que asistió la afición merengue en su nuevo coliseo

Foto: Kurt Clemens estrecha su mano con Miguel Muñoz
Kurt Clemens estrecha su mano con Miguel Muñoz

El baño con mayúsculas que el Barça pegó a los de Benítez el pasado sábado en el Bernabéu desempolvó del libro de la historia blanca el mayor repaso que, según los más viejos del lugar, había recibido hasta ahora el Real Madrid en el coliseo de Concha Espina. "Recuerdo el día que debutaron Roque Olsen e Imbelloni, pero poco más. Supongo que si nos metieron cuatro es como para no acordarse de nada más. En esa época había equipos alemanes muy buenos, como demuestra el hecho de que le ganaron el Mundial de Suiza a los húngaros, que era una selección maravillosa con Puskas, Czibor, Hidegkuti o Kocsis".

El engrasado 'disco duro' de Manuel Fernández Fernández, el mítico Pahiño (Vigo, 1923-Madrid, 2012), no alcanzaba para sacar del arcón de su privilegiada memoria el menor retazo de la histórica visita que, hace ahora 64 años, realizó el 1FC Saarbrucken al Santiago Bernabéu. De hecho, Pahiño fue el último superviviente de aquel once madridista que padeció en sus carnes la primera gran exhibición a la que asistió la afición merengue en su nuevo coliseo (Chamartín, como se le denominaba entonces, había sido inaugurado 3 años antes).

"El Saarbrucken es tan bueno que, a pesar de que ganó por 0-4 al Madrid y siempre disgusta que pierda un equipo español frente a otro de fuera, el público salió satisfechísimo del campo, pues presenció una exhibición de fútbol tan perfecta como hace muchísimo tiempo no habíamos tenido ocasión de admirar en nuestros campos". El inicio de la crónica del 'Marca' de aquel 22 de febrero de 1951 descubrió al público español la existencia de una fantástica escuadra que, más de seis décadas después de su colosal puesta de largo mundial, constituye todavía uno de los grandes enigmas del deporte rey. La escuadra orgullo de la región del Sarre (o Saarland), convertida en un protectorado independiente ocupado por tropas francesas a la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, fue víctima del mapa político que dibujó las fronteras tras la derrota de la Alemania nazi. Así, el último campeón del Tercer Reich se convirtió en una especie de proscrito futbolístico condenado a vagar por el viejo continente en busca de rivales decentes que echarse a la boca contra los que poder mostrar su impresionante potencial.

La animadversión de sus vecinos galos, opuestos durante más de una década al retorno del Sarre al redil alemán, se tomó un respiro en 1948 al permitirles ingresar en la Segunda división en calidad de invitados, aunque con su nombre afrancesado (Sarrebruck). No se arredró el conjunto alemán en suelo hostil, conquistando con insultante autoridad el campeonato firmando goleadas espectaculares como el 10-1 al Rouen o un 9-0 al Valenciennes. Su fútbol eléctrico y de un altísimo nivel técnico se había ganado el respeto y la admiración del mismísimo Jules Rimet, pero el aval del presidente de la FIFA y de la Federación Francesa no bastó para que los equipos de Primera le abrieran las puertas de la Ligue 1.

Las heridas de la guerra seguían latentes y los clubes de Alsacia y Lorena (forzados a disputar la Gauliga en tiempos de la ocupación nazi) se negaron rotundamente a admitir al Saarbrucken argumentando que "los ciudadanos del Sarre nunca serán franceses". Su decisión forzó la dimisión del propio Rimet al frente del fútbol de su país.

Precursor de la Copa de Europa

Repudiado por Francia y con un nivel demasiado alto para la humilde Ehrenliga sarrense creada por la Federación local dos años atrás, el Saarbrucken tiró de ingenio para subsistir y en 1950 se inventó la llamada 'Copa Internacional del Sarre' -Internationaler Saarlandpokal-, una competición oficiosa que, dotada con dos millones de francos para el ganador, atrajo a 15 equipos de primer nivel de Austria, Dinamarca, Suecia, Yugoslavia, Suiza y Francia, amén de varios clubes de Santiago de Chile, convirtiéndose en una suerte de precedente de la Copa de Europa.

Los Clemens, Binkert, Strempel o Prieur abrieron el torneo arrollando por 4-0 al Rennes, preludio de un carrusel de exhibiciones que les permitió adjudicarse la primera y única edición de la Copa, ya que en el verano de 1951 serían admitidos por Alemania en sus torneos nacionales. Su fama se disparó y también las propuestas de toda Europa para ver en directo su fútbol de seda. Célebre fue su recital en Anfield (mayo 1950), donde se impuso por 1-4 con 'hat-trick' incluido de su ariete Herbert Binkert, quien llegó a catalogar al Saarbrucken como "el mejor ministro de exteriores del Sarre". Después llegarían sus sonados triunfos sobre una selección catalana integrada por jugadores del Barça y Espanyol, y el histórico correctivo sobre el Madrid en Chamartín.

La UEFA no olvidaría la contribución del Saarbrucken a la consolidación de los duelos entre equipos del continente y cursó una invitación al campeón sarrense para disputar la primera edición de la Copa de Europa, pese a acabar tercero en la Oberliga Sudwest germana. El escenario de su debut estuvo a la altura de su bien ganada fama: San Siro. Allí escribiría el Saarbrucken el epílogo de su particular cuento de hadas superando a todo un Milan (que contaba en sus filas con Nordahl, Liedholm y Schiaffino) por 3-4, después de ir perdiendo por 3-1. En la vuelta, los lombardos se tomarían cumplida revancha imponiéndose por 1-4, logrando el pase a la siguiente ronda.

El rechazo masivo del llamado 'Estatuto del Sarre' ese mismo año (1955) haría posible la anexión de la región a la RFA (a partir del 1 de enero de 1957). Dicho referéndum fue, paradójicamente, el canto del cisne de un Saarbrucken que empezó a perder a sus mejores efectivos ante la negativa de sus dirigentes a profesionalizarse. Y Europa se olvidó para siempre del equipo sin patria, actualmente luchando por sobrevivir en la Tercera Bundesliga.

El baño con mayúsculas que el Barça pegó a los de Benítez el pasado sábado en el Bernabéu desempolvó del libro de la historia blanca el mayor repaso que, según los más viejos del lugar, había recibido hasta ahora el Real Madrid en el coliseo de Concha Espina. "Recuerdo el día que debutaron Roque Olsen e Imbelloni, pero poco más. Supongo que si nos metieron cuatro es como para no acordarse de nada más. En esa época había equipos alemanes muy buenos, como demuestra el hecho de que le ganaron el Mundial de Suiza a los húngaros, que era una selección maravillosa con Puskas, Czibor, Hidegkuti o Kocsis".

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