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Griezmann se convierte en intocable para calentar el duelo Torres-Mandzukic
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gran estado de forma del francés

Griezmann se convierte en intocable para calentar el duelo Torres-Mandzukic

Anotó otro doblete contra el Rayo para confirmar (aún más) su titularidad ante el Barcelona, por la que se pelean Fernando Torres y Mario Mandzukic

Foto: Griezmann celebra uno de sus goles al Rayo (EFE).
Griezmann celebra uno de sus goles al Rayo (EFE).

El día de la presentación de Torres había miles y miles de atléticos contentos. Algunos rozaban la euforia y la contenían. A otros, sin embargo, les desbordaba la felicidad de volver a ver vestido de rojiblanco al gran ídolo del siglo XXI del Atlético. Dentro de la dicha rojiblanca, completa a simple vista, inevitablemente debía haber algún miembro en su solitario agujero terriblemente entristecido por la noticia. Mario Mandzukic se imaginaba que tal cosa podía suceder, porque la vuelta del hijo pródigo no era una sorpresa, sino algo que había estado cocinándose a fuego lento durante meses. Pero el conocimiento de este hecho no reducía la preocupación creciente. Era la estrella, y de repente venía alguien que le iba a hacer sombra, mucha sombra.

No había dudas de que Fernando venía para jugar ahí, en la punta. Tuvo precio de estrella, pero no confianza suficiente para ser el 9 indiscutible del Chelsea, y Di Matteo, Benítez y Mourinho siempre prefirieron a otros por delante del Niño para ser la referencia. Pero en el Atleti tiene todo el caché y el crédito necesario para asentarse en ese lugar privilegiado y encumbrado hasta los mayores altares en los últimos años. Es una gran responsabilidad, pero Torres volvió a casa para eso.

En la plantilla del Cholo había dos puntas, dos delanteros centro natos: Mandzukic y Jiménez. Es decir, que a los únicos que, en principio, les afecta la llegada de Torres es a ellos dos. No a Griezmann, ni a Raúl, ni a Arda… Bueno, a Cerci le afectaba, pero de otra manera bastante diferente. Habrá algún día en el que Torres juegue en un sitio que no sea la referencia ofensiva. Si lo ha hecho en otros equipos lo puede hacer en el Atleti, pero no está ahí para eso. Para arropar al 9 están esos jugadores que he mencionado: Griezmann, Raúl, Arda. Incluso Cani.

Sin la presión de tener que competir con Torres, ni con Mandzukic, Griezmann está siendo feliz. Decían que estaba muy hecho a San Sebastián, que le iba a costar adaptarse a Madrid y a un club grande como el Atlético. Y en cierta manera así fue en los primeros días, semanas a lo sumo. Después de esa etapa de aprendizaje de estudio concienzudo del manual cholista, Antoine es otro jugador que poco tiene que ver con ese jugador inmaduro que se había trasladado a la capital de España. Ni rastro hay de él, si es que alguna vez estuvo.

Griezmann metió dos goles al Rayo Vallecano y si la madera hubiera querido, habría metido tres. Se quedó a unos escasos centímetros de repetir lo que hizo en San Mamés (el hattrick que más habrá disfrutado en su vida, sin duda). El meter goles es algo que se le da especialmente bien, pues lleva haciéndolo buena parte de su vida. De ahí a adaptarse a lo que quiere Simeone hay un trecho. Marcar goles es una parte de la teoría del Cholo, fundamental e irremplazable, pero una parte al fin y al cabo.

El Cholo quiere presionar al portador del balón como si éste llevase el último mendrugo de pan del pueblo. Quiere mantener la posición como si se tratase de la cerradura de la caja de Pandora. Exige disciplina, trabajo y sumisión a su idea, la cual por otra parte se ha demostrado vencedora. Alguno pensaría que Griezmann no iba a calar el fundamento del cholismo y que era un candidato a un potencial ostracismo, como el que le costó a Alessio Cerci marcharse a sufrir al Milan.

Ese niño al que no quisieron en Lyon y que vivió feliz en Donostia demuestra día tras día que no sólo sabe lo que se hace, sino que lo hace de maravilla. Bien es cierto y no conviene obviarlo que el Rayo le permitió hacer su trabajo con mayor sencillez. Pero lo que no tiene nada que ver con el Rayo es el esfuerzo de Griezmann por ser el mejor del Atlético partido a partido. Esto, por extensión, y como pasaba con la presentación de Torres, alegra a todos. A todos menos a uno. Raúl García espera su momento, otra vez. Le llegará, porque éste no desespera nunca. Siempre vuelve.

El día de la presentación de Torres había miles y miles de atléticos contentos. Algunos rozaban la euforia y la contenían. A otros, sin embargo, les desbordaba la felicidad de volver a ver vestido de rojiblanco al gran ídolo del siglo XXI del Atlético. Dentro de la dicha rojiblanca, completa a simple vista, inevitablemente debía haber algún miembro en su solitario agujero terriblemente entristecido por la noticia. Mario Mandzukic se imaginaba que tal cosa podía suceder, porque la vuelta del hijo pródigo no era una sorpresa, sino algo que había estado cocinándose a fuego lento durante meses. Pero el conocimiento de este hecho no reducía la preocupación creciente. Era la estrella, y de repente venía alguien que le iba a hacer sombra, mucha sombra.

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