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El 'mimado' Raúl Jiménez firma la paz con un Calderón que es el feudo del Cholo
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EL Mexicano se estrenó con el atlético

El 'mimado' Raúl Jiménez firma la paz con un Calderón que es el feudo del Cholo

En una redonda noche ante el Sevilla, el delantero mexicano, muy cuestionado por la grada, marcó su primer gol mientras el Cholo fue aclamado por su gente

Foto: Godín celebra junto a Raúl Jiménez el estreno goleador del mexicano con el Atlético de Madrid.
Godín celebra junto a Raúl Jiménez el estreno goleador del mexicano con el Atlético de Madrid.

Corría el minuto 73 de partido cuando Simeone echó la vista al banquillo. En el descanso, Raúl García, salió para sustituir a Gabi. Más tarde, Griezmann salió para dar descanso y brindar una cerrada ovación a Saúl. Después de que Mandzukic, ataviado con una máscara que exacerbaba más si cabe su instinto asesino, se dejara la piel era la hora de Raúl Jiménez. Tras el desplante en forma de pitos que le brindó el Calderón después de su desafortunada actuación ante el Celta hace una semana, el delantero mexicano retornaba al lugar del crimen. Poco menos de 20 minutos bastaron para firmar un armisticio beneficioso para ambas partes en la victoria del Atlético de Madrid ante el Sevilla (4-0).

Primero, un balón combado al corazón del área que Griezmann trató de pinchar dentro del área provocó dio pie al penalti infantil de Diogo Figueiras. En medio de la ansiedad por marcar y liberarse de la soga que le asfixiaba cada noche al caer el sol, pidió ejecutar la pena máxima. No cayó esa breva. Raúl García, con el brazalete de capitán apretujándole el bíceps, hizo valer los trienios dentro del vestuario. El navarro no falló y en el interior del mexicano se despertó un sentimiento de decepción por la oportunidad perdida. Pero el sábado había sitio para todos. Con el tiempo reglamentario agonizando, Koke botaba una falta desde el costado derecho directamente al corazón del área. Allí, solo y aprovechando la eterna caraja de la zaga sevillista, estaba Raúl Jiménez para poner el corazón en el cabezazo que le permitió conseguir su primer gol como jugador rojiblanco.

Tras tirarse en plancha hizo el amago de resbalarse. La emoción pudo con él. A duras penas recobró la verticalidad. Entonces corrió despavorido hacia el lado izquierdo del campo. Un alarido acompañó la vibrante carrera mientras se agarraba el escudo de su zamarra con su zurda y Godín le señalaba como diciendo ‘sí, ha sido él, el mismo al que ustedes pitaron hace una semana’. Fue un grito de liberación, empachado de rabia, ansias y esperanza por demostrar que tiene hueco en este Atlético de Madrid campeón de Liga y subcampeón de Europa. Un aullido capaz de silenciar los impacientes silbidos y arrancar un ‘¡Jiménez, Jiménez’ de la tribuna. Antes del sábado, el que fuera jugador del América había disputado un total de 268 minutos repartidos en seis partidos. Además de una presencia residual en la Supercopa (30 minutos en dos partidos) participó en todos los compromisos ligueros de los rojiblancos menos en el desplazamiento del pasado miércoles a Almería. Y a la séptima fue la vencida.

"Sienta muy bien marcar el primer gol. Estoy muy contento de haber podido marcar mi primer gol. Jugar en el Vicente Calderón y marcar es una experiencia que nunca voy a olvidar. Todos los hemos celebrado por lo alto porque tanto los compañeros como el entrenador me han arropado y acogido muy bien", relataba exultante a la conclusión del choque. Jiménez sabe que pertenece a una estirpe que vive por y para el gol. Cuando éste no llega la ansiedad es el pan nuestro de cada día. Pero cuando la veda se abre todo son cantos de sirena."Para todos nosotros significa un gran aliciente para el miércoles (contra la Juventus), que sabemos que en casa no podemos dejar ir puntos. Es algo que quiero (debutar en Champions), hace unos meses estaba viendo esos partidos en la tele y ahora tengo esa oportunidad", expresaba con deseo. Piano, piano. No hay nada como poner las cosas en perspectiva y pensar que ni ayer era un tuercebotas ni después de la plancha ante el Sevilla será el hombre encargado de llevar al Atlético hacia la primera Champions de su historia.

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“Voy a matarme en cada entrenamiento y en cada partido para hacerme un hueco y contar con minutos”, declaraba. Para hacerlo, tocará luchar contra un Mario Mandzukic que es el primero en la lista de cara a ocupar la posición de ‘9’. Aunque ninguno de los dos hubieran sido sus preferencias a principio de verano, Simeone tira con lo que tiene intentando maximizar la competitividad de los suyos. El argentino ha mimado a sus hombres porque sabe que la clave del éxito está en formar un grupo compacto donde todos se sientan importantes. En el caso de Jiménez, tras el vilipendio salió en su defensa rogando por una paciencia que el mundo del fúbol sólo otorgan los goles. "Me gustó su partido. Aguantó muy bien de espaldas y tuvo situaciones de gol. Espero que la gente empiece a valorarlo y que tenga la misma paciencia que seguro voy a tener yo con él", dijo.

El 'Cholismo' como forma de vida

El Atlético fue un dolor de muelas insoportable para un Sevilla disminuido, tímido, sin gracia ni salero. Todo el fútbol que venía generando en los últimos tiempos acabó por concretarse y alcanzar la eficacia (cuatro goles en seis disparos entre los tres palos) exigida por todos. Un chorreo exuberante que nadie era capaz de detener. Además del banquete goleador, hubo un matiz que provocó que el Calderón estallase en llamas: Diego Pablo Simeone. Después del injustificable y chabacano cortocircuito sufrido en la vuelta de la Supercopa ante el Real Madrid, el entrenador rojiblanco volvía a ocupar su puesto en el banquillo. Se acabaron los palcos aislados y recónditos, los mamparas de cristal con huellas de desesperación derritiéndose. Al menos en Liga (el resto de la sanción la cumplirá en partidos de Supercopa). Un espectáculo donde se puede sentir la pasión de un hombre que respira fútbol por los cuatro costados.

El Calderón se transformó en un salón de actos donde los pitos mutaron en vítores, cánticos y arengas a los suyos desde el primer minuto. Simeone alternaba instrucciones y críticas constructivas con aspavientos que involucrasen al respetable. "Este es el ambiente que necesitamos todos los partidos en el Calderón. Se vibra de manera diferente y se palpa que somos un montón en la cancha, que afición y jugadores actuamos como un sólo bloque", resaltó en sala de prensa de negro impoluto. Y es que la grada recuperó una imagen que pareció quedar diluida por la falta de paciencia mostrada en el empate ante cosechado ante el Celta. "Es un acto espontáneo, que son los más valiosos de la vida, así lo creo yo", insistía mostrando sus respetos a la hinchada aquel día. Era como si quisiera ver en la relación con la grada una unión similar a la del comerciante y el cliente. Y claro, como todos saben, la soberanía reside en los últimos, que son los que en última instancia le dan de comer.

Llama la atención cómo cambia la perspectiva tras la balsámica machada ante un rival que a priori vendría a hacer tragar saliva al Atlético. Al final cogió el AVE destino Santa Justa con un saco de goles en la mochila y a Emery con rostro mustio repitiendo que “el Atlético ha gastado 100 millones en fichajes”. En el flanco colchonero, la pregunta para el Cholo se centró en las aspiraciones reales de su equipo y las diferencias de presupuesto respecto a los grandes sobre las que tanto le ha gustado hacer hincapié. "Estas diferencias se pueden mitigar a un sólo partido con ellos, pero en un campeonato tan largo es muy complicado superarles. Para ello hay que hacer las cosas casi perfectas, como lo hicimos el año pasado". Aunque siga incidiendo en su particular versión de la lucha entre David y Goliat, el Cholo sabe que puede mirar a los ojos a los dos grandes sin sonrojarse. Porque él es el fósforo, la mecha que prende a una afición, el asidero de esperanzas para seguir soñando con los ojos bien abiertos.

Corría el minuto 73 de partido cuando Simeone echó la vista al banquillo. En el descanso, Raúl García, salió para sustituir a Gabi. Más tarde, Griezmann salió para dar descanso y brindar una cerrada ovación a Saúl. Después de que Mandzukic, ataviado con una máscara que exacerbaba más si cabe su instinto asesino, se dejara la piel era la hora de Raúl Jiménez. Tras el desplante en forma de pitos que le brindó el Calderón después de su desafortunada actuación ante el Celta hace una semana, el delantero mexicano retornaba al lugar del crimen. Poco menos de 20 minutos bastaron para firmar un armisticio beneficioso para ambas partes en la victoria del Atlético de Madrid ante el Sevilla (4-0).

Diego Simeone
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