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Luis Enrique todavía espera al mejor Piqué para engancharlo a su tren ganador
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el central tendrá que ganarse el puesto

Luis Enrique todavía espera al mejor Piqué para engancharlo a su tren ganador

Sabe que, a excepción de Messi, el técnico asturiano sólo pondrá a los mejores. Su jerarquía está fuera de toda duda. Sólo falta sudar y volver a ser el mejor

Foto: Piqué celebra su gol ante el Apoel con el gesto de la victoria.
Piqué celebra su gol ante el Apoel con el gesto de la victoria.

Dentro del sistema de rotaciones que pretende ser una de las señas de identidad del equipo, el Barcelona encaró el encuentro ante el Levante con lo más parecido a su once de gala. Sólo se echaron en falta las figuras de Luis Suárez, que cuenta los días para estrenarse con su nuevo equipo en partido oficial, y Piqué. Pero, como ocurriera ante el Athletic, el pasado domingo no fue así. En medio del diluvio que encharcaba el Ciutat de Valencia, Piqué cogía sitio en el banquillo. Risueño como de costumbre, trataba de desviar la presión de los focos charlando distendidamente con Sergi Roberto y el resto de suplentes.

El partido discurrió sin sobresaltos y el Barcelona goleó a placer (0-5) a un Levante timorato y disminuido por la expulsión de Vyntra en el minuto 33. Con Mascherano y Mathieu como centrales, Piqué, con las piernas estiradas, lucía relajado en el banco. Incluso en un momento se le pudo ver chupar una piruleta. Una falta de tensión comprensible, pero que no deja de sorprender. El jugador debe estar preparado por si necesita acudir a la llamada del entrenador. Y eso fue lo que sucedió. Luis Enrique le reclamó para que calentara en la banda. Una llamada que cogió por sorpresa a un Piqué que comenzó a trotar en los márgenes del campo con los cordones de desabrochados. Al final, Luis Enrique optó por mantener invariable la zaga.

Un nuevo aviso para navegantes que pone en evidencia una de las premisas de la filosofía impuesta por Lucho: con la salvedad de un ente totémico llamado Leo Messi que deambula por encima del bien y del mal, lo primero es el equipo. Cierto que el miércoles Piqué jugó los 90 minutos ante el Apoel en la puesta de largo del equipo en Champions. Es más, un cabezazo suyo dio al Barcelona un sufrido triunfo (1-0) en un día espeso por parte de toda la plantilla. En total 225 minutos de 450 posibles. Ante el Elche cumplió un partido de sanción que arrastraba del pasado curso. Jugó todo en la escueta victoria en El Madrigal, en buena medida por la expulsión de Mascherano ante los ilicitanos. Sin embargo, ante el Athletic, vuelta a la nevera. Una ausencia que tiene miga.

El choque estaba previsto para las 16.00 horas del sábado 13. Piqué, gran aficionado al baloncesto, acudió al Palau Sant Jordi acompañado de Neymar y Alves (baja por lesión aquel día) para presenciar en directo la semifinal del Mundial de baloncesto que disputaron Estados Unidos y Lituania. Un hecho que, tal y como informó el programa ‘Tiempo de Juego’ de la cadena Cope, provocó el enfado de Luis Enrique quien no dudó en relegarle a la suplencia por primera vez en el curso. El motivo: violar el código interno del vestuario. Según éste, a menos de dos días de un compromiso el toque de queda se fija en las 23.00 horas. Poco importó que tanto Piqué como Neymar hubieran entrenado durante la semana como presumibles titulares. Caprichos del destino, Piqué saltó al césped tras el descanso después de que Mascherano sufriera un choque con Aduriz que le dejaba fuera de combate. En el minuto 63, con unas gafas como resultado, Luis Enrique levantó la ‘sanción’ a Neymar. El crack brasileño entró para sustituir a Munir y marcó dos goles en cinco minutos que solventaron el duelo por la vía rápida.

En la antesala del encuentro de esta noche ante un Málaga (22.00) con la motivación de ser el primer equipo en marcar un gol al Barça, Lucho quiso zanjar cualquier tipo de polémica en torno al jugador catalán. “Le veo con una actitud maravillosa. Es optimista, divertido, trabajador, me encanta su manera de ser. Tengo muy buena química con él y le veo muy bien, con ganas de ayudarnos y aún más ahora que ha dejado atrás sus problemas de cadera”, comentó disparando los rumores sobre una posible titularidad.

El jugador es consciente, tal y como reveló en un alarde de autocrítica al inicio de la pretemporada, de que su nivel en estos no le da para estar “ni entre los tres mejores centrales del mundo”. Además de sus problemas en la cadera, los números hablan de un Piqué desmejorado. En la temporada pasada, no llegó a jugar ni 50 partidos entre todas las competiciones. Un dato revelador, más aún cuando en los cinco años anteriores promedió 57 apariciones por curso. Es más, en la temporada 2009/2010, Piqué jugó un total de 66 partidos sumando los disputados con el club azulgrana y la Selección. Y el Barcelona se ha resentido en defensa encajando más goles que de costumbre. Aunque sus bromas no siempre sean acertadas, la jerarquía de Piqué dentro del campo está fuera de toda duda.

Ante su bajo rendimiento afloraron todo tipo de teorías conspiratorias que, con mayor o menor enjundia trataron de hacerle besar la lona antes de tiempo. De ahí vino su resignación, una amargura que encuentra parte de su ser en que “hace tiempo” que no se le valora por sus méritos deportivos. Todo hace pensar que ante el Málaga en La Rosaleda el central tendrá un puesto en el once titular. Pero quien tiene la última palabra, y esperará al último momento para decidir, es Luis Enrique, el jerarca de un Barcelona que navega viento en popa a toda vela. Sus pupilos han acatado sin rechistar un dogma que hasta el momento reluce sin máculas en el expediente. Ni el más abyecto de sus detractores ha encontrado todavía un argumento que le contradiga. Nadie es capaz de levantar el brazo para entonar un ‘protesto’ sin fuste. Los números (cinco victorias en cinco partidos, con 12 goles a favor y ninguno en contra) son su mejor aval. Toca remangarse y sudar para ganarse el pan. Y Piqué no va a ser menos.

Dentro del sistema de rotaciones que pretende ser una de las señas de identidad del equipo, el Barcelona encaró el encuentro ante el Levante con lo más parecido a su once de gala. Sólo se echaron en falta las figuras de Luis Suárez, que cuenta los días para estrenarse con su nuevo equipo en partido oficial, y Piqué. Pero, como ocurriera ante el Athletic, el pasado domingo no fue así. En medio del diluvio que encharcaba el Ciutat de Valencia, Piqué cogía sitio en el banquillo. Risueño como de costumbre, trataba de desviar la presión de los focos charlando distendidamente con Sergi Roberto y el resto de suplentes.

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