El 'plan B' de Simeone no funciona: los delanteros están negados de cara a gol

"Nos preocupa que nos metan tantos goles de la manera que lo están haciendo. Tenemos que mejorar defensivamente para ser más compactos, pero vamos por buen camino y se notará rápido". Tras el pinchazo ante el Celta de Vigo (2-2) del pasado sábado en el Calderón, Gabi se lamentaba de lo que en estos momentos parece la única preocupación que envuelve al vigente campeón de Liga y subcampeón de Europa. El Atlético de Madrid, el mismo equipo que durante toda la temporada liguera sólo recibió 26 goles, ha encajado ocho goles en los siete partidos oficiales disputados hasta la fecha: dos de Supercopa, uno de Champions y cuatro de Liga.

Sin embargo, la fragilidad defensiva mostrada por el equipo de Simeone en este arranque de curso no es el único obstáculo a superar. En ataque, la falta de puntería se erige en una preocupación añadida. Sólo en los tres duelos ante el Real Madrid, los rojiblancos han sacado a relucir ese espíritu obrero que tantas alegrías les ha dado en los últimos tiempos. Un muro sin fisuras en defensa que no se permite titubeos atrás al tiempo que maximiza la eficacia a balón parado y saca partido de las contadas incursiones en el área rival. Una filosofía arraigada en cada uno de los miembros de un plantel renovado que, con diez caras nuevas, trata de seguir la tendencia ascendente sin negociar el esfuerzo y el compromiso.

En el resto de partidos del curso, las cosas son bien distintas. Sólo en Vallecas, tras el empate y gracias ante un combativo Rayo que puso a los rojiblancos contra las cuerdas, la sensación de alivio encontró su razón de ser. Ante el Eibar, Olympiacos y Celta la sensación es de que ha faltado el gol. “Jugamos casi siempre en campo rival, teniendo situaciones de gol. Hay que tratar de crearlas, las creamos y hoy no pudo entrar. Su portero hizo un gran partido. Tuvimos muy buenas combinaciones, los de arriba aguantaron bien la pelota para que saliésemos desde atrás”, resumía el Cholo tras el encuentro ante los vigueses. Una tónica que ha sido el pan de cada día. Dominio estéril que ha acabado desquiciando y sumiendo en la impotencia a un equipo que genera más fútbol que en épocas pasadas, pero a quien el premio del gol le es esquivo.

En estos tres partidos, el Atlético ha sido capaz de fabricar 50 tiros, 19 de los cuales iban dirigidos entre los tres palos. A priori, una estadística ofensiva abundante, pero que sólo ha deparado seis goles. Un desenfoque que se centra en sus tres hombres de ataque. De los 10 goles que ha conseguido el equipo en sus siete partidos, sólo cuatro han llevado la firma de alguno de sus flamantes delanteros (dos de Mandzukic, uno de Griezmann y otro de Raúl García). El pasado curso, los datos eran bien distintos. De los 18 dianas conseguidass en los siete primeros duelos, 10 llevaron la firma de sus arietes (cuatro de Costa, tres de Villa, dos de Raúl García y uno de Baptistao).

Hace dos días, a la pitada de la grada ante el cambio de Griezmann, con mucho, el mejor jugador de los madrileños, le siguió otra más intensa si cabe. Su destinatario era Raúl Jiménez. El delantero mexicano no estuvo acertado de cara a gol el día donde todos los ojos le miraban con recelo tras la baja de Mandzukic. Cuando en el minuto 61 su cabezazo besó las mallas de la meta defendida por un inspirado Sergio Álvarez, apretó el puño y gritó. Todo había sido una ilusión. El tanto no subió el marcador por una fuera de juego claro. “A mí me gustó, aguantó bien el balón de espaldas, tiene personalidad... Ojalá que la gente le empiece a valorar. Él tendrá que ganarse a esta gente con trabajo, dedicación y goles. Le falta el gol, sí, pero se acerca a lo que queremos de él. Nos va a dar bastante. Ojalá la gente tenga con él la paciencia que yo voy a tener”. Aunque Simeone se afane en defender a sus guerreros, la entregada grada del Calderón sólo cejara en sus protestas cuando empiecen a llegar los goles que esperan del delantero centro de su equipo.

Durante el verano, el Cholo vio cómo desde los despachos, en principio en consonancia con el cuerpo técnico, se cerraban los fichajes de Griezmann, Mandzukic y Raúl Jiménez. Un trío, junto a Cerci, aunque el italiano en menor medida, encargado de hacer olvidar la eficacia goleadora de Diego Costa (y en parte, también la de David Villa y Adrián), el puntal ofensivo del equipo colchonero la temporada pasada. El francés era un objeto de deseo claro, la joya de la corona sobre la que edificar el 'volver a empezar' al que aludía el técnico argentino durante los días previos al incio del curso. El croata y el mexicano algo menos. Tras asumir con resignación que Fernando Torres no volvería a la casa donde se hizo un hombre, se conformó con lo que había y tiró para adelante. Ahora, ante la carestía de sus delanteros, las dudas crecen. El equipo necesita el gol de sus atacantes como el comer. El miércoles ante el Almería sería un buen día para que exhiban sus cualidades y afinen su puntería.