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El Everton pone fin a la racha del Leicester después de la 'cama' de todos los tiempos
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el rival del atlético perdió 4-2

El Everton pone fin a la racha del Leicester después de la 'cama' de todos los tiempos

Cuando echaron a Ranieri el equipo llevaba cinco derrotas consecutivas y estaba en descenso. Desde entonces han ascendido a la 10ª posición y se han metido en cuartos de Champions

Foto: Los jugadores del Leicester celebran un gol. (Reuters)
Los jugadores del Leicester celebran un gol. (Reuters)

Las grandes películas de gestas deportivas terminan en el momento en el que el capitán del equipo, el David que desafío a muchos Goliat, levanta el trofeo. Es el punto álgido, el final feliz casi estilo Disney para que el espectador quede reconfortado con la historia de superación. En la vida real el metraje no se corta. Después de ese momento hay una celebración, una resaca e, inevitablemente, una vuelta al trabajo.

Foto: Claudio Ranieri vive un complicado momento en el Leicester City (Reuters)

El productor que ataque la historia del Leicester para hacer una película, que a buen seguro existe ya, pondrá los títulos de crédito justo después del momento en el que el actor que interprete a Wes Morgan levante el trofeo de la Premier League. Ese es el final de esa historia, pero no de un equipo humilde que acababa de hacer una machada que, probablemente, no repetirá jamás. Los milagros son contados en el fútbol. Se marchó Kanté, el mediocentro que más que un futbolista parece un pulpo de todo lo que roba, todo lo demás permaneció más o menos inalterado. Había hasta dinero para fichar. Pero la química no se repite de manera espontánea. Un productor un poco transgresor seguiría rondando y contaría el año siguiente, el de las miserias, el descrédito y una de las mayores 'camas' que se recuerdan en tiempos recientes a un entrenador que era mucho más que eso.

En esta historia hay un personaje importante, crucial incluso: Claudio Ranieri. El técnico, una suerte de Gene Hackman en 'Hoosiers', fue quien consiguió que unos jugadores que no habían nacido para ganar una Premier League terminaran consiguiéndola. Él llegó como un bombero para apagar incendios y se encontró como el emperador de un equipo que funcionaba mucho mejor de lo esperado. Durante unos meses creyeron en él como solo se cree en un padre. Lo que decía Claudio iba a misa, el equipo se amoldó a su doctrina de defensa y sacrificio. Funcionó.

La manera de ver el fútbol de Ranieri, sin embargo, tiene fecha de caducidad. El tiempo hace que sea muy difícil mantener el nivel de exigencia personal, el constante nivel de griterío que sale del banquillo. Claudio, como le pasa a Simeone, no quiere solo futbolistas, pretende que sean soldados, que escuchen órdenes y las ejecuten al instante. Llegan a un nivel atosigante de exigencia que genera anécdotas como la que en su día le ocurrió a Arrigo Sacchi, que se fue en el comedor de Milanello a por Van Basten para darle indicaciones y el holandés le pidió que parase, que estaba comiendo. Algo que, por supuesto, no hubiese pasado años antes, cuando el club era la casa de la pradera.

Que en ocasiones los jugadores se confabulan para poner en problemas a un entrenador es algo tan antiguo como la existencia del fútbol profesional. El técnico siempre es el rival más débil, el primero en ver la puerta de salida cuando las cosas se ponen feas. La teoría dice, no sin razón, que es más fácil echar a uno que a 25. Por eso los jugadores, que son en principio los subordinados, se saben con un poder importante.

placeholder Aficionados del Leicester. (Reuters)
Aficionados del Leicester. (Reuters)

Los técnicos, con Ranieri

Esta temporada el Leicester empezó a tener problemas desde el principio. Los resultados en la Premier no salían y, poco a poco, fueron coqueteando con las plazas de descenso. Perdieron cinco partidos seguidos, también la ida de los octavos de final de la Champions contra el Sevilla. Fue entonces cuando la paciencia llegó al límite y apareció en la taquilla del italiano la carta de despido. El comunicado que trataba la salida intentaba hablar de Ranieri con guante de seda. Agradecía los servicios prestados, explicaba que nadie como él y que habían sido muy felices y eso. Lo mínimo cuando se trataba de despedir a una pieza esencial de la mayor historia que nunca vivió el club pero, al fin y al cabo, un despido.

Foto: El Sevilla se despidió de la Champions League tras caer ante el Leicester City. (Reuters)

Los entrenadores, que saben cómo funciona el fútbol, se alinearon junto a Claudio. Prandelli y Hiddink declinaron la opción de entrenar al equipo, que está en Champions, pensando que lo que allí había pasado no podía ser considerado como algo normal. Jose Mourinho se enfundó una camiseta con las letras CR, por el entrenador, claro, no por Cristiano, que no es exactamente su mejor amigo. La corriente general en los banquillos era decir que los jugadores no habían sido todo lo leales que debieran con su entrenador.

Las sospechas de que, como se dice popularmente, a Ranieri le habían hecho la cama, cobraron aún más fuerza con las semanas siguientes. El Leicester jugó cinco partidos de Premier y ganó todos y cada uno de ellos. También tuvo fuerzas para remontar la eliminatoria que el Sevilla había encarrilado en el Sánchez Pizjuán y meterse en cuartos para jugar contra el Atlético de Madrid. Todo esto con un desconocido en el banquillo, un señor llamado Craig Shakespeare que llevó al equipo desde la antepenúltima posición a la décima y le dio fuste en Europa. Él o, según los malidicentes, los jugadores, que ahora sí han decidido recordar que su juego igual no da para ganar de nuevo el premio gordo, pero tampoco está para caer a una división inferior.

Por el camino se han visto y oído cosas muy poco gratas. Vardy aseguró que había recibido amenazas de muerte después de la destitución de Ranieri, un movimiento que no sentó nada bien a la afición. Danny Simpson, otro de los puntales del equipo, apuntó a un cambio de dieta por parte del técnico como el motivo por el cual la relación empezó a ser tirante. Porque esto, en todo caso, nadie lo duda, cuando Ranieri se fue el vestidor no protestó, lo vio, en el mejor de los casos, como una eventualidad sin drama.

Contra el Everton terminó la racha. O volvió la normalidad, que es otra manera de verlo. Porque el Leicester no es un equipo construido para ser imbatible, su posición ahora, en la zona templada de la tabla, es un reflejo lógico de lo que se espera de un equipo como este. Media tabla, lo extraño fue lo del año pasado. Incluso lo que pasó en el inicio de temporada, pues hay material sobrado para no sufrir.La temporada se ha recompuesto para los del norte de Inglaterra, ahora ya saben que no sufrirán e, incluso, pueden pensar en la Champions y soñar. Para ponerse en esa situación de calma solo necesitaron la salida de quien más grandes les había hecho. El fútbol también tiene paradojas.

Las grandes películas de gestas deportivas terminan en el momento en el que el capitán del equipo, el David que desafío a muchos Goliat, levanta el trofeo. Es el punto álgido, el final feliz casi estilo Disney para que el espectador quede reconfortado con la historia de superación. En la vida real el metraje no se corta. Después de ese momento hay una celebración, una resaca e, inevitablemente, una vuelta al trabajo.

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