Es noticia
Higuaín se desquitó del Mundial y de Benítez para sentirse como Maradona
  1. Deportes
  2. Fútbol
primero en la bota de oro y líder con el napoli

Higuaín se desquitó del Mundial y de Benítez para sentirse como Maradona

Cuando fichó por el Napoli, la 'tifoseria' partenopea lo veía como el heredero natural del espíritu del Diego. Han pasado dos años y medio para que ese deseo empiece a convertirse en realidad

Foto: Higuaín disfruta cada partido en San Paolo con el calor de la grada (Reuters).
Higuaín disfruta cada partido en San Paolo con el calor de la grada (Reuters).

"Me quiero ir". Estas tres palabras rompieron siete años de una profunda amistad de Gonzalo Higuaín con el Real Madrid. Fueron grandes amigos, pero nunca se llegaron a enamorar el uno del otro. Y fue, como en las buenas historias trágicas de amor, el que más amor sentía hacia el otro el que decidió que lo mejor para ambos era separarse. De lo contrario, era muy probable que acabasen haciéndose daño mutuamente. Higuaín no lo hizo a traición, sino que tomó la decisión que él entonces entendió como correcta. Le llamaba la Premier League, el Arsenal para ser más concretos, pero el Madrid, en un último acto de despecho, lo mandó a Nápoles, a uno de esos lugares en que el fútbol no es un deporte, sino una forma de vida abstracta y profunda que marca el devenir de cada uno de los aficionados.

Higuaín no entró en San Paolo como un fichaje más. Era otra cosa bien distinta y superior de entrada a cualquier jugador fichado con anterioridad. Antes de empezar ya tenía ante sí dos inconvenientes: uno, que era el fichaje más caro de la historia del Napoli (de largo, además); otro, que era argentino. Juntando estas dos realidades despejábamos la 'x' de la ecuación: Higuaín era el heredero de Maradona. E iba a ser alabado como tal y juzgado como tal.

Aterrizó en la Campania al mismo tiempo que lo hacía Rafa Benítez. El Napoli se estaba transformando poco a poco y estaba dando un giro hacia lo hispanohablante. Este cambio motivaba profundamente al 'Pipa'. Desde la lejanía de Madrid había oído cosas sensacionales sobre el trabajo bajo las órdenes de Benítez y desde el comienzo se mostró encantado, deseoso de aprender de él y esperando corresponder la potencial confianza del técnico con su rendimiento sobre el verde. La ilusión inicial pronto se tornó en desapego y después en exasperación. Higuaín, como varios otros miembros de la plantilla partenopea, acabó harto del exentrenador del Madrid, al que sentía como un impedimento para dar todo lo que él consideraba que podía ofrecer.

Cuando el Madrid fichó a Benítez, fue una liberación para el delantero de Brest. En el fondo seguro que le hizo hasta gracia que su destino fuera su antiguo equipo, donde el resultado iba a ser una desconexión mucho más prematura de los jugadores con el entrenador. Maurizio Sarri es una cosa muy distinta a Benítez. Más o menos lo contrario, en realidad. De ser un equipo rocoso, difícil de afrontar pero con carencias terribles en la creación de juego, ha pasado a ser un grupo de jugadores que se divierten con el balón y, por tanto, hacen que el que los vea se entretenga, sea o no 'tifoso azzurro'. Hamsik, que amenazaba con ser una promesa de 28 años siempre a punto de estallar, lo ha acabado haciendo con Sarri. Más de lo mismo se puede decir de Lorenzo Insigne, la insignia (perdón por el juego de palabras) de la ciudad.

La transformación del Napoli ha sigo directamente proporcional a la explosión goleadora de Higuaín. Nunca a estas alturas de temporada había marcado 20 goles en liga. Uno por cada uno de los partidos que se llevan disputados en la Serie A. Esa media de un gol por encuentro no la han alcanzado ni Cristiano ni Messi (el argentino se perdió mucho tiempo por lesión), esos que han hecho de marcar cuarenta goles por temporada algo natural. Ni siquiera un Aubameyang desatado está por ahora a su altura. Higuaín es actualmente la Bota de Oro del fútbol europeo, el máximo goleador del continente.

El Pipa se ha liberado no sólo por su juego, beneficiado intensamente por Sarri, que lo ha establecido como el líder que debe ser, sino porque se ha limpiado la cabeza de los malos recuerdos que se le quedaron grabados en Río de Janeiro y Santiago de Chile. Fallar ocasiones en la final de un Mundial y de una Copa América es algo que queda para siempre y que sólo se borra a base de goles y títulos. Higuaín está en el camino a seguir.

Nápoles nació al fútbol cuando Diego Armando Maradona se vistió de corto en el San Paolo. Desde que el Pelusa se marchó quedó un vacío que nadie ha sabido llenar. Como 'dios' que era, la religión en su honor (con sede en Argentina pero corazón en el Vesubio) sigue esperando la segunda venida del salvador. Para algunos ese pudo ser Cavani, pero su influencia no llegó a ser tal. Higuaín, como Cristo en el sermón de la montaña, Higuaín está predicando la misma religión que Maradona a base de goles. Pero nadie lo subirá a los cielos hasta que llegue el día en que cosa a la 'maglia azzurra' el 'Scudetto' de campeón. A estas alturas, el Napoli es líder del 'calcio', pero la Juve ya está ahí. Si aguantará la presión del subcampeón de Europa no lo sabe nadie. Pero no se va a encontrar jamás en una situación más ventajosa.

Que eso suceda depende en buena medida de Higuaín, de su racha goleadora, de su amistad con la curva partenopea, que lo idolatra como hacía con el Diego. Si acaba en lo más alto, hasta le perdonarán que se vaya al Bayern Múnich, si Ancelotti confirma la 'amenaza' de Rummenigge.

"Me quiero ir". Estas tres palabras rompieron siete años de una profunda amistad de Gonzalo Higuaín con el Real Madrid. Fueron grandes amigos, pero nunca se llegaron a enamorar el uno del otro. Y fue, como en las buenas historias trágicas de amor, el que más amor sentía hacia el otro el que decidió que lo mejor para ambos era separarse. De lo contrario, era muy probable que acabasen haciéndose daño mutuamente. Higuaín no lo hizo a traición, sino que tomó la decisión que él entonces entendió como correcta. Le llamaba la Premier League, el Arsenal para ser más concretos, pero el Madrid, en un último acto de despecho, lo mandó a Nápoles, a uno de esos lugares en que el fútbol no es un deporte, sino una forma de vida abstracta y profunda que marca el devenir de cada uno de los aficionados.

Rafa Benítez
El redactor recomienda