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Italia pide al ‘oriundo’ Éder que la “toque otra vez” ante España
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SU GOLAZO A SUECIA ACALLÓ LAS CRÍTICAS

Italia pide al ‘oriundo’ Éder que la “toque otra vez” ante España

Su fácil gatillo con la Sampdoria cerró el círculo para que Antonio Conte llamara a filas a este brasileño que se ha convertido en héroe inesperado de Italia

Foto: Éder celebra el gol le marcó a Suecia (EFE)
Éder celebra el gol le marcó a Suecia (EFE)

Éder Martins Citadin (Lauro Miller, 1986) nació ya con la responsabilidad del gol. Su padre, fanático seguidor del Atlético Mineiro, le puso el nombre del genial delantero que luciera la ‘11’ de Brasil en el Mundial de España. Sí, aquel del tremendo cañonazo que inició la remontada ante la URSS y del que Dasaev nunca tuvo noticias. En realidad, la culpa de que el Éder de hoy vista de azul y no de amarillo la tiene Giovan Battista Righetto. El bisabuelo del ‘bomber’ del próximo obstáculo de La Roja en esta Euro era natural de Nove, un pequeño ‘paesino’ de la provincia de Vicenza, que abandonó para hacer las Américas, llegando a Brasil en 1891.

Su fácil gatillo con la Sampdoria cerró el círculo para que Antonio Conte le llamara a filas por primera vez en marzo del año pasado, con la disputa de los amistosos ante Bulgaria e Inglaterra como excusa. El hecho de que el seleccionador transalpino citara también al argentino Franco Vázquez suscitó una intensa polémica a causa de las críticas de quienes consideran que la camiseta de Italia la deben sudar sólo jugadores nacidos en suelo patrio. A la cabeza del sector ‘anti-oriundos’, Roberto Mancini, casualmente actual técnico de Éder en el Inter, club en el que aterrizó en enero para solucionar los problemas de gol que sufrían los ‘nerazzurros’.

Pero el brasileño, al que se le caían los goles en la primera mitad del campeonato con los genoveses (12 en 19 partidos), no logró resolver ese mal para el que había sido contratado y ‘Mancio’ lo borró de las alineaciones un mes después de su llegada a San Siro. Apenas una conquista intrascendente ante el Udinese fue su paupérrimo bagaje en un semestre de calvario cuya única alegría se la dio Conte al meterle en la lista de 23 convocados para la cita francesa.

Tozudo como pocos

De nuevo, el interminable carrusel de reproches contra la citación de otro oriundo (en la lista también figuraba Thiago Motta), en este caso avaladas por sus pobres estadísticas con la elástica interista. Nada que no pudiera manejar el seleccionador transalpino. Tozudo como pocos, Conte lo tenía claro: Éder y 10 más. “No soy el primero ni seré el último entrenador que vaya a convocar a profesionales nacidos en el extranjero. Estas son las reglas del fútbol”, aseveró una vez más el jefe de la ‘Azzurra’ para tratar de zanjar tan agria polémica.

No lo consiguió básicamente porque el santacaterinense, quien a su entender es el delantero de los que dispone que mejor ‘marida’ con Graziano Pellè, apenas exhibió esfuerzo y disciplina táctica en el debut ante Bélgica. Su nula aportación ofensiva no pasó desapercibida. Y otra vez el mismo mantra contra el oriundo. La cosa iba camino de convertirse en asunto de estado porque frente a los suecos el panorama pintaba del mismo color. O peor, porque casi dos partidos después no había sido capaz de tirar una sola vez a portería. Hasta que, ya casi sobre la bocina, Éder controló un saque de banda largo de Chiellini y se marcó el eslalon del campeonato tras el que ejecutó a Ibra y compañía, metiendo a Italia directa y sin escalas en la siguiente fase. No es de extrañar que lo primero que hizo el brasileño nacionalizado es ir directo a buscar a su míster y fundirse en un largo abrazo con él.

“El trabajo ha dado al final sus frutos. ¿Oriundos? Esta es una polémica infinita que nunca tendrá fin. Si preguntas a diez personas, cinco te dirán que sí, y otras cinco que no. Yo sigo adelante y pienso en el gol, que dedico a todos”, dijo el héroe inesperado con gesto de alivio.

De las críticas a los aplausos

De repente, las críticas se transformaron en aplausos e incluso hubo quien comparó su prodigioso arranque en velocidad, pleno de potencia y clase, con los que solía inventarse Roberto Baggio. De hecho, su estilo recuerda bastante al ‘codino’ por su habilidad para generar espacios actuando como segunda punta, moviéndose por todo el frente del ataque, con un exquisito olfato de gol pero también con intuición y ductilidad para asistir al compañero mejor situado.

Éder no es un futbolista sencillo de atar en corto. Su continuo batallar, al igual que sucede con Pellè, otro punta moderno que desarrolla buena parte de su trabajo lejos del área enemiga, tiene mucho que ver con que el seleccionador ‘azzurro’ haya renunciado a jugar con un nueve puro y prefiera alinear a dos atacantes infatigables a la hora de apretar las clavijas al rival en su salida de balón. Pero ambos tiene también la capacidad de meterse en la piel de un ‘9’ puro y sacar tajada de las incisivas penetraciones de Candreva por el carril derecho o de los largos saques de banda de Chiellini por el lado opuesto. Venga del lado que venga la pelota, al controvertido biznieto de Giovan Battista Righetto le dicen ahora desde todos los rincones de la Península Itálica eso de “tócala otra vez” ante La Roja. Fútbol es fútbol, que decía Boskov.

Éder Martins Citadin (Lauro Miller, 1986) nació ya con la responsabilidad del gol. Su padre, fanático seguidor del Atlético Mineiro, le puso el nombre del genial delantero que luciera la ‘11’ de Brasil en el Mundial de España. Sí, aquel del tremendo cañonazo que inició la remontada ante la URSS y del que Dasaev nunca tuvo noticias. En realidad, la culpa de que el Éder de hoy vista de azul y no de amarillo la tiene Giovan Battista Righetto. El bisabuelo del ‘bomber’ del próximo obstáculo de La Roja en esta Euro era natural de Nove, un pequeño ‘paesino’ de la provincia de Vicenza, que abandonó para hacer las Américas, llegando a Brasil en 1891.

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