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El Sevilla, como el Barcelona, pide cita en la final de la Copa del Rey en la ida
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la apisonadora de nervión hizo su trabajo

El Sevilla, como el Barcelona, pide cita en la final de la Copa del Rey en la ida

Una vez que Rami abrió la lata, todo fue ya terreno abonado para el festín de Gameiro, un delantero descomunal, sin la fama que merece. Krohn-Dehli marcó a sus ex para cerrar la goleada

Foto: El Sevilla ha sentenciado la semifinal a la primera (EFE).
El Sevilla ha sentenciado la semifinal a la primera (EFE).

Sólo un cataclismo impedirá al Barcelona estar en la final de la Copa, y sólo una heroicidad del bravo Celta impediría que estuviera también el Sevilla, el gran Sevilla que todos conocíamos, que tanto se hizo esperar esta temporada, pero que ya está aquí, como de costumbre, con un nuevo título a tiro. Nadie le había jugado mejor al Sevilla que el Celta este curso, nadie le había sometido a un castigo semejante ante su pueblo. Pero eso era pasado, olvido. Ninguna intimidación quedó de aquello en un Sevilla enfebrecido, terrible, criminal ante la perspectiva de optar a un nuevo título en esta década prodigiosa, con ocho copas y doce finales en su haber. Un Sevilla de leyenda.

A diferencia de la otra semifinal, tal vez aún quede alguna historia por contar en ésta. La distancia, 4-0, y el colmillo del Sevilla obligan al milagro en Balaídos, pero nadie diría que el Celta fuera incapaz. Es un equipo delicioso que difícilmente se abandona al desaliento. En el Sánchez Pizjuán tuvo su momento, impulsado por un inmenso Rubén Blanco. Pero falló sus ocasiones y quedó a merced del mortífero contragolpe del Sevilla. Una vez que Rami abrió la lata, todo fue ya terreno abonado para el festín de Gameiro, un delantero descomunal, sin la fama que merece. Tras dos años a la sombra de Carlos Bacca, su momento ha llegado. Y Gameiro, que mejora los números del colombiano, desde luego que lo está aprovechando, pese a la dura competencia que le plantearon. A Immobile ya lo ha despachado y a Llorente lo tiene macerando en el banquillo. No hay debate con el supersónico francés, que con sus dos goles al Celta se va ya hasta los 17 esta temporada.

Los contraataques de Gameiro llevaron el éxtasis al Sánchez Pizjuán, donde se goza de una fiesta perpetua. Desde que el Celta firmara su obra de arte y el Manchester City arrollara en la Champions, allá por noviembre, no se ha vuelto a vivir un disgusto en Nervión. En la Liga van por diez victorias seguidas, a sumar las cuatro de la Copa, donde el Sevilla sigue firmando un torneo inmaculado. Siete triunfos, 20 goles a favor, ninguno en contra.

Bien pudo alterar esa dinámica el Celta, púgil caído con todo honor en un combate fantástico, vibrante, con alternativas y picos memorables. Pronto entendió el Celta que su gran noche en el Sánchez Pizjuán era ya apenas un sueño, un vago y lejano recuerdo que, desde luego, en nada iba a afectar al Sevilla. Sencillamente, porque éste es ya otro Sevilla. Como de costumbre. Obligado a reinventarse cada año, con un intenso trasiego en verano para corregir los raptos de los grandes, al Sevilla le cuesta arrancarse. Pero cuando el campeonato dobla, ya suele tener el engranaje ajustado, el modo apisonadora a punto de caramelo. Ni qué decir tiene cuando huele a final. Entonces se encabrita como un diablo, le hierve la sangre roja, se le afila el instinto depredador. Ése, desde luego, no fue el Sevilla que el Celta se encontró a finales de septiembre, al que pegó un repaso inolvidable en la última derrota en la Liga que vio el personal del Sánchez Pizjuán. Fue un ejercicio de época, una maravilla de ballet azul, una oda al fútbol. Fue algo que no se iba a repetir.

El penalti fallado, la clave

Esta vez tocaba jugar con la hoz dispuesta, con el puñal desenvainado. En un combate de hombres, fue sin embargo el más niño quien volteó la historia del duelo. Rubén Blanco, el crío que a los 17 años ya mantuvo a flote al Celta, el portero de la sub'19, el titular de la Copa, frenó en seco la primera embestida del Sevilla, que se adivinó mortal. Fue una secuencia trituradora, llegando a la media hora de juego, en la que Blanco desvió primero un cabezazo a bocajarro de Kolo, vio cómo se paseaba frente a su puerta otro remate de N'Zonzi y se enfrentó a Gameiro en el lanzamiento del penalti que Sergi Gómez había cometido por placar a Vitolo. El francés telegrafió el tiro y Blanco lo anticipó como un experto, con dos manos, felino, tapando su palo izquierdo.

Fue una acción crucial, un momento que pudo ser definitivo. Al Sevilla le hizo pupa el error de su delantero. De inmediato, se encontró con el Celta encima. La fortuna, ahí, le sonrió en el remate de Sergi Gómez que se fue al palo y en chut de Pablo Hernández que se escapó por un pelo. Fue la gran ocasión celtiña. Desde entonces, sólo encontró sufrimiento.

En la jugada previa al descanso marcó el Sevilla, que ya venía avisando de su peligro a balón parado. En un córner templado por Banega, Rami le ganó a Cabral y el Tucu Hernández para cabecear abajo, imposible para el felino Blanco. El escenario se le ponía de cara al equipo de Emery, que salió de la caseta con el plan claro y el cuchillo resplandeciente. Apenas tuvo que invitar a venir al Celta para degollarle, aprovechando la velocidad de Gameiro y los errores de la zaga celeste. El primero de Jonny, un prometedor lateral con demasiada tendencia a las pifias. Corrigió mal el defensa, rindiéndose ante la carrera de Gameiro, un mal pase propio. El delantero terminó luego con clase, de manera sorprendente, metiendo puntera para colocar la pelota en la escuadra de Blanco.

Apenas dos minutos después, volvió a encontrarse el portero de frente a Gameiro, cuyo sprint dejó en evidencia a Cabral. Esta vez resolvió entre las piernas del guardameta. Con el Celta en tromba, buscando al rapaz Guidetti y echando de menos a Nolito, que probablemente esté para la vuelta, cayó el cuarto en otra contra. La terminó Krohn-Dehli, el fichaje menos mediático del curso en Nervión y uno de los más importantes. Por respeto a su pasado, el danés no celebró el 4-0 que deja servida una final de Copa entre el Barcelona y el Sevilla. Salvo cataclismo. Salvo milagro.

Ficha técnica:

Sevilla: Sergio Rico; Tremoulinas, Kolo, Rami, Coke; N’Zonzi, Cristóforo (Carriço, min. 69), Banega (Konoplyanka, min. 73), Krhon-Dehli, Vitolo y Gameiro (Llorente, min. 79).

Celta: Rubén Blanco; Hugo Mallo, Cabral, Sergi Gómez, Jonny; Radoja, Pablo Hernández, Wass (Marcelo Díaz, min. 83); Orellana, Iago Aspas y Guidetti (Beavue, min. 77).

Goles: 1-0: Rami (min. 44). 2-0: Gameiro (min. 59). 3-0: Gameiro (min. 61). 4-0: Krhon-Dehli min. 86).

Árbitro: Clos Gómez. Amonestó a Iago Aspas, Sergi Gómez, Radoja, Rami, Wass, Krohn-Dehli, Llorente y Coke.

Incidencias: 40.000 espectadores en el Ramón Sánchez Pizjuán.

Sólo un cataclismo impedirá al Barcelona estar en la final de la Copa, y sólo una heroicidad del bravo Celta impediría que estuviera también el Sevilla, el gran Sevilla que todos conocíamos, que tanto se hizo esperar esta temporada, pero que ya está aquí, como de costumbre, con un nuevo título a tiro. Nadie le había jugado mejor al Sevilla que el Celta este curso, nadie le había sometido a un castigo semejante ante su pueblo. Pero eso era pasado, olvido. Ninguna intimidación quedó de aquello en un Sevilla enfebrecido, terrible, criminal ante la perspectiva de optar a un nuevo título en esta década prodigiosa, con ocho copas y doce finales en su haber. Un Sevilla de leyenda.

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