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Luis Enrique no intenta dejar su sello y el Barcelona gana al contragolpe y de córner
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el equipo catalán sale reforzado del calderón

Luis Enrique no intenta dejar su sello y el Barcelona gana al contragolpe y de córner

Desde que el técnico ha dejado de esforzarse por ser imprevisible y sacar el conejo de la chistera dentro de su plan maestro, el Barça es otro y ha resucitado

Foto: Messi, Neymar y Luis Suárez, en el Calderón (Efe)
Messi, Neymar y Luis Suárez, en el Calderón (Efe)

Si el fútbol fuera lógico hace tiempo que se habría extinguido, como los dinosaurios. Y La Quiniela no tendría razón de ser porque todo aquel que tuviera dos dedos de frente adivinaría los resultados sin despeinarse. El fútbol siempre le quita la razón a quien intenta tenerla todo obcecado sin mirar ni siquiera de refilón lo que sucede a su alrededor. Así le ha pasado a Luis Enrique, que justo cuando ha dejado de esforzarse por ser imprevisible y sacar el conejo de la chistera dentro de su plan maestro, justo entonces, es cuando el Barça ha resucitado.

Con el once tipo (diez, porque en Copa juega Ter Stegen), desde que el conjunto azulgrana cayó en Anoeta, el técnico ha repetido la alineación en cuatro de los siete partidos que ha disputado desde entonces. Solo ha dejado de hacerlo en la eliminatoria ante el Elche en Copa y en el partido de Liga también en el Martínez Valero. Pese a la evidencia, el técnico antes de viajar a Madrid seguía en sus trece, que ni ha cambiado nada, ni tiene once.

Justo cuando el Barça ha vuelto a ser reconocible, al menos en la alineación, es cuando ha resultado más sorprendente. Porque ayer en el Vicente Calderón, mientras hubo partido, los azulgrana marcaron dos goles de contragolpe y uno de córner. Algo inconcebible para el barcelonismo de manual.

Justo cuando el agua les llegaba el cuello, los jugadores dudaban del entrenador, el club despidió al director deportivo y anunció el adelanto de las elecciones y Puyol, el último gran capitán, decidió pirarse ante tal panorama, justo entonces, es cuando Luis Enrique dejó de intentar marcar su sello y tiró por la calle de en medio. Un once y adelante.

El Barça sale enormemente reforzado de esta eliminatoria. En el Vicente Calderón era donde tenía que demostrar si la resurrección era o no una casualidad. Y no, no lo es. De un equipo sin alma, anodino, zombie y del que no se sabía a qué leches jugaba se ha pasado a otro competitivo que, al menos, ya iguala en intensidad a los rivales desde el minuto uno y que tiene herramientas y calidad en sus filas de sobra como para resolver los partidos en un pispás. Ayer, al contragolpe, de córner y al cuerpo a cuerpo. El Barça, en fin, ha vuelto a competir con sus mejores armas. Y que Luis Enrique diga lo que quiera, que lo que hace, es otra cosa.

Si el fútbol fuera lógico hace tiempo que se habría extinguido, como los dinosaurios. Y La Quiniela no tendría razón de ser porque todo aquel que tuviera dos dedos de frente adivinaría los resultados sin despeinarse. El fútbol siempre le quita la razón a quien intenta tenerla todo obcecado sin mirar ni siquiera de refilón lo que sucede a su alrededor. Así le ha pasado a Luis Enrique, que justo cuando ha dejado de esforzarse por ser imprevisible y sacar el conejo de la chistera dentro de su plan maestro, justo entonces, es cuando el Barça ha resucitado.

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